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¿Cómo puedo dejar de ser tan perfeccionista?

¿Cómo puedo dejar de ser tan perfeccionista?

Los jóvenes preguntan...

¿Cómo puedo dejar de ser tan perfeccionista?

“El perfeccionismo prácticamente controla mi vida.”—Carly.

EL PERFECCIONISMO, ese deseo de hacerlo todo absolutamente perfecto, afecta el modo de pensar de muchos jóvenes.

El libro Perfectionism—What’s Bad About Being Too Good? (El perfeccionismo: ¿qué hay de malo en ser tan bueno?) señala: “Hay una gran diferencia entre el sano deseo de hacer las cosas lo mejor posible y la lucha enfermiza por lograr metas inalcanzables. Quienes procuran hacer las cosas bien quizá tengan un gran afán por el orden y la organización, y esperen mucho de sí mismos, pero también aceptan sus errores y los afrontan de forma constructiva. [...] Los perfeccionistas, en cambio, viven con la constante preocupación de cometer un error. Sus expectativas son sumamente elevadas”.

¿Encajas tú en esta descripción? Si te pones metas inalcanzables, es muy posible que te frenes y no te atrevas a hacer cosas nuevas o que tiendas a postergar los asuntos importantes por miedo al fracaso. Puede que hasta te sientas inclinado a rechazar a todo aquel que no está a la altura de tus exigencias, con lo cual, tarde o temprano, te quedarás sin amigos.

Si este es tu caso, piensa en lo que dice la Biblia en Eclesiastés 7:16: “No te hagas justo en demasía, ni te muestres excesivamente sabio. ¿Por qué debes causarte desolación?”. En efecto, el perfeccionista puede causarse a sí mismo “desolación”. De hecho, se ha vinculado el perfeccionismo con peligrosos trastornos alimentarios como la anorexia nerviosa y la bulimia. *

Ahora bien, ¿cómo dejar de ser perfeccionista? La verdad es que cambiar la forma de pensar no es fácil. Pero con la ayuda divina es posible lograrlo. Así pues, examinemos cómo ve Dios esta tendencia.

¿Es posible alcanzar la perfección?

Antes que nada, ¿puedes ser perfecto en el sentido absoluto de la palabra? No según la Biblia, que dice: “No hay justo, ni siquiera uno [...]. Todos se han desviado, todos juntos se han hecho inútiles” (Romanos 3:10-12). Estas palabras dan que pensar, ¿verdad? Indican que cualquiera que intente ser totalmente perfecto fracasará.

Fíjate en el caso del apóstol Pablo. Aunque era un hombre sumamente espiritual, no podía servir a Dios de forma impecable. En cierta ocasión confesó: “Cuando deseo hacer lo que es correcto, lo que es malo está presente conmigo. Verdaderamente me deleito en la ley de Dios conforme al hombre que soy por dentro, pero contemplo en mis miembros otra ley que guerrea contra la ley de mi mente y que me conduce cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros” (Romanos 7:21-23). Fue solo gracias a la ayuda divina que Pablo pudo ser un cristiano fiel.

Afortunadamente, Dios no exige ni espera de nosotros perfección absoluta, pues “él mismo conoce bien la formación de nosotros, y se acuerda de que somos polvo” (Salmo 103:14). Solo podremos alcanzar la perfección en el nuevo mundo de Dios.

Modifica tus expectativas

Mientras tanto, no es realista pensar que uno puede hacerlo todo bien. De hecho, debes hacerte a la idea de que es inevitable equivocarse de vez en cuando (Romanos 3:23). Es más, hay veces en que ni siquiera nos percatamos de nuestros errores. El Salmo 19:12 dice: “Nadie parece darse cuenta de los errores que comete” (Traducción en lenguaje actual). Un joven llamado Matthew comenta: “No eres perfecto; en este mundo nadie lo es. Si quieres ser perfecto, nunca vas a ser feliz. [...] No es un objetivo realista. Es imposible”.

Con esto presente, ¿por qué no modificas algunas de tus expectativas? Por ejemplo, ¿estás empeñado en ser el mejor cueste lo que cueste? Además de ser un proceder agotador, la Biblia indica que actuar así es “vanidad y un esforzarse tras el viento” (Eclesiastés 4:4). Lo cierto es que son pocos los que logran sobresalir. Y aunque lo consigan, por lo general es solo cuestión de tiempo el que aparezca alguien que los supere.

El apóstol Pablo aconsejó: “Digo a cada uno que está allí entre ustedes que no piense más de sí mismo de lo que sea necesario pensar; sino que piense de tal modo que tenga juicio sano” (Romanos 12:3). ¡Sé realista! Modifica tus expectativas para que sean acordes con tus habilidades, así como con tus limitaciones. Procura hacer las cosas bien, pero no busques perfección. Ponte metas específicas que sean alcanzables.

