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Surcan el océano en balsas de caña

Surcan el océano en balsas de caña

Surcan el océano en balsas de caña

DE NUESTRO CORRESPONSAL EN BOLIVIA

IMAGÍNESE que emprende una travesía de miles de kilómetros por el océano, solo que en vez de navegar en un sólido transatlántico dotado de todas las comodidades de un moderno hotel, lo hace en una “frágil” embarcación de juncos atados con cuerdas. Cierto, es posible que estas balsas pesen hasta 50 toneladas, pero ¿hasta qué grado le tranquilizaría saber eso de hallarse, por ejemplo, en medio del Pacífico a merced de unas enormes olas?

Pues aunque parezca sorprendente, ya hay quienes han intentado surcar los mares con este tipo de nave. Si bien muchos de tales intentos han fracasado, al menos ha quedado demostrada una cosa: que, pese al material del que están hechas, las barcas de cañas son increíblemente resistentes. ¿Le gustaría ver cómo se fabrican? Acompáñenos a un astillero que es famoso en todo el mundo por dedicarse a la fabricación de dichas embarcaciones.

Una visita al lago Titicaca

Para llegar a nuestro destino, tenemos que desplazarnos hasta el lago Titicaca, que se encuentra en la cordillera de los Andes (Sudamérica) a 3.810 metros sobre el nivel del mar; ningún otro lago navegable del mundo se halla a semejante altitud. A lo largo de la orilla nos topamos con las casitas de adobe y techo de paja de los indios aymará, hábiles constructores de balsas. Cuando nos acercamos a las casas, nos reciben amablemente dos mujeres que están tejiendo bonitas y pesadas prendas de lana, perfectas para combatir el frío del Altiplano. Ambas dejan por un momento sus labores y nos presentan a sus esposos.

Después de darnos una afectuosa bienvenida, los dos hombres nos invitan a conocer con ellos el lago desde su lancha. Al bordear la orilla, observamos vastos cañizales en los que crece la flexible totora, especie de junco de hasta dos metros de altura, no más grueso que un lápiz y, según nuestros guías, de gran impermeabilidad. Por todas estas cualidades, la totora es ideal para construir embarcaciones de caña, razón por la que el lago Titicaca es como un imán para quienes desean fabricarlas.

“Varias de nuestras balsas han navegado miles de kilómetros por el océano”, nos cuentan nuestros anfitriones aymarás con una sonrisa de orgullo mientras nos muestran varios modelos y fotografías de sus construcciones. ¿Cómo las llevan hasta el océano? Si no son demasiado grandes, las transportan en un camión hasta el Pacífico. En caso contrario, llevan la materia prima a la costa y las construyen allí. Debido a sus habilidades, algunos artesanos aymarás han sido contratados para fabricar naves de caña en lugares tan distantes como Marruecos, Irak y la isla de Pascua, solo que con la caña autóctona de cada país.

Según nos explican, para hacer un solo barco se necesitan toneladas de totora, sobre todo si se pretende realizar con él un largo viaje. ¿Por qué? Porque la totora se empapa lentamente de agua, de modo que cuanto más larga vaya a ser la travesía, más grande tiene que ser el barco y más cañas han de utilizarse. Por ejemplo, una embarcación de unas siete toneladas debería flotar alrededor de dos años. Pero ¿cómo puede una balsa de tallos secos soportar la violencia implacable del mar abierto?

Una obra maestra hecha de cañas, sogas y bambú

El secreto de la solidez de estas balsas no radica solo en la resistencia de los materiales, sino en la forma ingeniosa de unirlos, un arte que se ha transmitido de generación en generación. Nuestro guía, ataviado con un poncho y un gorro de lana con orejeras para protegerse del frío, nos revela algunos detalles de esta técnica ancestral.

En primer lugar, atan los juncos en fardos, los cuales han de tener la longitud de la balsa que se desea construir (véanse las fotografías 1, 2). A continuación, unen varios fardos en dos enormes cilindros que pueden ser de un metro o más de diámetro y los colocan formando un doble casco, estructura especialmente apropiada para navegar.

Entonces sitúan un tercer cilindro más delgado en la parte inferior, entre los dos cilindros grandes, y atan por separado cada uno de estos últimos al cilindro más fino con una larga soga que se enrolla a su alrededor de punta a punta (véase la fotografía 3). Nada más y nada menos que doce hombres tensan la soga, comprimiendo las cañas y formando una unidad firme y rígida (véase la fotografía 4). De hecho, la soga llega a estar tan tirante, que ni siquiera cabe un dedo entre ella y las cañas, rasgo del diseño que aumenta la impermeabilidad de la barca.

Cuando el casco está terminado (véase la fotografía 5), se añaden la quilla, los remos, los mástiles dobles (en forma de V invertida que unen ambos lados de la embarcación), las velas cangrejas y, por lo general, la borda, hecha también de juncos. Por último, construyen un refugio de bambú y hojas de palmera para proteger a la tripulación de la intemperie (véase la fotografía 6). Por increíble que parezca, el producto final no tiene ni un solo componente metálico.

Después que se lanza la balsa al agua, las cañas se expanden bajo las cuerdas ya tensas, lo que contribuye a que el casco sea aún más sólido. El resultado final es, sin duda, una embarcación muy resistente. Ahora bien, surge una pregunta importante: ¿qué intentan probar quienes emprenden largos viajes oceánicos en estos rudimentarios navíos?

El misterio de las migraciones

Las balsas de caña del lago Titicaca guardan un asombroso parecido con los barcos en forma de media luna que aparecen en las antiguas representaciones egipcias, y algunos de estos parecen haber tenido la resistencia necesaria para navegar en mar abierto. ¿Son estas similitudes mera coincidencia, o hubo contacto entre ambas civilizaciones? Aunque es difícil determinar cuándo empezaron a fabricarse naves de caña en Sudamérica, hay pruebas de que tal vez daten de antes de la conquista española.

No es de extrañar que las teorías sobre las migraciones hayan alimentado la polémica existente en cuanto a la relación entre culturas tan alejadas geográficamente como la sudamericana, la mediterránea y la polinesia. “Entre Perú y Panamá había un comercio establecido —dice un explorador—. ¿Por qué no podía haberlo entre Sudamérica y Polinesia?”

Las teorías del explorador noruego Thor Heyerdahl no han obtenido mucho respaldo. Lógicamente, aunque algunos demuestren que se pueden navegar largas distancias en balsas de juncos, como probó Heyerdahl con una balsa aymará llamada Ra Il, la pregunta de si las antiguas civilizaciones efectivamente lo hicieron queda aún por contestar. Es posible que con el tiempo se resuelva este intrigante misterio. Sea como fuere, la sencilla balsa de caña demuestra que es posible construir una embarcación resistente con los materiales más rudimentarios.

[Ilustraciones de la página 22]

Sección transversal del casco

Antes de tensar las cuerdas

Después de tensar las cuerdas

Se añaden la borda y la cubierta

[Reconocimiento]

Dibujos: Dominique Görlitz, www.abora2.com

[Ilustraciones de la página 23]

Construcción de una balsa de caña

[Reconocimientos]

Foto: Carmelo Corazón, Colección Producciones CIMA

Pasos 1, 2, 5, 6: Tetsuo Mizutani (UNESCO); paso 4: Christian Maury/GAMMA

[Reconocimiento de la página 21]

Arriba: Tetsuo Mizutani (UNESCO)

[Reconocimiento de la página 22]

Foto: Carmelo Corazón, Colección Producciones CIMA