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El río que fluyó hacia atrás

El río que fluyó hacia atrás

El río que fluyó hacia atrás

COMO si fuera una arruga en el mapa de Estados Unidos, el río Misisipí parte al país en dos. En su nacimiento, en Minnesota, mide solo tres metros de ancho, pero rápidamente se agranda gracias a las decenas de afluentes que desembocan en él a lo largo de los 3.700 kilómetros que recorre hacia el sur. Para cuando está cerca de Nueva Orleans (Luisiana), mide 60 metros de profundidad y un kilómetro de ancho, y por su delta vacía en el golfo de México 15.000.000 de litros de agua por segundo, cifra que puede llegar a los 80.000.000 en las crecidas.

Los habitantes de sus riberas saben lo que es capaz de hacer toda esa agua. La han visto inundar campos, destrozar diques, arrastrar casas y arruinar vidas. Aun así, pocos se imaginan lo que ocurrió hace menos de doscientos años.

En diciembre de 1811, una fuerza invisible se apoderó por varias semanas del valle central del Misisipí. Fuertes terremotos alzaban y hundían el lecho del río como si fuera un mar agitado. Tanto se arqueó el terreno que el 7 de febrero de 1812, justo río arriba de New Madrid (Misuri), el poderoso Misisipí fluyó hacia el norte, en lugar de hacia el sur.

Días de temor y temblor

Con aquel suceso concluyó un período de terror (conocido como los terremotos de New Madrid) que había comenzado a las dos de la madrugada del 16 de diciembre de 1811, cuando el primer sismo azotó la zona que hoy forma el “tacón” del estado de Misuri. La gente de la ciudad y del campo se despertó cuando sus muebles empezaron a moverse y las vajillas se estrellaban contra el piso. Las casas se movieron de su sitio. Todos salieron corriendo y se quedaron afuera, temblando de frío y de miedo. Sus propias casas, refugios de tranquilidad, eran ahora una amenaza para sus vidas.

Siguió temblando hasta el amanecer, aunque con menos fuerza. Luego vino otro terremoto, alrededor de las siete de la mañana, y otro, cerca de las once, aún peor. En la tierra se abrieron varias grietas, de las que brotaban aterradores chorros de lodo, agua y carbón, así como gases sulfurosos, que viciaron el aire. Algunas personas vieron a miles de aves huir despavoridas. Cuando la violencia por fin se apaciguó, el poblado de Little Prairie (Misuri) no era más que ruinas.

Un agitado paseo por el río

Aquel mismo día, el barco de vapor New Orleans hacía su viaje inaugural hacia el sur por el río Ohio rumbo al Misisipí, con destino a Nueva Orleans (Luisiana). El júbilo se convirtió en ansiedad cuando llegó a las aguas afectadas por los fuertes temblores. Las orillas del río se sacudían y se desmoronaban dentro del agua. Del lecho salían a la superficie troncos de árboles que llevaban mucho tiempo sepultados y que amenazaban con rajar el casco de la embarcación. El barco se mecía como un corcho a merced de las fuertes olas. Las cartas de navegación preparadas para el recorrido resultaron inútiles: los sismos habían cambiado el curso del río. Aquel viaje de placer se había convertido en una travesía de terror.

El 19 de diciembre de 1811, el New Orleans se acercó a New Madrid con la esperanza de reabastecer sus provisiones, pero la que había sido una ciudad ribereña llena de vida era ahora incapaz de brindar ayuda. Los pocos pobladores que permanecían allí hicieron señas desesperadas al barco para que los rescatara de entre las humeantes ruinas de viviendas y negocios.

No obstante, el barco no se detuvo; prefirió continuar río abajo por el Misisipí, mientras sus pasajeros seguían aterrados. También pasó de largo Point Pleasant, ya un pueblo fantasma. La siguiente población en el mapa era Little Prairie, pero tampoco se detuvo allí, pues la ciudad había desaparecido casi por completo, y lo que quedaba estaba en ruinas.

Más adelante, la embarcación se vio ante una barrera de decenas de árboles que los sismos habían desarraigado y lanzado al río. La tripulación se abrió paso con hachas y finalmente atracó en la isla 32, cerca de la actual Osceola (Arkansas), para pasar la noche. Como a las cuatro y media de la madrugada del 21 de diciembre, un pasajero sintió un extraño tirón en el barco por el lado de las amarras. La luz del día reveló lo ocurrido: la soga estaba tensa y hundida en el agua casi en posición vertical, y no había tierra seca a la vista. El lecho del río había cedido por la noche, y la isla 32 se había hundido. Aquella fue otra “baja” de los terremotos de New Madrid.

El New Orleans terminó a salvo su viaje inaugural y se convirtió en el primer barco de vapor en recorrer el río Misisipí completo... aunque quizás lo más sobresaliente haya sido simplemente haber llegado a su destino.

