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¿Quién salvará nuestras selvas?

¿Quién salvará nuestras selvas?

¿Quién salvará nuestras selvas?

PARA encontrar solución a los problemas que afectan a los bosques tropicales, primero hay que tratar las causas. ¿Cuáles son? La culpable no es únicamente la superpoblación. Las zonas fértiles del planeta pueden satisfacer las necesidades de muchas más personas de las que hay en el mundo.

De hecho, algunos gobiernos están preocupados por los excedentes agrícolas, que provocan la caída de los precios. Hay países que estimulan a los agricultores a convertir sus tierras en lugares recreativos, como recintos de acampada, campos de golf o parques naturales.

Entonces, ¿por qué hay cada vez menos bosques? Debemos analizar otras causas más profundas que las que hemos mencionado hasta ahora.

Las principales causas de la deforestación

Mucho antes de la actual explosión demográfica, numerosas naciones saquearon los bosques en su afán de poder y riqueza. La corona británica, por ejemplo, necesitada de madera para construir buques, acabó con sus robles y con los bosques de teca de Birmania y Tailandia. También desnudó los bosques de la India para dotar a las fundiciones de hierro del combustible necesario. En otros casos, la razón fue conseguir terreno para plantar caucho, café y cacao.

Tras la II Guerra Mundial, las motosierras y las excavadoras arrasaron los bosques como nunca antes. Y se comenzaron a explotar con mayor celeridad los recursos de los frágiles bosques.

Las grandes empresas adquirieron enormes extensiones de tierra fértil, plantaron cultivos comerciales y mecanizaron la recolección. Al quedarse sin trabajo, miles de campesinos se mudaron a las ciudades. A otros, en cambio, los estimularon a irse a la selva con la consigna: “Una tierra sin hombres para unos hombres sin tierra”. Para cuando la gente se dio cuenta de lo difícil que era cultivarla, ya era demasiado tarde: había desaparecido una vasta extensión forestal.

También la corrupción política ha puesto su firma en la sentencia de muerte de muchos bosques. Un permiso de tala cuesta una gran suma de dinero, de ahí que algunos funcionarios deshonestos hayan aceptado sobornos a cambio de otorgar concesiones a corto plazo a empresas madereras muy poco interesadas en el medio ambiente.

No obstante, la mayor amenaza para el ecosistema forestal no es la tala, sino la explotación agrícola de las zonas boscosas. Puede que tal cambio esté justificado si la tierra es fértil, pero los funcionarios corruptos o incompetentes han autorizado la tala de bosques que jamás podrán recuperarse.

Los delincuentes también dañan los bosques. Los leñadores furtivos talan clandestinamente árboles valiosos, incluso en los parques nacionales. Algunos sierran los troncos y los convierten en tablones en el mismo bosque, una práctica ilegal y un verdadero desperdicio. Pagan a los lugareños para que transporten la madera en bicicletas, o incluso a cuestas, y luego, de noche, se la llevan en camiones por solitarias carreteras de montaña para eludir los controles.

La deforestación y la pérdida de la flora y la fauna no son el inevitable resultado del aumento demográfico, sino del comercio ambicioso, la mala gestión, la delincuencia y la corrupción política. En vista de lo anterior, ¿qué esperanza hay de que se conserve la inmensa biodiversidad de las selvas?

¿Qué esperanza hay para las selvas?

“Solo una fracción de los bosques tropicales del mundo se están explotando debidamente”, afirma el libro The Cutting Edge: Conserving Wildlife in Logged Tropical Forest (La nueva explotación forestal y la conservación de la flora y la fauna de los bosques tropicales). Y añade: “En la actualidad, muy pocos bosques —si acaso alguno— son objeto de una adecuada gestión sostenible”. Este tipo de gestión es totalmente factible, pero la realidad mundial es otra: hay una veloz deforestación.

Los datos disponibles indican que Bolivia supone una sorprendente excepción al respecto, pues el 25% de su selva se gestiona de forma sostenible. Con todo, la cifra mundial no llega al 1%, una cantidad desalentadora. La mayoría de los bosques tropicales se explotan sin piedad. El egoísmo y la avaricia son las auténticas fuerzas motrices tras esta destrucción. ¿Es razonable esperar que los comerciantes y los políticos detengan esta tendencia y comiencen a proteger la irremplazable herencia de la humanidad?

La obra Forests of Hope (Bosques de esperanza) concluye poniendo ante la humanidad esta meta ideal: “Descubrir y seguir un estilo de vida que sea apropiado para todo el mundo y que no agote la Tierra ni sus recursos”. Tal objetivo es, sin lugar a dudas, atractivo, pero ¿es realista?

¿Cuál era el propósito de Dios para la Tierra y sus habitantes? Él dio el siguiente mandato a la primera pareja humana: “Llenen la tierra y sojúzguenla, y tengan en sujeción los peces del mar y las criaturas voladoras de los cielos y toda criatura viviente que se mueve sobre la tierra” (Génesis 1:28). Así que Dios autoriza a la humanidad a utilizar la creación, pero tenerla en “sujeción” no significa que pueda arruinarla.

Por ello surge la cuestión: ¿puede el hombre cambiar su forma de vida a escala global para que no “agote la Tierra ni sus recursos”? Para lograrlo se necesita un amor al prójimo y un respeto por la creación de Dios poco comunes en el mundo en que vivimos. Esperar que los líderes políticos adopten o promuevan este estilo de vida es confiar en una fantasía.

Sin embargo, la Palabra de Dios predice un tiempo en que la Tierra rebosará de gente que ame al prójimo y al Creador. Dice la Biblia: “No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina en toda mi santa montaña; porque la tierra ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová como las aguas cubren el mismísimo mar” (Isaías 11:9; Salmo 37:29; Mateo 5:5). Notemos que la gente dejará de causar “daño” o “ruina” gracias al conocimiento que habrán adquirido de Jehová, el Magnífico Creador, y al amor que le profesan. Sin duda, tales personas se asegurarán de no arruinar el planeta.

Esta promesa no es un simple sueño. De hecho, Jehová ya ha comenzado a reunir y enseñar a millones de personas sinceras de toda la Tierra, quienes han aprendido en la Palabra de Dios a llevar una vida basada en la abnegación y el amor al prójimo (Juan 13:34; 1 Juan 4:21). Esta revista, junto con su compañera, La Atalaya, se publica para dar a conocer dicha forma de vida. Le invitamos a que siga aprendiendo, pues nada le resultará más provechoso.

[Ilustraciones de la página 10]

El ser humano cuidará de la hermosa Tierra en vez de arruinarla