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Asombrosos sentidos en el mundo animal

Asombrosos sentidos en el mundo animal

Asombrosos sentidos en el mundo animal

AL AMPARO de la noche, un ratón corretea en busca de comida. Incapaz de prever que la serpiente de cascabel puede “ver” en la oscuridad el calor que irradia su cuerpo, el roedor se siente a salvo, un grave error por su parte. Un lenguado yace oculto bajo la arena de un acuario cuando un tiburón hambriento se dirige hacia él. El tiburón no lo ve, pero de repente se detiene, mete el hocico en la arena y devora a su presa.

Así es, la serpiente de cascabel y el tiburón son ejemplos de animales con unos sentidos especializados que el hombre no posee. Por otro lado, hay seres que tienen nuestros mismos sentidos, solo que más agudizados o sensibles, como es la vista.

Ojos que ven un mundo diferente

La gama de colores que percibimos es solo una diminuta fracción del espectro electromagnético. Por ejemplo, no vemos la luz infrarroja (o rayos calóricos), la cual tiene una longitud de onda mayor que la de la luz roja. Pero las serpientes de la familia de los crotálidos, a la que pertenece la serpiente de cascabel, cuentan con dos pequeñas fosetas —entre los ojos y los orificios nasales— que detectan la luz infrarroja. * De ahí que puedan cazar a su presa de sangre caliente en plena noche.

Más allá del color violeta del espectro de luz visible se encuentra la luz ultravioleta. Aunque invisible para el ojo humano, esta clase de luz es perceptible para muchos animales, como las aves y los insectos. Las abejas, por ejemplo, se orientan con el Sol, aun en los días medio nublados en los que está oculto. ¿Cómo? Buscan cielo despejado y observan la trayectoria de los rayos polarizados de luz ultravioleta. Muchas plantas en floración presentan diseños que solo son visibles en la banda de frecuencia de la luz ultravioleta, y algunas flores hasta dirigen a los insectos hacia el néctar mediante un “señalizador”: una zona que refleja menos luz ultravioleta que el resto de la flor. Ciertos frutos y semillas atraen a las aves de forma similar.

Dado que las aves perciben la luz ultravioleta y que esta da a su plumaje un mayor brillo, es probable que a ellas les resulten mucho más vistosos los colores de sus congéneres que a nosotros. Tienen “una agudeza [visual] inimaginable”, dijo un ornitólogo. Se cree que incluso algunos halcones y cernícalos localizan a los ratones de campo gracias a la luz ultravioleta. Según la revista BioScience, “la orina y las heces de los ratones machos contienen químicos que absorben los rayos ultravioletas, y estos animales marcan su rastro con orina”. Así, las rapaces pueden “localizar las zonas con mayor población de ratones” y centrar allí sus esfuerzos.

¿Por qué ven tan bien las aves?

Las aves tienen una vista prodigiosa. Según el libro All the Birds of the Bible, esto “se debe principalmente a que su retina, capa interna del ojo en la que se forma la imagen, contiene más células sensoriales de la visión que la retina de otros animales. El número de dichas células es determinante a la hora de ver pequeños objetos desde lejos. Mientras que la retina humana tiene 200.000 de estas células por milímetro cuadrado, la de la mayoría de las aves posee tres veces esa cantidad, y en el caso de los halcones, buitres y águilas, la retina cuenta con un millón de células o más por milímetro cuadrado”. Por si fuera poco, algunas aves tienen dos fóveas —zona ocular de máxima resolución óptica— en cada ojo, que les otorgan una mayor percepción de la distancia y la velocidad. Ese es el caso de las aves que cazan insectos en pleno vuelo.

Los ojos de las aves están dotados además de una lente excepcionalmente elástica, llamada cristalino, la cual les permite efectuar un rápido enfoque. Imagínese lo peligroso que sería volar con la vista borrosa, sobre todo en zonas de bosque y matorrales. Sin lugar a dudas, el diseño de los ojos de las aves manifiesta una sabiduría admirable. *

Sensibilidad eléctrica

El suceso descrito antes relativo al lenguado y el tiburón tuvo lugar mientras se efectuaba un estudio sobre los tiburones. Los investigadores deseaban saber si las rayas y estos grandes depredadores percibían los débiles campos eléctricos que generan los peces vivos. * Para descubrirlo, escondieron electrodos en el fondo arenoso del acuario y les administraron el voltaje adecuado. ¿Con qué resultado? Tan pronto como el tiburón se acercó a los electrodos, los atacó ferozmente.

Los tiburones cuentan con lo que se conoce como electrorrecepción pasiva, que les permite percibir los campos eléctricos con la misma pasividad con la que nuestros oídos captan el sonido. Ahora bien, los peces eléctricos tienen electrorrecepción activa. Esto quiere decir que, al igual que un murciélago emite señales acústicas y luego interpreta el eco que producen, estos peces emiten ondas o impulsos eléctricos —dependiendo de la especie— para después detectar, con unos receptores especiales, las alteraciones que sufren tales campos eléctricos. * Gracias a la electrorrecepción, estos peces pueden identificar obstáculos, posibles presas o incluso encontrar pareja.

