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Danzar con las grullas

Danzar con las grullas

Danzar con las grullas

DE NUESTRO CORRESPONSAL EN ESPAÑA

EN Pusan (Corea del Sur) se puede ver una singular danza popular: unos hombres con mantos blancos y altos gorros negros agitan los brazos, giran, hacen reverencias y hasta se sostienen en un solo pie.

Sus peculiares movimientos improvisados tienen una sencilla explicación: imitan a las grullas de Manchuria, que por siglos han invernado en Corea del Sur. La original danza de las grullas impresionó tanto a los pobladores que crearon su propia danza, basándose en las posturas que adoptan dichas aves.

A 1.500 kilómetros de distancia, el Parque Nacional Kushiro Shitsugen, en Hokkaido (Japón), recibe bandadas de amantes de la naturaleza que acuden a observar grullas de verdad. Gracias a un programa de alimentación artificial que se implementa durante los crudos meses de invierno, una colonia de grullas de Manchuria ahora cuenta con varios cientos de miembros. Contemplar el vigoroso baile en la nieve de un grupo de estas elegantes aves de plumaje blanco y negro es un espectáculo sumamente bello. Jennifer Ackerman, reportera de National Geographic, describe su embeleso valiéndose del término japonés aware, el cual, según explica, denota “el sentimiento que surge frente a la intensa belleza de algo efímero”.

Las grullas se hallan en todo el mundo, excepto en Sudamérica y la Antártida, y desde la antigüedad han cautivado al hombre. Aparecen en pinturas rupestres de África, Australia y Europa. En el Lejano Oriente constituyen uno de los temas favoritos de los artistas, pues representan la longevidad y la felicidad. También son símbolo de la felicidad conyugal —quizás porque se mantienen fieles a su pareja de por vida—, y su estampa es frecuente en los kimonos de boda. Por su rareza y belleza, los coreanos catalogan a la grulla de Manchuria como un “monumento natural”. En los billetes japoneses de 1.000 yenes aparecen grullas danzando. Y hace nada menos que dos mil quinientos años, los chinos crearon la “danza de las grullas blancas”. Quizás sea nuestra singular atracción por la danza la razón de que les guardemos un afecto especial a estas aves.

La danza de las grullas

Las quince especies que integran la familia de las grullas danzan, e incluso los polluelos de menos de dos días de edad hacen su intento. “Hay otras aves que danzan también —explica el libro Handbook of the Birds of the World (Guía de aves del mundo)—, pero ninguna a tal grado [...] ni de una forma tan bella a los ojos humanos.” Las grullas ejecutan una danza muy variada y siempre espectacular, si se toma en cuenta lo grandes que son, las elegantes posturas que adoptan y sus impresionantes saltos con las alas extendidas. Por lo común, el baile comprende “prolongadas y complejas secuencias coordinadas de reverencias, saltos, carreras y vuelos cortos”, añade la guía antes mencionada. Y, tal como sucede con los humanos, cuando unas cuantas grullas empiezan el baile, todas las demás quieren participar. En África se han observado hasta 60 parejas de grullas coronadas grises danzando al unísono.

¿Por qué lo hacen? ¿Es una forma de hacer ejercicio, de comunicarse, de cortejar, de dar una señal de alarma, o sencillamente una demostración de buen humor? Pudiera deberse a una o a todas las razones mencionadas. Aunque es cierto que les gusta bailar por parejas y que la danza forma parte de su ritual de cortejo, hasta las grullas jóvenes bailan, y por lo general son ellas las más entusiastas. “Cualquiera que sea su motivo, es un deleite observarlas”, señala en conclusión el Handbook of the Birds of the World.