Más sacudidas

Siguieron produciéndose pequeños temblores hasta enero de 1812. Entonces, a las nueve de la mañana del día 23, la gente sintió las convulsiones de otro fuerte sismo. Como el epicentro estaba cerca de Point Pleasant (Misuri), sus habitantes abandonaron el ya de por sí afectado pueblo. Quienes volvieron al mes siguiente descubrieron que la localidad no solo había sido devastada, sino que ni siquiera quedaba rastro de ella. El terremoto del 23 de enero había lanzado a Point Pleasant, y la tierra que la sostenía, a las aguas del Misisipí.

Temiendo que hubiera llegado el fin del mundo, muchas personas empezaron a volverse a la religión. Cuando aquellos arrepentidos ocuparon los asientos de la iglesia por tanto tiempo vacíos, algunos clérigos se alegraron. Otros, dudando de los motivos de esos rebaños que crecían con rapidez, los llamaron “cristianos de terremoto”. El pastor James B. Finley pronunció un vehemente sermón en el que citó Apocalipsis (Revelación) 6:17 de la Versión del Rey Jacobo, que en español dice (en la Versión Moderna): “Porque ha venido ya el día grande de su ira, y ¿quién podrá estar en pie?”. Más en sentido físico que espiritual, se había hecho muy difícil estar en pie, pues la tierra no dejaba de temblar.

La furia final

A pesar de las plegarias que los clérigos elevaban al cielo, el desastre siguió azotando la región. El 7 de febrero de 1812, antes del amanecer, las ondas sísmicas que partían del epicentro interrumpieron de nuevo el sueño de los habitantes del “tacón” de Misuri. Tan fuerte fue este terremoto —el más violento de todos— que derribó chimeneas a 650 kilómetros de distancia, en Cincinnati (Ohio), e hizo repicar las campanas de iglesias a 1.600 kilómetros, en Boston (Massachusetts). Más al norte, en Montreal (Canadá), los platos vibraron sobre las mesas. Un hombre de Kentucky, a 130 kilómetros del epicentro, escribió en su diario: “La tierra nos va a tragar vivos si no nos vamos de aquí”. Con todo, el sismo estaba guardando una parte especial de su furia para la ciudad ribereña de New Madrid.

Esta localidad había quedado muy maltrecha por los terremotos anteriores, que habían matado a varias personas y ahuyentado a la mayoría de los sobrevivientes. El sismo del 7 de febrero fue el golpe de gracia: hizo que todos los que quedaban huyeran, y justo a tiempo, porque la elevada ribera sobre la que se levantaba su ciudad se desmoronó y cayó dentro del Misisipí, donde el enfurecido torrente se abalanzó sobre los tablones, los ladrillos y las piedras de New Madrid. Poco después no quedaba ni rastro de ella.

Los efectos en el río

Cerca de New Madrid, los terremotos habían creado unas cascadas temporales en el Misisipí, y decenas de botes se volcaron al pasar por ellas. El sismo del 7 de febrero elevó y hundió la tierra, obligando al río a fluir en dirección contraria. Se abrieron enormes grietas en el lecho, lo que provocó violentos remolinos que devoraron más embarcaciones. Los sismos desviaron el río e inundaron pueblos y sembradíos. Las aguas desviadas incluso crearon el lago Reelfoot, una enorme masa de agua de Tennessee que no existía antes de 1812. En la actualidad, aferrados tenazmente al terreno inundado se encuentran en medio del lago unos árboles que un día se hallaron en tierra firme.

Puesto que en 1812 no se disponía de los modernos sismógrafos, no existen cifras exactas sobre la magnitud de los terremotos de New Madrid. En todo caso, los científicos calculan que, como mínimo, tres de ellos sobrepasaron los 8,0 grados en la escala de Richter. Se consideran los más fuertes jamás observados en los estados contiguos de Estados Unidos y unos de los más potentes a escala mundial de los que se tiene registro. Y aunque el área estaba escasamente poblada, fallecieron decenas, quizás cientos, de personas en la catástrofe.

Hoy día, el Misisipí fluye por el “tacón” de Misuri como si nada hubiera pasado. Pero si pudiera hablar, tendría para contar un impresionante relato del día en el que fluyó hacia atrás.

 

 

[Mapas de la página 18]

MISURI

Río Misisipí

New Madrid

[Ilustración de la página 19]

El barco de vapor New Orleans

[Reconocimiento]

Con el permiso de la State Historical Society of Missouri (Columbia)

[Ilustración de la página 20]

Los terremotos formaron el lago Reelfoot

[Reconocimiento de la página 18]

U.S. Fish & Wildlife Service, Washington, D.C./Dave Menke