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Un punto de vista equilibrado de la moda

Un punto de vista equilibrado de la moda

Un punto de vista equilibrado de la moda

LA Biblia dice que Dios “todo lo ha hecho bello a su tiempo” (Eclesiastés 3:11). Solo tenemos que mirar a nuestro alrededor para comprobarlo. De hecho, también percibimos esa belleza en los seres humanos.

Por eso, los diseñadores de ropa tratan de realzar nuestro atractivo con sus creaciones. Sin embargo, como se ha visto en el artículo anterior, la industria de la moda ha cambiado el concepto de belleza. La profesora de Psicología Ruth Striegel-Moore observa: “Nos hemos acostumbrado tanto a ver mujeres extremadamente delgadas que hemos llegado a pensar que ese es el ideal de belleza”.

Está claro, pues, que no es sensato permitir que el actual concepto de belleza del mundo nos presione para que nos adaptemos a él. En su libro Always in Style (Siempre a la moda), Doris Pooser señala que “la mujer de hoy no tiene por qué cambiar o camuflar su cuerpo cada vez que surja un nuevo ‘ideal’”. Así es, ¿por qué permitir que los medios de comunicación nos impongan su propio estereotipo? “Es mucho más fácil ser uno mismo que tratar desesperadamente de cambiar”, añade la citada autora.

Una belleza incorruptible

El que nos sintamos seguros de nosotros mismos y satisfechos en la vida no depende exclusivamente de que seamos bien parecidos. Judy Sargent, que en el pasado sufrió de anorexia, escribe: “La verdadera felicidad proviene del interior. No se puede obtener leyendo los números de una báscula”. La Biblia va aún más allá. “Que su belleza —escribió el apóstol Pedro— sea más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Ésta sí que tiene mucho valor delante de Dios.” (1 Pedro 3:4, Nueva Versión Internacional.)

Así es, la belleza incorruptible a la que alude Pedro es mejor que el encanto físico, pues es permanente y valiosa a los ojos de Dios. Hace muchos siglos, un rey sabio dijo: “El encanto puede ser falso, y la belleza puede ser vana; pero la mujer que teme a Jehová es la que se procura alabanza” (Proverbios 31:30).

Aunque la belleza física quizás atraiga más la atención hoy en día, mucha gente todavía respeta a quienes demuestran cualidades cristianas. El apóstol Pablo exhortó a los cristianos: “Vístanse de la nueva personalidad, [...] de los tiernos cariños de la compasión, la bondad, la humildad mental, la apacibilidad y la gran paciencia” (Colosenses 3:10, 12).

La moda es efímera por naturaleza. Incluso en el mejor de los casos, las nuevas tendencias solo nos embellecen por un tiempo. Es más, cualquier buena impresión que podamos causar se desvanecerá rápidamente si nuestra personalidad no complementa nuestro aspecto. Recordemos que “el fruto del espíritu” —con cualidades como el amor, el gozo, la paz, la gran paciencia, la bondad y el autodominio— nunca pasa de moda (Gálatas 5:22, 23; 1 Timoteo 2:9, 10).

Ahora bien, hay que admitir que nuestra vestimenta merece atención. Aline, de Francia, reconoce que ser equilibrado a este respecto constituye un desafío. “Cuando era una adolescente —comenta—, me interesaba mucho por la ropa. Quería ir a la última moda porque así me sentía segura de mí misma. Y si podía comprarme ropa de marca, mejor que mejor.

”Pero al llegar a adulta, cuando tuve que mantenerme a mí misma y empecé a dedicar gran parte de mi tiempo al ministerio cristiano —añade Aline—, me di cuenta de que si quería vivir de acuerdo con mis posibilidades, ya no podía ser esclava de la moda. Así que comencé a comprar en época de rebajas y a acudir a tiendas que ofrecen precios más asequibles. Todavía podía vestir bien, pero por una cuarta parte de lo que antes pagaba. El secreto está en comprarte ropa que te quede bien, que sea práctica, que combine con lo que ya tienes y que no pase de moda enseguida. En vez de permitir que la moda me dicte lo que tengo que comprar, trato de ver qué estilo me sienta bien. No es que la ropa haya dejado de importarme, pero ahora sé que mi valor como persona no depende exclusivamente de mi aspecto.”

En una sociedad donde la imagen a menudo cuenta más que el yo interno, los cristianos deben tener presente este sensato recordatorio bíblico: “Cuanto hay de malo en el mundo —pasiones carnales, turbios deseos y ostentación orgullosa—, del mundo procede y no del Padre. Pero el mundo y sus pasiones se desvanecen; sólo el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:16, 17, Traducción interconfesional).

[Ilustración de la página 9]

La verdadera belleza depende de nuestro yo interno, no de la ropa que llevamos

[Ilustración de la página 10]

Escoja prendas que sean prácticas y que le combinen con lo que ya tiene