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En busca de soluciones

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A PARTIR de 1972, más de un centenar de naciones firmaron un tratado internacional que prohibía el desarrollo, la producción y el almacenamiento de armas biológicas. Este tratado, denominado Convención sobre Armas Biológicas y Toxínicas (BTWC, por sus siglas en inglés), fue el primero en proscribir todo un tipo de armas. Pero tuvo un defecto: no indicó la manera de determinar qué naciones obedecían las reglas.

Es difícil comprobar que los países no estén desarrollando armas biológicas, pues las mismas técnicas y conocimientos que se utilizan para fines pacíficos pueden también emplearse en la fabricación de armas biológicas. Este “doble uso” característico de la biotecnología hace que resulte fácil ocultar el desarrollo de dichas armas en plantas de fermentación y laboratorios que parecen dedicarse a actividades civiles legítimas.

En 1995, representantes de diversas naciones empezaron a negociar un protocolo vinculante para resolver los problemas de verificación. Durante más de seis años estuvieron deliberando sobre las medidas concretas que se podrían adoptar para garantizar el cumplimiento de la Convención. El 7 de diciembre de 2001, una conferencia de tres semanas a la que asistieron 144 firmantes del tratado de 1972 concluyó de forma caótica. El problema fue que Estados Unidos no concordó con las propuestas fundamentales sobre cómo verificar el cumplimiento de la Convención. A su entender, sus instalaciones militares e industriales quedarían expuestas al espionaje si permitía que fueran inspeccionadas por personas ajenas.

Qué perspectivas hay

La biotecnología tiene un enorme potencial tanto para el bien como para el mal. El hombre ha utilizado tecnologías importantes como la metalurgia, los explosivos, la combustión interna, la aviación y la electrónica para fines pacíficos, pero también para fines hostiles. ¿Sucederá lo mismo con la biotecnología? Muchos opinan que la respuesta a esa pregunta es sí.

En un informe publicado en 1999, la U.S. Commission on National Security (Comisión estadounidense de seguridad nacional) dijo: “Tanto a nivel individual como de grupo [habrá quienes] obtendrán poder e influencia, y muchos tendrán a su disposición alarmantes medios de destrucción. [...] Existirá un índice mayor de grupos activistas e individuos ad hoc llevados por su fervor religioso, sus creencias sectarias aparentemente irracionales o su rencor ciego. Hoy día, los terroristas pueden explotar tecnologías que tiempo atrás eran dominio exclusivo de naciones importantes y llevar a cabo atentados contra grandes centros de población del país”.

Aunque no sabemos lo que ocurrirá en el futuro inmediato, sí sabemos lo que Dios tiene pensado para la humanidad. La Biblia promete que llegará el día en que todas las personas de la Tierra “realmente morarán en seguridad, sin nadie que las haga temblar” (Ezequiel 34:28). Si desea más detalles sobre esta consoladora promesa, póngase en contacto con los testigos de Jehová de su localidad o escriba a la dirección que corresponda de las que aparecen en la página 5 de esta revista.

[Ilustración de la página 10]

Los investigadores están ideando maneras de neutralizar el ántrax

[Reconocimiento]

Foto por gentileza de Sandia National Laboratories

[Ilustración de la página 10]

Conferencia sobre Armas Biológicas (19 de noviembre de 2001, Suiza)

[Reconocimiento]

AP Photo/Donald Stampfli

[Ilustraciones de la página 11]

La Biblia promete que llegará el día en que todos “morarán en seguridad”