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Observando el mundo

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Pandemia de niños obesos

“La obesidad infantil se está convirtiendo en una pandemia cuyo origen —la comida basura— debe combatirse. Según la Comisión Internacional contra la Obesidad, más del 25% de los niños de 10 años de diversas naciones padecen obesidad o sobrepeso”, señala The New York Times. Encabezan la lista Malta (33%), Italia (29%) y Estados Unidos (27%). Y en Chile, México y Perú están afectados la cuarta parte de los menores de 4 a 10 años. Entre la población infantil de algunos países africanos es más frecuente el exceso de kilos que el déficit. ¿Por qué hay tantos jovencitos gruesos? En Estados Unidos, por ejemplo, “el niño promedio ve cada año 10.000 anuncios de alimentos, en el 95% de los casos, de comida basura, refrescos, golosinas y cereales azucarados, productos muy rentables pero poco nutritivos —indica el periódico The Washington Post—. Las campañas comerciales relacionan la comida rápida y los refrescos con juguetes, juegos, artículos coleccionables, películas y figuras populares. [...] ¿Debería extrañarnos que los chicos obtengan el 15% del total de las calorías de la comida rápida y el 10% de los refrescos azucarados, y que solo consuman la mitad de frutas y verduras que deberían?”.

Abejas contra elefantes

El aumento continuo de la población de elefantes causa problemas en Kenia. Cada dos semanas muere aplastado por ellos un ser humano, y cosechas y árboles sufren el embate de ejemplares errantes. Fritz Vollrath, biólogo de la Universidad de Oxford, ha descubierto un posible agente disuasor. Señala que, cuando estos paquidermos molestan a un enjambre, “no se quedan impasibles, sino que corren con las abejas detrás de sí por varios kilómetros”, sufriendo picaduras en puntos vulnerables alrededor de los ojos, detrás de las orejas, bajo la trompa y en la panza. El citado investigador colocó colmenas en un campo frecuentado por elefantes. De acuerdo con la revista New Scientist, de todos los árboles que contaban con una colmena habitada, ninguno fue atacado, y de los que solo tenían una vacía, resultaron afectados un tercio, mientras que la proporción fue de un 90% en el caso de los que carecían de ella. El señor Vollrath también constató que el corpulento animal huye al oír el sonido de abejas enfurecidas, aunque sea una grabación.

Tardaron en enterarse, pero no en reaccionar

“Los rascacielos son conceptos desconocidos para los masai de este rincón de Kenia [llamado Enoosaen], donde lo único que se destaca en el inmenso horizonte son las acacias y las jirafas que se alimentan de ellas —señala el diario The New York Times—. Por eso, cuando Kimeli Naiyomah regresó en fechas recientes a su aldea tras haber cursado estudios en Estados Unidos, notó que sus paisanos apenas comprendían la tragedia ocurrida el 11 de septiembre en la remota Nueva York. Algunos miembros de aquella apartada comunidad nómada de ganaderos ni siquiera se habían enterado de los sucesos.” Cuando Naiyomah, que se encontraba de visita en Manhattan aquel fatídico día, les contó lo que había presenciado hacía unos ocho meses, les abrumó la tristeza y decidieron hacer algo: regalar catorce vacas, uno de los bienes más valiosos para los masai, a fin de ayudar a las víctimas de la tragedia. Pero dado que transportarlas iba a ser un problema, el funcionario de la embajada norteamericana que las aceptó dijo que “probablemente las vendería y adquiriría joyas masai para donarlas a Estados Unidos”, indicó el Times.

Chicas abusonas

“Entre los muchachos, la intimidación suele consistir en agresiones físicas —señala el diario The Toronto Star—, mientras que entre las chicas, las tácticas son mucho más psicológicas y emocionales.” De acuerdo con los entendidos, cuando las muchachas llegan a la adolescencia se sienten cada vez más abrumadas por el miedo y la ansiedad, lo que incluye la inquietud por lo que opine de ellas el sexo opuesto. Los estudiosos de la conducta creen que, “movidas por las imágenes sensuales de los medios de comunicación, pudieran competir para demostrar quién de ellas tiene el mayor ‘índice de atracción’”. Denise Andrea Campbell, ex presidenta del National Action Committee on the Status of Women (Comité Nacional para Mejorar el Estado de la Mujer), dice: “Muchas jóvenes no saben afrontar directamente sus sentimientos de ira y celos”, de modo que “los expresan de forma indirecta y punitiva”. Tal vez se ensañen con otras chicas y recurran a métodos tales como negarles la palabra, lanzarles malas miradas y difundir rumores y chismes sobre ellas.