Animales con una brújula interna

Imagínese cómo sería la vida si tuviéramos una brújula interna. Desde luego, ya no temeríamos perdernos. Pues bien, los científicos han descubierto que en el cuerpo de algunos animales, tales como las abejas y las truchas, hay cristales microscópicos de magnetita, un mineral altamente magnético. Las células donde se encuentran dichos cristales están conectadas al sistema nervioso; de ahí que tanto las abejas como las truchas puedan detectar los campos magnéticos. Es más, las abejas se guían por el campo magnético de la Tierra al construir sus panales y para orientarse.

Algunos investigadores también han hallado magnetita en un tipo de bacteria que vive en los sedimentos marinos. Cuando estos se revuelven, el campo geomagnético actúa sobre la magnetita, la cual alinea a las bacterias de tal modo que estas pueden propulsarse para volver a su hábitat, el lecho marino; de no hacerlo así, morirían.

Muchos animales migratorios —aves, tortugas, salmones y ballenas— también tienen sensibilidad magnética. Sin embargo, parece que no es el único medio que utilizan para orientarse, sino que también usan otros sentidos. Por ejemplo, es probable que el salmón utilice su afinado olfato para encontrar la corriente de agua donde nació. También se sabe que el estornino pinto se guía por el Sol, y otras aves, por las estrellas. Ahora bien, como observó el profesor de Psicología Howard C. Hughes en su libro Sensory Exotica—A World Beyond Human Experience, “es obvio que aún nos queda un largo camino que recorrer antes de resolver estos y otros misterios de la naturaleza”.

Un envidiable sentido del oído

En comparación con los seres humanos, gran número de animales poseen un oído mucho más agudo. Mientras que nosotros percibimos sonidos de entre 20 y 20.000 hercios (o ciclos por segundo), los perros captan sonidos de entre 40 y 46.000 hercios, y los caballos, de entre 31 y 40.000. Los elefantes y las reses advierten incluso los infrasonidos, ondas sonoras cuya frecuencia se encuentra justo por debajo del nivel auditivo del oído humano (pueden llegar a distinguir frecuencias de tan solo 16 hercios). Dado que los sonidos de baja frecuencia llegan más lejos, los elefantes son capaces de comunicarse entre sí a una distancia de cuatro kilómetros o más. De hecho, algunos investigadores sostienen que se podría utilizar a estos mamíferos para predecir terremotos o graves temporales, ya que ambos fenómenos emiten infrasonidos.

Los insectos también tienen un afinado oído: algunos captan los ultrasonidos cuya frecuencia está dos octavas por encima del nivel auditivo del oído humano, y otros detectan los infrasonidos. Ciertos insectos oyen mediante unas membranas planas y delgadas, parecidas al tímpano, que tienen por todo el cuerpo, salvo en la cabeza. Otros oyen con la ayuda de unos delicados pelos que no solo responden al sonido, sino también a los más leves movimientos del aire, como los causados por una mano humana; de ahí que las moscas sean tan difíciles de aplastar con el matamoscas.

¿Se imagina lo que sería escuchar las pisadas de un insecto? Pues así de fino es el oído del murciélago, el único mamífero volador del mundo. Este posee un sistema auditivo muy avanzado, una especie de sonar, que le permite volar en la oscuridad y capturar insectos mediante la ecolocación. * El profesor Hughes dice: “Imagínese un sonar superior al de los submarinos más modernos. Pues ese es el sistema que emplea un pequeño murciélago que cabe fácilmente en la palma de la mano. Contando apenas con un cerebro más pequeño que la uña del dedo pulgar, es capaz de calcular distancias y la velocidad de vuelo, e incluso de identificar la especie de insecto que busca”.

Puesto que la ecolocación exacta también depende de la calidad de la señal sonora emitida, los murciélagos poseen “la habilidad de controlar el tono de su voz de tal forma que despertarían la envidia de cualquier cantante de ópera”, dice cierta obra. * Algunas especies tienen también unos intrincados pliegues en el hocico que, según parece, les permiten emitir chillidos como haces de sonido. Con todas estas “prestaciones”, el sonar de los murciélagos es tan avanzado que puede producir una “imagen acústica” de objetos tan delgados como un cabello.

Además de los murciélagos, emplean la ecolocación al menos dos tipos de aves: las salanganas de Asia y Australia y los guácharos de la América tropical. No obstante, parece que estas aves solo la usan para volar por las cuevas donde pernoctan.

Un sonar submarino

Los mamíferos marinos del suborden de los odontocetos también usan una especie de sonar, aunque los científicos todavía no saben muy bien cómo funciona. Los delfines, por ejemplo, emiten unos audibles clics que se originan en el orificio nasal, no en la laringe. Con la ayuda del melón —una estructura grasosa que tienen en la frente— enfocan el sonido formando un haz que “ilumina” la zona situada delante de ellos. ¿Cómo detectan el eco? Al parecer, no lo hacen con los oídos, sino con la mandíbula inferior y los órganos relacionados, que están conectados al oído medio. Curiosamente, esta región de su cabeza está compuesta del mismo tipo de tejido adiposo que el melón.

