El acoso: algunas de sus causas y consecuencias
El acoso: algunas de sus causas y consecuencias
¿QUÉ impulsa a un niño a hostigar a otro? Si usted ha sufrido alguna vez el acoso de alguien, tal vez se sienta tentado a decir que no le importa el porqué de su conducta, pues no hay nada que la justifique. Y probablemente esté en lo cierto. Sin embargo, existe una gran diferencia entre buscar razones y buscar excusas. Las razones por las que un niño se convierte en un abusón no justifican su mal comportamiento, pero quizá nos ayuden a comprenderlo. Y tal comprensión puede resultar muy valiosa. ¿Por qué?
Un antiguo proverbio dice: “La perspicacia del hombre ciertamente retarda su cólera” (Proverbios 19:11). A veces, la víctima de acoso deja que la cólera la ciegue y la llene de frustración e incluso odio. Pero si es perspicaz y comprende por qué el agresor actúa de cierta manera, quizá logre apaciguar la ira que siente. Eso, a su vez, le permitirá pensar con mayor claridad y buscar una solución. Así pues, analicemos algunas de las causas de este inaceptable comportamiento.
¿Qué hay detrás del acoso?
En muchos casos, los años de formación del acosador han estado marcados por el mal ejemplo de sus progenitores o por un absoluto abandono. Muchos de ellos han tenido padres fríos o indiferentes, o padres que les han enseñado a valerse de la ira y la violencia para resolver los problemas. Quienes se han criado en ese entorno familiar quizá no se percaten de que sus agresiones físicas y verbales constituyen acoso. De hecho, es posible que hasta piensen que su conducta es normal y aceptable.
Una joven de 16 años que había sido maltratada por su padrastro y sus compañeros de escuela dice que empezó a intimidar a otras personas cuando llegó a la secundaria. Ella admite: “Estaba tan enojada; buscaba peleas con todo el mundo. El dolor que sientes hace mella en ti. Y entonces quieres que los demás también lo sientan”. Aunque la violencia física tal vez no sea muy común entre las muchachas, sí lo es la ira que hay detrás de dicho comportamiento. *
En muchas instituciones educativas se concentra un gran número de alumnos de distintos antecedentes, los cuales han sido criados de muy diversas formas. Es triste decirlo, pero algunos son agresivos porque en su casa han aprendido que el mejor modo de salirse con la suya es intimidando a otros y agrediéndolos verbalmente.
Por desgracia, tales métodos muchas veces funcionan. Shelley Hymel, consejera adjunta de Educación de la Universidad de Columbia Británica (Canadá), quien ha estudiado durante veinte años el comportamiento de los niños, señala: “Algunos chicos tratan de arreglárselas como sea para obtener lo que buscan, y lamentablemente, la intimidación surte efecto. Consiguen lo que desean: poder, prestigio y atención”.
Otro factor que contribuye a que el problema del acoso aumente es la falta de supervisión. Muchas víctimas se sienten desamparadas, y lo triste es que en la mayoría de los casos esa es la realidad. Debra Pepler, directora del LaMarsh Centre for Research on Violence and Conflict Resolution —un centro de investigación sobre la violencia—, de la Universidad de York (Toronto, Canadá), estudió el comportamiento de los alumnos en el patio de recreo de la escuela y observó que los maestros solo descubrían y detenían el 4% de los casos de intimidación.
Sin embargo, la doctora Pepler opina que es de crucial importancia que alguien intervenga. Ella señala: “Los niños son incapaces de resolver el problema porque es una cuestión de poder; cada vez que uno de ellos se mete con otro, su poder se refuerza”.
Entonces, ¿por qué no se denuncian más casos de hostigamiento? Porque las víctimas están convencidas de que si lo hacen, la situación se agravará. Por ello, hasta cierto punto, muchos jóvenes han pasado sus años escolares en un constante estado de ansiedad e inseguridad. ¿Con qué consecuencias?
Secuelas físicas y emocionales
Un informe de la National Association of School Psychologists de Estados Unidos señala que, por temor al hostigamiento, en ese país faltan a la escuela diariamente más de ciento sesenta mil estudiantes. Los jovencitos que sufren este tipo de acoso a menudo dejan de hablar de la escuela o de una asignatura o actividad escolar en particular, e intentan perderse clases, llegar todos los días tarde y hasta inventarse excusas para ni siquiera ir.
¿Cómo puede reconocerse a los niños que son víctimas de la intimidación de sus compañeros? Pues bien, estos suelen volverse irritables y retraídos, ponerse de mal humor, sentirse frustrados y parecer cansados. Además, a veces se comportan de forma agresiva en su casa, con sus amigos o con otros muchachos de su edad. Los niños que presencian por casualidad el trato intimidatorio de sus compañeros también sufren, pues el temor que les infunde dicha conducta disminuye su capacidad de aprendizaje.