Tensiones en el trabajo

“Casi 1 de cada 5 canadienses afirma estar tan agobiado que se ha planteado suicidarse para huir de las presiones”, dice el rotativo The Globe and Mail. ¿Qué origina tal estrés? En un estudio con 1.002 encuestados, el 43% mencionó el trabajo. “Los empleos actuales empujan al trabajador a sus límites físicos y psíquicos”, señala Shimon Dolan, psicólogo organizacional y profesor de la Universidad de Montreal. “Se ve sometido a enormes presiones para que rinda, al tiempo que experimenta gran incertidumbre, pues ignora si tendrá trabajo al día siguiente.” ¿Cómo afrontan la tensión los canadienses? Según el citado periódico, la forma más popular es hacer ejercicio, “a la que siguen leer libros, cultivar aficiones, practicar deportes y estar con los amigos y familiares”.

Beneficios de que los padres lean con sus hijos

“En el caso de los niños problemáticos que pelean, roban o mienten, puede reducirse significativamente su conducta antisocial si sus progenitores adquieren la costumbre de leer con ellos”, señala el diario londinense The Times. Un instituto de Psiquiatría de Londres realizó un estudio de diez semanas con más de cien chicos de cinco y seis años que viven en zonas conflictivas de la ciudad. En dicho estudio se pidió a los padres que “apagaran los teléfonos móviles y se sentaran a leer con sus hijos, presentándoles primero un cuadro general del cuento y tomándose tiempo para pasar las páginas y mirar las ilustraciones”. Los resultados “demostraron claramente que los programas de crianza sencillos y con objetivos definidos son muy eficaces para mejorar el comportamiento a muy temprana edad”, señala el periódico. “Lo que más desean los hijos es atención —comentó el doctor Stephen Scott, director del estudio—, algo que pueden recibir cuando leen con sus padres.”

Voluntarios felices

“Quienes dedican tiempo a actividades no remuneradas afirman estar bastante más contentos con el empleo, la jornada laboral, las relaciones sociales y la espiritualidad que otros grupos”, indica el matutino The Sydney Morning Herald. Según un estudio efectuado por un equipo de investigadores australianos, los voluntarios se encuentran “muy satisfechos con su salud y con el tiempo libre del que disponen, lo que incluye las actividades que en él realizan”, agrega la noticia. El profesor Bob Cummins, de la Universidad Deakin, dijo que Australia cuenta con un gran número de voluntarios: el 32% de los ciudadanos. El citado diario también indicó que quienes trabajan más de sesenta horas semanales —en su mayoría cuidadoras— “están más satisfechos con su salud y su trabajo que otras personas que dedican menos tiempo”.

Navegan por el paso del nordeste

Después de tres intentos fallidos, un equipo de exploradores alemanes ha logrado atravesar el paso del nordeste en un velero de 18 metros de eslora, de acuerdo con el diario londinense The Independent. Esta ruta bordea la costa septentrional rusa, que suele estar obstruida por el hielo. En 1879, el explorador sueco Adolf Nordenskjöld, a bordo de un barco de vapor y vela, fue el primero en recorrerla. “Nunca había visto el paso tan libre de hielo como este verano —comentó Arved Fuchs, jefe del equipo—. Creemos que se debe al calentamiento del planeta y a unos vientos extraños que alejaron de la costa los fragmentos flotantes y nos abrieron el paso.” Con la ayuda de un hidroavión aeroligero y de imágenes obtenidas por satélite de los movimientos de la banquisa, aunque sin rompehielos, lograron recorrer en ciento veintisiete días un total de 8.000 millas náuticas desde la ciudad alemana de Hamburgo hasta la ensenada rusa de Provideniya, en el mar de Bering. Los alimentos de la tripulación venían preparados como los de los astronautas. Con todo, uno de ellos dijo: “Lo único difícil fue convivir con otras once personas durante cuatro meses en un espacio tan reducido”.