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La comunicación que nos encamina a la vida

La comunicación que nos encamina a la vida

La comunicación que nos encamina a la vida

EL HOMBRE es la única criatura del planeta a la que no le basta con comunicarse tan solo con sus semejantes. Sin importar su nacionalidad, posición social, sexo o nivel educativo, suele manifestar el deseo innato de comunicarse con Dios, el Ser Supremo.

¿Se tratará meramente de una actitud irracional y supersticiosa? De ningún modo. Como indicó el artículo anterior, el Creador nos hizo a los seres humanos a su imagen, dotados de espiritualidad, lo que incluye el ansia de comunicarnos con él, nuestro Padre celestial (Génesis 1:27; Mateo 5:3). De hecho, como Dios ve tan importante dicha comunicación, se le llama “Oidor de la oración” (Salmo 65:2).

Orarle al Todopoderoso es un honor singular. La mayoría de las personas considerarían un privilegio ser recibidos en audiencia por algún alto dignatario, como un presidente o primer ministro. Pues bien, Jehová es el personaje más importante del entero universo. Y no hace falta concertar una cita para hablar con él, pues tenemos la oportunidad de orarle en cualquier momento y lugar. Hasta podemos hacerlo en silencio, en nuestro corazón (1 Samuel 1:12-15). Sin embargo, él nos pide que seamos sinceros y le escuchemos obedientemente (Miqueas 6:8; Mateo 6:5-13). A fin de cuentas, la buena comunicación es un proceso bidireccional.

¿Escuchamos a Dios?

¿De qué manera se escucha a Dios? Principalmente leyendo su Palabra escrita, la Santa Biblia, y poniendo por obra sus enseñanzas (2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:20, 21). Como dijo Jesús, “[el hombre] debe vivir [...] de toda expresión que sale de la boca de Jehová” (Mateo 4:4). Así pues, ¿leemos y aplicamos la Palabra escrita de Dios a fin de escucharle?

Quienes se comunican periódicamente con Jehová gozan de su favor y de “la paz de Dios que supera a todo pensamiento” (Filipenses 4:6, 7; Proverbios 1:33). También tienen la perspectiva de vivir eternamente en una Tierra paradisíaca, libres de los sufrimientos e inquietudes que hoy nos afligen (Salmo 37:29; Juan 17:3). ¡Qué recompensas tan extraordinarias por dar el mejor uso posible al milagroso don de la comunicación inteligente!

[Ilustración de la página 10]

Nos comunicamos con Dios leyendo la Biblia y orándole