Los clics del delfín son asombrosamente parecidos a la representación matemática de una onda llamada función Gabor. El profesor Hughes señala que tal parecido demuestra que los sonidos emitidos por los delfines “son señales de sonar casi perfectas desde el punto de vista matemático”.

Los delfines pueden ajustar la intensidad de sus chasquidos entre un mero susurro y un ensordecedor ruido de 220 decibeles. ¿Cuánto es eso? Para que se haga una idea: una canción de música rock a un volumen fuerte puede tener unos 120 decibeles, y el fuego de artillería 130 decibeles. Equipados con un sonar mucho más potente, los delfines detectan objetos tan pequeños como una bola de ocho centímetros ubicada a 120 metros de distancia o aún más lejos si se trata de aguas tranquilas.

¿No se queda admirado al reflexionar en los asombrosos sentidos de algunos animales? Así les suele suceder a las personas con un criterio bien fundado y una buena dosis de humildad. Este sentimiento de admiración nos lleva a examinar de nuevo al ser humano. Aunque es cierto que nuestros sentidos a menudo palidecen al lado de los de ciertos animales —incluso de los insectos—, solo a nosotros nos impresiona lo que observamos en la naturaleza. ¿Por qué nos sentimos así? ¿Y por qué deseamos comprender no solo cómo son los seres vivos de nuestro planeta, sino su propósito y el lugar que nosotros ocupamos entre ellos?

[Notas]

^ párr. 5 Existen unas cien especies de crotálidos, entre ellos el mocasín cabeza de cobre y el mocasín acuático.

^ párr. 10 Los lectores que estén interesados en la cuestión de si la vida es fruto de la evolución o de un diseñador inteligente pueden leer el libro La vida... ¿cómo se presentó aquí? ¿Por evolución, o por creación?, editado por los testigos de Jehová.

^ párr. 12 Todos los seres vivos, incluidas las personas, producen un débil —pero perceptible— campo eléctrico cuando se hallan sumergidos en el agua.

^ párr. 13 Los peces eléctricos a los que aludimos aquí producen solo descargas muy débiles. Existen otros capaces de emitir descargas mucho mayores, como por ejemplo las rayas eléctricas y las anguilas eléctricas, las cuales utilizan la electricidad para aturdir a sus atacantes o a sus presas. Las anguilas eléctricas podrían matar incluso a un caballo.

^ párr. 21 Existen unas mil especies de murciélagos. Contrario a lo que comúnmente se cree, todos ellos tienen un agudo sentido de la vista, pero no todos cuentan con un sistema de ecolocación. Algunos, como por ejemplo los murciélagos frugívoros, utilizan su magnífica visión nocturna para buscar alimento.

^ párr. 22 Los murciélagos emiten una señal compuesta de varios sonidos con frecuencias que oscilan entre los 20.000 y los 120.000 hercios o más.

[Ilustraciones y recuadro de la página 9]

Una pesadilla para los insectos

“Todos los días, al atardecer, al pie de las ondulantes colinas próximas a San Antonio (Texas), tiene lugar un fenómeno verdaderamente sorprendente —dice el libro Sensory ExoticaA World Beyond Human Experience—. Desde lejos pudiera darle la impresión de que una enorme nube negra surge de las profundidades de la Tierra. No obstante, no es una nube de humo lo que oscurece el cielo vespertino, sino el éxodo masivo de 20.000.000 de murciélagos guaneros del interior de la caverna de Bracken.”

Según cálculos más recientes, su número ha ascendido ya a 60.000.000. Estos mamíferos pueden llegar a elevarse 3.000 metros mientras vuelan en busca de su alimento favorito: los insectos. Aunque los murciélagos inundan el cielo nocturno de llamadas ultrasónicas, no se confunden, pues cada uno posee un sistema muy desarrollado de sonar con el que captan el eco de sus propias llamadas.

[Ilustración]

Caverna de Bracken

[Reconocimiento]

Cortesía de Lise Hogan

[Ilustración]

Murciélago guanero: sonar

[Reconocimiento]

© Merlin D. Tuttle, Bat Conservation International, Inc.

[Ilustración de la página 7]

Abeja melífera: sentido de la vista y sensibilidad magnética

[Ilustración de la página 7]

Águila real: sentido de la vista

[Ilustración de la página 7]

Raya: sensibilidad eléctrica

[Ilustración de la página 7]

Tiburón: sensibilidad eléctrica

[Ilustración de la página 7]

Estornino: sentido de la vista

[Ilustración de la página 7]

Salmón: sentido del olfato

[Reconocimiento]

U.S. Fish & Wildlife Service, Washington, D.C.

[Ilustración de la página 7]

Tortuga: posible sensibilidad magnética

[Ilustración de la página 8]

Elefante: oye sonidos de baja frecuencia

[Ilustración de la página 8]

Perro: oye sonidos de alta frecuencia

[Ilustración de la página 9]

Delfín: sonar