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¿Por qué quiero hacerlo todo perfecto?

¿Por qué quiero hacerlo todo perfecto?

Los jóvenes preguntan...

¿Por qué quiero hacerlo todo perfecto?

“Como mi padre era maestro, todos esperaban que sacara la calificación más alta. Algunas noches lloraba hasta quedarme dormida.”—Leah. *

“Soy un perfeccionista. Tengo que ser el mejor o hacer las cosas de forma completamente diferente a como las hacen los demás; si no, no merece la pena el esfuerzo.”—Caleb.

¿QUIERES siempre hacerlo todo perfecto? ¿Vives con la sensación de que, sin importar cuánto te esfuerces, nunca eres lo suficientemente bueno? ¿Eres incapaz de aceptar la crítica? Cuando algo va mal, ¿te culpas a ti mismo diciéndote que eres un tonto, un mediocre o un inútil? Si quieres que algo salga bien, ¿te sientes impulsado a hacerlo personalmente? ¿Temes tanto al fracaso que a veces postergas tus tareas o sencillamente no cumples con ellas?

¿Cómo te llevas con los demás? ¿No tienes amigos porque no has encontrado a nadie que esté a tu altura? ¿Te obsesionas con los errores y defectos de otras personas? Una respuesta afirmativa a cualquiera de estas preguntas probablemente indique que tu problema sea el perfeccionismo. Si ese es tu caso, no eres el único. Este rasgo es común entre los jóvenes, en especial entre los superdotados y los que obtienen las calificaciones más altas. *

¿Cuál es la causa del perfeccionismo? No se sabe a ciencia cierta. El libro Perfectionism—What’s Bad About Being Too Good? (El perfeccionismo: ¿qué hay de malo en ser tan bueno?) brinda la siguiente explicación: “No es una enfermedad, así que usted no puede haberlo contraído. No es hereditario, de modo que no nació con ello. Así que, ¿cómo acabó siendo perfeccionista? Algunos expertos creen que el perfeccionismo hunde sus raíces en la infancia. Las presiones familiares, personales, sociales y de los medios de comunicación, así como los modelos de conducta poco realistas, hacen que algunas personas se esfuercen muchísimo por todo y vivan preocupadas y amargadas por los sentimientos de culpa”.

Sea cual sea la causa, desear hacerlo todo a la perfección puede resultar muy perjudicial. Analicemos más detenidamente qué es el perfeccionismo y por qué puede causarte daño dicha actitud.

¿Qué es el perfeccionismo?

Es más que procurar hacer las cosas bien o enorgullecerse de una labor bien efectuada. Al fin y al cabo, en Proverbios 22:29, la Biblia alaba al hombre que es “hábil en su trabajo”. Las Escrituras también mencionan personas con excelentes aptitudes (1 Samuel 16:18; 1 Reyes 7:13, 14). Por lo tanto, es bueno intentar dar lo mejor de uno mismo y ponerse metas elevadas y realistas. De este modo, es posible ver “el bien a causa [del] duro trabajo” (Eclesiastés 2:24).

Sin embargo, el perfeccionista no halla satisfacción en lo que hace. Su sentido de logro está totalmente trastocado. Según algunos entendidos, el perfeccionismo implica “metas inalcanzables —como la perfección— y una constante insatisfacción, sean cuales sean los logros”. Por consiguiente, constituye “una causa permanente de estrés, que a menudo induce al individuo a pensar que es un fracasado”. Una obra define así el perfeccionismo: “Creencia irracional de que uno o su entorno debe ser perfecto, si no ambas cosas [...]. Actitud dominante de que todo lo que se hace en la vida tiene que salir perfecto, tal y como se ha planeado, sin fallos, sin errores y sin anomalías”.

Pero ¿no dijo Jesús: “Ustedes, en efecto, tienen que ser perfectos, como su Padre celestial es perfecto”? (Mateo 5:48.) Sí, pero Jesús no quería decir que tuviéramos que ser perfectos en el sentido absoluto de la palabra. No hay que olvidar que la Biblia enseña que todos los hombres “han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Entonces, ¿qué quería decir? En las Escrituras, la palabra “perfecto” transmite la idea de plenitud (Mateo 19:21). Cuando Jesús afirmó que debíamos ser perfectos, estaba hablando acerca del amor y animando a sus seguidores a amar más plenamente. ¿Cómo podían hacerlo? Amando incluso a sus enemigos. El escritor bíblico Lucas recoge las siguientes palabras de Jesús: “Continúen haciéndose misericordiosos, así como su Padre es misericordioso” (Lucas 6:36).