El vuelo

A las grullas se las oye mucho antes de poder verlas. Un potente trompeteo anuncia su presencia aun a kilómetros de distancia. Al parecer, el reclamo ayuda a la bandada a mantenerse unida durante los largos vuelos migratorios que la mayoría de las especies realizan desde el norte del planeta, donde se hallan sus territorios de cría. En el otoño recorren enormes distancias desde Canadá, Escandinavia o Siberia hacia los climas más templados de China, la India, Estados Unidos (en Texas) o la región mediterránea. Son viajes peligrosos y a la vez agotadores. Se ha visto a algunas grullas comunes volar a altitudes de casi 10.000 metros en su travesía por el Himalaya hacia la India. Siguen la típica formación de vuelo en V, aprovechando las corrientes térmicas para planear tanto como sea posible. Pero cuando cruzan masas de agua, dependen exclusivamente de la fuerza de sus alas. *

El ornitólogo español Juan Carlos Alonso ha estudiado durante casi veinte años los hábitos migratorios de las 70.000 grullas comunes que invernan en España. “Anillamos algunas aves, y a otras les colocamos pequeños radiotransmisores con el fin de rastrear su vuelo migratorio —explica—. Siento una gran emoción al encontrar en el área de invernada, en España, algún ejemplar que no era más que un polluelo cuando yo mismo lo anillé en el norte de Alemania. Las rutas migratorias de las grullas han sido las mismas por siglos. Un ave anillada en Finlandia fue descubierta invernando muy al sur, en Etiopía, mientras que otras, originarias de Siberia, invernan en México.”

Su lucha por sobrevivir, con ayuda humana

En el presente, nueve de las quince especies de grullas se hallan en peligro de extinción. La más amenazada es la grulla chillona de Norteamérica, que vio reducida su población a tan solo catorce ejemplares en 1938. Pero gracias a un programa de reproducción en cautividad y la protección de hábitats estratégicos, la población ha ascendido a más de trescientas aves. Los naturalistas ahora están criando polluelos para luego reincorporarlos a áreas silvestres protegidas. Últimamente, con la ayuda de aviones ultraligeros, se ha logrado enseñar a unas cuantas grullas chillonas a emigrar. En Rusia, los científicos han tomado medidas similares para proteger a la amenazada grulla siberiana.

Una de las más conmovedoras historias con final feliz procede de Japón. En Hokkaido, una colonia pequeña de grullas de Manchuria no emigró, pues encontró alimento suficiente durante los meses de invierno a lo largo de arroyos cercanos a fuentes termales. Sin embargo, en el crudo invierno de 1952, hasta esas corrientes de agua se congelaron, y la pequeña bandada de treinta aves parecía condenada a desaparecer. Pero los escolares del lugar regaron maíz sobre el lecho de los arroyos congelados, y las aves sobrevivieron. Desde entonces se alimenta periódicamente a las grullas, y la pequeña bandada ha crecido hasta contar con casi novecientos ejemplares, lo que equivale a un tercio de la población mundial de esa especie.

Un futuro incierto

Al igual que muchas otras especies, las grullas se han visto perjudicadas por la desecación de los pantanos y la pérdida de pastizales; para sobrevivir han tenido que aprender a coexistir con las personas. Las grullas prefieren por lo general una distancia prudencial de varios kilómetros entre ellas y la gente; pero si no las molestan, se acostumbran a la presencia humana. En la India, la grulla sarus —la más grande de todas las aves voladoras— se ha adaptado a los estanques de las aldeas, que utiliza como áreas de reproducción. Otras especies de grullas han aprendido a comer de los sembradíos mientras emigran o cuando se hallan en sus sitios de invernada.

Existe la esperanza de que los esfuerzos conjuntos de los conservacionistas de muchos países garanticen la supervivencia de estas elegantes criaturas. Sería una verdadera tragedia que las generaciones futuras jamás pudieran contemplar emocionadas la espléndida danza de las grullas, ni escuchar su sonoro trompeteo mientras surcan el cielo otoñal en su vuelo hacia el sur.

[Nota]

^ párr. 11 Miles de grullas comunes pasan por Israel en sus migraciones de primavera y de otoño, y algunas también invernan allí. Durante un atardecer en el norte del valle del Jordán puede que algunos afortunados tengan el placer de contemplar bandadas de grullas en vuelo con el monte Hermón cubierto de nieve como telón de fondo. Es un espectáculo de belleza inolvidable, si bien efímero.

[Ilustración de la página 15]

Grullas de Manchuria (Asia)

[Ilustración de la página 16]

Detalle de una porcelana coreana

[Ilustración de la página 16]

Grullas damiselas con sus penachos auriculares

[Ilustración de las páginas 16 y 17]

Grullas comunes en pleno vuelo

[Ilustración de la página 17]

Grullas coronadas