Por ejemplo, Pablo exhortó a Timoteo a esforzarse por ser un “trabajador que no tiene de qué avergonzarse, que maneja la palabra de la verdad correctamente” (2 Timoteo 2:15). Pero aunque lo animó a superarse a sí mismo, no esperaba de él perfección. Haz tú lo mismo, fíjate metas razonables. Y si no estás seguro de qué es razonable, habla con tus padres o con un adulto de confianza.

Según algunos entendidos, es bueno que intentes hacer algo que no se te dé bien, como practicar un deporte nuevo o tocar un instrumento musical. Claro, en lo que aprendes, vas a cometer muchos errores. Pero eso no está del todo mal, pues quizá te ayude a ver que equivocarse forma parte del proceso de aprendizaje.

Sin importar qué sea lo que tengas que hacer —escribir una redacción para la escuela o aprender a tocar una sonata para piano—, ten presente el siguiente consejo del apóstol Pablo: “No sean holgazanes en sus quehaceres” (Romanos 12:11). Así es, no pospongas tus tareas solo porque te da miedo fracasar.

Una joven adquirió la costumbre de posponer los deberes de la escuela con la excusa de que se estaba “organizando”. Aunque organizarse es bueno, asegúrate de no usarlo como excusa para postergar tus tareas. La muchacha mencionada se dio cuenta con el tiempo de que “entregar un trabajo que no te satisface totalmente es mejor que no entregar ninguno”.

Destierra los pensamientos negativos

Claro, probablemente no te resulte fácil soportar la idea de que uno de tus trabajos no esté perfecto. Quizá te asalten pensamientos negativos. ¿Qué puedes hacer? Puesto que dejarte llevar por tal modo de pensar solo te hará daño, debes hacer un esfuerzo deliberado por no ser hipercrítico contigo mismo. Ríete de tus errores. Al fin y al cabo, también hay “tiempo de reír” (Eclesiastés 3:4). Recuerda, además, que Jehová no aprueba el habla injuriosa, ni siquiera cuando es contra nosotros mismos contra quienes pronunciamos tales injurias, o insultos (Efesios 4:31).

En vez de reprocharte todo el tiempo tus errores, pon en práctica las palabras de Proverbios 11:17: “Un hombre de bondad amorosa está tratando recompensadoramente con su propia alma, pero la persona cruel está acarreando extrañamiento a su propio organismo”. Piensa en esto: ¿te ha ayudado a hacer amigos el ser tan exigente? Lo más probable es que no. Quizá hasta hayas rechazado a algunas personas porque no eran perfectas. Entonces, ¿qué puedes hacer?

Obedece el siguiente consejo bíblico: “Continúen soportándose unos a otros y perdonándose liberalmente unos a otros si alguno tiene causa de queja contra otro” (Colosenses 3:13). En efecto, si eres más razonable en cuanto a lo que esperas de los demás, te será más fácil tener amigos.

Tal vez te preguntes por qué querría evitarte la gente por el simple hecho de ser perfeccionista. Pues bien, piensa en el efecto que puede tener en los demás el que hables de lo mucho que esperas lograr. El libro When Perfect Isn’t Good Enough (Cuando nunca se está satisfecho) señala: “Quejarte sin parar cada vez que no consigues la calificación más alta puede ser un insulto para aquellos amigos que, con mucho esfuerzo, han conseguido una nota buena o medianamente buena”. Así pues, procura ser menos negativo y egocéntrico, y verás como la gente se siente mucho más a gusto contigo.

Carly, mencionada al principio, resume así la situación: “Tengo que obligarme a aflojar un poco en mi empeño por ser perfecta”. ¿Cómo puedes hacerlo tú también? Meditando sobre cómo ve Dios los asuntos. Si todavía te cuesta dominar tus pensamientos, habla con tus padres o con un cristiano maduro de la congregación. Pídele a Dios que te ayude a cambiar tu modo de pensar. La oración puede ayudarte mucho a combatir el perfeccionismo (Salmo 55:22; Filipenses 4:6, 7).

Recuerda siempre que Jehová no te exige que seas perfecto; solo espera que le seas fiel (1 Corintios 4:2). Si te estás esforzando por serle fiel a Dios, puedes sentirte satisfecho contigo mismo, aunque no seas perfecto.

[Nota]

^ párr. 7 Consulta el artículo “¿Por qué quiero hacerlo todo perfecto?”, de nuestro número del 22 de julio de 2003.

[Ilustración de la página 17]

El temor al fracaso pudiera impedir que hagas muchas cosas

[Ilustración de la página 18]

Tratar de aprender cosas nuevas puede ayudarte a ver que es normal cometer errores