No obstante, quienes son perfeccionistas actúan como si fuera posible ser perfectos en sentido absoluto, razón por la que a veces exigen mucho del prójimo. Según el libro Nunca satisfecho. Libérese de las cadenas del perfeccionismo, los perfeccionistas se sienten “frustrad[o]s por la forma en que los demás hacen su trabajo [...]. En su opinión, las personas que los rodean no se preocupan de hacer un buen trabajo ni se enorgullecen de lo que hacen”.

Carly, por ejemplo, es una estudiante sobresaliente, de ahí que la incluyeran en un programa para alumnos superdotados. Sin embargo, no es muy buena para las relaciones interpersonales. En su afán por que todo sea perfecto, ha perdido a la mayoría de sus amigos. “Creo que eran muy imperfectos”, comenta.

Otros esperan perfección, no de los demás, sino de sí mismos. El libro Nunca satisfecho explica que tales individuos opinan que “ellos o sus acciones son imperfectos [...,] y están especialmente preocupados por lo que los demás piensan de ellos”.

El problema de intentar ser perfecto

En vista de lo mencionado, el perfeccionismo no es, ni mucho menos, una actitud sana ni beneficiosa, sino todo lo contrario: una tendencia malsana y perjudicial. Además, no fomenta el éxito, sino el fracaso. Un cristiano llamado Daniel recuerda la ocasión en que preparó arduamente un discurso que tenía que presentar en un Salón del Reino de los Testigos de Jehová de su localidad. Aunque muchos de sus oyentes lo encomiaron por su buen trabajo, el instructor le dio amablemente algunos consejos útiles para mejorar. La Biblia nos insta a “escucha[r] el consejo y acepta[r] la disciplina” (Proverbios 19:20); pero Daniel, en vez de aceptar la crítica constructiva, se sintió un fracasado. “Deseaba que me tragara la tierra”, recuerda. De hecho, estuvo semanas sin poder dormir.

Como ves, el perfeccionismo puede entorpecer el proceso de aprendizaje. En un artículo publicado en un sitio de Internet que contiene información para los jóvenes, una chica llamada Rachel escribe: “Comencé la escuela superior resuelta a sacar buenas notas. Siempre había obtenido las más altas calificaciones y jamás pensé que dejaría de ser así”. Pero Rachel no tardó en descubrir que tenía problemas con el álgebra. “Solo” obtuvo un 9 cuando ella esperaba conseguir la nota máxima, es decir, un 10. “A todo el mundo le parecía una buena nota —recuerda—, pero para mí [...] era un bochorno. Empecé a preocuparme muchísimo [...;] tenía miedo de pedir ayuda al profesor porque pensaba que si admitía que necesitaba ayuda con las tareas, estaría reconociendo que no entendía la materia. [...] Hubo veces en que casi llegué a creer que la muerte era mejor que el fracaso.”

Movidos por el temor al fracaso, algunos jóvenes incluso se han planteado el suicidio. Afortunadamente, la mayoría no piensa en tomar una medida tan drástica, pero como observa Sylvia Rimm, especialista en salud mental, quizá opten por no hacer nada antes que correr el riesgo de fracasar. De acuerdo con la señora Rimm, algunos perfeccionistas “olvidan o no entregan sus tareas, no se sienten satisfechos con sus logros y ponen excusas”.

Por otro lado, hay jóvenes que hacen lo que sea con tal de asegurarse el éxito. “Yo me quedaba hasta tarde por las noches realizando trabajos para la escuela; los quería perfectos”, confiesa Daniel. El problema es que estos extremos resultan contraproducentes, pues cuando uno tiene sueño, es más probable que no rinda bien.

No es de extrañar, pues, que se haya relacionado el perfeccionismo con un estado de ira crónico, falta de amor propio, sentimientos de culpa, pesimismo, trastornos del apetito y depresión. Ahora bien, la más grave repercusión de todas es el daño espiritual. Por ejemplo, la Biblia manda a los cristianos hablar públicamente de su fe (Romanos 10:10; Hebreos 10:24, 25). Sin embargo, una chica llamada Vivian se frenaba de comentar en las reuniones cristianas por temor a no expresarse con claridad, y una joven de nombre Leah confesó tener un problema parecido: “Si me equivoco, otros se llevarán una opinión errónea de mí, así que me reservo mis comentarios”.

Huelga decir, entonces, que el deseo de querer ser perfecto es dañino y malsano. Así que, si demuestras algunas de las actitudes mencionadas, quizás tengas que efectuar algunos cambios en tu forma de pensar. En un próximo artículo examinaremos cómo puedes lograrlo.

[Notas]

^ párr. 3 Se han cambiado algunos nombres.

^ párr. 6 Un estudio realizado en cierta escuela reveló que el 87,5% de sus mejores alumnos tendían a ser perfeccionistas.

[Ilustración de la página 12]

El temor al fracaso impide que algunos jóvenes terminen sus tareas

[Ilustración de la página 13]

El perfeccionismo puede causar depresión y falta de autoestima