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Los delitos violentos. ¿Qué está sucediendo?

Los delitos violentos. ¿Qué está sucediendo?

Los delitos violentos. ¿Qué está sucediendo?

FRANK y Gabriella paseaban por una playa de Oregón (EE.UU.) a primera hora de la mañana, contemplando el amanecer. No podían ni imaginarse que en breves minutos morirían de un disparo a quemarropa en la cabeza. ¿Fue por venganza? ¿Por celos? No. El asesino, un total desconocido, vio realizado su sueño: saber lo que se siente al matar a alguien.

“El domingo 28 de abril de 1996, Martin Bryant captó la atención del mundo occidental. Decidido a pasárselo en grande, se puso a disparar a todo el que se encontraba en su camino mientras paseaba por la ciudad de Port Arthur (Tasmania), lo cual le proporcionó una maravillosa sensación de júbilo y poder.” (A Study of Our Decline [Estudio de nuestra decadencia], de Philip Atkinson.) Aquel día, Bryant mató a 35 personas.

Un jubilado canadiense de 65 años paseaba en bicicleta temprano por la mañana, como era su costumbre, cuando un automovilista lo embistió por detrás y huyó, dándolo por muerto y arrastrando la bicicleta 700 metros. Al principio todo parecía indicar que el conductor se había dado a la fuga, pero las investigaciones revelaron que tal individuo había robado el vehículo para dar un paseo y que, según parece, derribar a un ciclista formaba parte de la “diversión”.

¿Una clase diferente de delitos?

Siempre ha habido crímenes, pero los que acabamos de mencionar hacen que las personas exclamen: “¿Por qué? ¿Cómo es posible que a alguien se le ocurra algo así?”. Mientras que algunos delitos corrientes, como el robo y el fraude, no llaman mucho la atención, hay una creciente categoría de delitos que acaparan los medios informativos y hacen que la gente se diga: “¡Esto es absurdo! ¿Qué le está pasando al mundo?”.

Tales delitos son diferentes. Nos referimos al asesinato —a menudo horrible, despiadado y sin motivo aparente— de personas inocentes que, como en los ejemplos mencionados, no conocen a los perpetradores. La lista de casos de violencia gratuita es interminable.

En abril de 1999, dos estudiantes de Colorado (EE.UU.) mataron a tiros en la escuela a doce de sus compañeros y a un profesor, y después se suicidaron. En 1982, un hombre murió en California tras tomar un medicamento sin receta al que alguien había echado estricnina. En 1993, dos niños de 10 años raptaron a James Bulger, de dos años de edad, mientras su madre compraba en la carnicería de un centro comercial de Bootle (Merseyside, Inglaterra). Lo llevaron a una vía férrea y lo golpearon hasta matarlo.

Algunos crímenes caen en la categoría de actos terroristas. Por ejemplo, en 1995, la nación japonesa quedó consternada cuando miembros de una secta introdujeron un gas venenoso en el metro de Tokio, dejando un saldo de doce muertos y miles de afectados. Por otro lado, pocos pueden olvidar la destrucción del World Trade Center de Nueva York y el ataque al Pentágono (Washington, D.C.), que se cobraron unas tres mil vidas, o los atentados con bomba que tuvieron lugar en Bali (Indonesia) el año pasado, en los que fallecieron casi doscientas personas.

Es obvio que los delitos violentos se están extendiendo; se han convertido en un problema mundial que afecta a muchas naciones y a distintas clases de gente.

En algunos casos parece que los autores compiten entre sí para ver quién comete el crimen más atroz. También son cada vez más comunes los asesinatos a manos de grupos extremistas que se ensañan cruelmente con personas cuyo único “defecto” es pertenecer a otra raza, etnia o religión, como sucedió en 1994 cuando unos ochocientos mil tutsis fueron masacrados en Ruanda.

Todos estos sucesos hacen que muchas personas se pregunten: “¿Qué está sucediendo? ¿Era igual en el pasado? ¿Qué hay detrás de crímenes tan horrendos? ¿Qué posibilidades hay de reducirlos o de eliminarlos?”. Los siguientes artículos responderán a estas y otras preguntas.

[Comentario de la página 4]

A menudo se asesina a personas elegidas al azar y sin ningún motivo aparente