Pese a todo esto, la revista Pediatrics in Review señala: “Para las víctimas y para la sociedad, la consecuencia más grave del acoso es la violencia que genera, la cual induce en ocasiones al suicidio y al asesinato. El sentimiento de impotencia de los niños que sufren intimidación puede ser tan profundo que algunos reaccionan atacando mortalmente al agresor o quitándose la vida”.
El doctor Ed Adlaf, investigador científico y profesor de Ciencias de la Salud de la Universidad de Toronto, comenta con preocupación que “tanto los acosadores como sus víctimas tienen muchas más probabilidades de sufrir problemas emocionales ahora y en el futuro”. Durante el año lectivo de 2001-2002 se encuestó a más de doscientos veinticinco mil estudiantes de Ontario (Canadá), y los resultados revelaron que de un cuarto a un tercio de ellos eran o bien culpables de acoso, o bien víctimas de este. Además, 1 de cada 10 jóvenes de ese mismo grupo había pensado seriamente en suicidarse.
Las personas que son blanco de un acoso constante pueden perder la confianza en sí mismas e incluso ver arruinada su carrera. También pueden padecer graves problemas de salud. Muchas sufren dolores de cabeza, insomnio, ansiedad y depresión, y algunas llegan a presentar síntomas de estrés postraumático. Mientras que las víctimas de agresiones físicas suelen recibir el apoyo compasivo de otros, quienes son acosados psicológicamente tal vez no obtengan el mismo respaldo, pues el daño no es tan obvio. En lugar de compadecerse de la víctima, sus familiares y amigos tal vez se cansen de escuchar sus quejas.
Los acosadores también se perjudican a sí mismos. Si no se les corrige a temprana edad, probablemente acaben hostigando a sus compañeros de trabajo. De hecho, según ciertos estudios, los niños que agreden a otros adquieren un patrón de comportamiento que perdura hasta la edad adulta, y también hay más probabilidades de que lleguen a tener antecedentes penales.
Repercusiones en la familia
El acoso laboral afecta la estabilidad y la tranquilidad familiar. En algunos casos impulsa inexplicablemente a la víctima a desquitarse con sus seres queridos. A veces induce al cónyuge o a otro miembro de la familia a enfrentarse al acosador para demostrar, de modo erróneo, que apoya a la víctima, mientras que en otras ocasiones, el cónyuge culpa a la víctima de provocar el acoso. En cualquier caso, el hostigamiento prolongado puede acabar incluso con la paciencia de cónyuges que por lo general apoyan a su pareja. Con el paso de los años, existen más posibilidades de que la familia se desintegre.
El acoso psicológico también puede truncar la carrera profesional de una persona y privarla de sus medios de vida. A veces conduce a la separación matrimonial, el divorcio o hasta el suicidio. Entre la mitad y dos tercios de las víctimas de acoso laboral de Australia admitieron que el problema había afectado su relación con las personas más allegadas a ellas, tales como su pareja, su cónyuge u otros miembros de la familia.
El elevado precio del acoso
El acoso laboral también cuesta mucho dinero a los empresarios. En lo que respecta al acosador, puede tratarse tanto de una mujer como de un hombre, de un jefe mordaz o de un compañero maquinador. Su comportamiento se caracteriza por un afán de controlarlo todo, estar pendiente de hasta el último detalle y humillar a su víctima —a menudo enfrente de otras personas— con sus continuas críticas destructivas. Estos individuos casi nunca se dan cuenta de su descortesía ni se disculpan por su conducta. Sus víctimas suelen ser trabajadores competentes y leales que gozan de la simpatía del resto de los compañeros.
La eficacia de los empleados que sufren hostigamiento tiende a disminuir, y lo mismo sucede con la productividad de los que presencian dicha conducta. Además, el acoso laboral socava la lealtad y dedicación de los trabajadores a la empresa. De acuerdo con cierto informe, este tipo de abuso le cuesta a la industria británica unos 3.000.000.000 de dólares al año, y se dice que ocasiona más del treinta por ciento de los casos de enfermedad relacionados con el estrés.
Como hemos visto, el acoso es un problema mundial; de ahí que surja la siguiente pregunta: ¿hay algo que pueda hacerse para ponerle freno y eliminarlo?
[Nota]
^ párr. 6 Las chicas suelen recurrir a otras formas de acoso, tales como la exclusión social y la difusión de rumores. No obstante, parece que cada vez hay más muchachas que también recurren a la violencia.
[Ilustración de la página 7]
Las víctimas de un acoso constante pueden desalentarse y sentirse solas
[Ilustración de la página 7]
El acoso laboral es, lamentablemente, un problema muy común