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“El tambor de las mil caras”

“El tambor de las mil caras”

“El tambor de las mil caras”

DE NUESTRO CORRESPONSAL EN SENEGAL

“BRAMA, chilla, llora y grita. Susurra y canta. [...] Es el tambor del registro infinito, el tambor de las mil caras.” ¿Qué despertó la imaginación de la autora de estas frases? Un instrumento africano que se toca con las manos: el djembé.

Para algunas tribus de África occidental, el djembé constituye la médula de lo que es la tradición del tambor. Sus compases suelen acompañar acontecimientos culturales de la vida de la aldea, tales como bodas, funerales y nacimientos, fiestas populares, cosechas e incluso la compra de ropa nueva.

Los djembés vienen en distintas formas y tamaños. De hecho, Burkina Faso, Guinea, Malí y Senegal poseen cada uno su propio estilo peculiar de djembé. El instrumento se fabrica a partir de un tronco macizo, que se ahueca para formar la caja del tambor. Algunas cajas se decoran con sencillez, mientras que a otras se les labran complicados adornos.

Cuando la caja está terminada, el artesano convierte ese esqueleto de madera en un instrumento musical único. Lo primero que hace es tallar, raspar y lijar la armazón hasta darle las dimensiones precisas para producir el sonido deseado. Quizás también cubra el interior con aceite de palma y lo deje secar al sol, procedimiento que ayuda a conservar la madera.

En la parte superior de la caja coloca el parche, hecho con piel de cabra, y lo sujeta con un aro metálico que, a su vez, se mantiene en su sitio mediante unas cuerdas atadas a otros dos aros. ¿Cuánto tensa el artesano las cuerdas? Todo depende del sonido que desee. Mientras va afinando el instrumento, toca de cuando en cuando su son favorito para comprobar el tono.

El djembé cautiva a lugareños y a visitantes por igual. En efecto, después de escuchar una sesión de música improvisada por un grupo de hábiles intérpretes, es difícil olvidar al “tambor de las mil caras”.