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¿Tienen la solución los reformadores?

¿Tienen la solución los reformadores?

¿Tienen la solución los reformadores?

EL FRAUDE comercial, la aplicación parcial de la ley, la injusticia social, la mala asistencia médica, el deficiente sistema educativo, la explotación en nombre de la fe y la depredación ecológica figuran entre las cuestiones por las que muchos suspiramos decepcionados. Males como los anteriores son los que incitan al reformador a actuar.

En casi todas las sociedades hay quienes alientan las innovaciones en conformidad con el orden público y la Constitución del país. Por lo general no se trata ni de anarquistas ni de revolucionarios, pues la mayoría se atienen al marco legal y repudian la violencia. Algunos se valen de los cargos que ocupan para promover determinados cambios, y otros se afanan por que los lleven a término las autoridades, para lo cual recurren a presiones e influencias.

Los reformistas procuran que la sociedad se replantee diversas situaciones. Además de protestar, ofrecen propuestas para mejorar. A fin de dar publicidad a su causa, tal vez convoquen manifestaciones o acudan a los medios de comunicación, pues una de las peores cosas que les puede ocurrir es pasar inadvertidos.

Los reformadores a lo largo de la historia

La historia contiene un sinnúmero de ejemplos. Así, la Biblia señala que hace casi dos mil años, un orador dirigió el siguiente elogio a Félix, procurador de la provincia romana de Judea: “Por providencia tuya se están efectuando reformas en esta nación” (Hechos 24:2). Y unos quinientos años antes, el legislador griego Solón impulsó medidas para elevar el nivel de vida de los más pobres. En efecto, “eliminó los peores estragos de la miseria” en la antigua Atenas, según indica The Encyclopædia Britannica.

Igualmente, la historia de la religión ofrece un amplio abanico de reformadores. Entre ellos se cuenta Martín Lutero, quien trató de renovar la Iglesia Católica y cuyas iniciativas condujeron al surgimiento del protestantismo.

El alcance de las acciones

Los reformadores también suelen tratar de influir en cuestiones más relacionadas con lo material. Algunos fomentan la adopción de un determinado modelo de vida. Este es el caso de un movimiento alemán surgido a comienzos del siglo XX, la Lebensreform (reforma de la vida). Con la creciente industrialización de la sociedad, muchos ciudadanos consideraron que la existencia del hombre se había vuelto mecánica e impersonal. La renovación consistía, por tanto, en volver a la naturaleza: estar en forma, salir al aire libre y abrazar la medicina natural y el vegetarianismo.

Otros reformistas denuncian las injusticias y presionan al gobierno para que las corrija. Desde comienzos de la década de 1970, diversas colectividades han hecho oír su voz contra las prácticas abusivas y el deterioro medioambiental, y en algunos casos se han convertido en organizaciones internacionales. Tales activistas no se limitan a manifestarse y protestar por los peligros que acechan a la naturaleza. Proponen soluciones, y, de hecho, han contribuido a modificar la legislación en cuestiones como los vertidos tóxicos en el mar y la caza de ballenas.

En los años sesenta se convocó el Concilio Vaticano II con la intención de poner al día la Iglesia Católica. Posteriormente, en los noventa, también hubo corrientes renovadoras entre los laicos católicos, con recomendaciones como la modificación de las normas sobre el celibato. De igual modo, las presiones de diversos sectores de la Iglesia Anglicana llevaron a que se autorizara la ordenación de mujeres.

No son del agrado de todos

La adopción de algunos programas ha sido sumamente provechosa. La Biblia menciona muchos personajes, entre ellos dirigentes nacionales, cuyas iniciativas propiciaron un renacimiento espiritual y social que contó con el beneplácito de Dios (2 Reyes 22:3-20; 2 Crónicas 33:14-17; Nehemías, capítulos 8, 9). En los últimos años, el creciente énfasis que han recibido las libertades fundamentales, los derechos civiles y los derechos humanos ha reforzado significativamente la protección y defensa de las minorías desfavorecidas y las personas perseguidas.

Pero los reajustes, una vez realizados, suelen acarrear sorpresas. De ahí que John W. Gardner, funcionario estadounidense del siglo XX, dijera: “Una de las ironías de la historia es que, en muchos casos, el reformador no acierta a prever las consecuencias de los cambios que introduce”. Veamos algunos ejemplos.

A comienzos de la década de 1980, la Comunidad Europea puso en marcha planes destinados a incrementar el número de pastizales y terrenos baldíos. De este modo, en Alemania e Italia se transformaron en prados más de 300.000 hectáreas de tierras de cultivo. A pesar de las buenas intenciones, surgieron imprevistos. “Aunque inicialmente bienvenidas como una posibilidad de aumentar el valor de tales zonas —señala el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente—, las medidas de ‘tierras apartadas’ pueden tener también efectos negativos, pues pueden ser causa de que la gente abandone sistemas tradicionales de labranza o adopte formas inapropiadas de silvicultura o forestación.”

En lo que respecta a la beneficencia, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola declaró: “Todos los esfuerzos por mejorar la situación de los pobres merced a la reforma institucional se enfrentan a un grave problema. Las instituciones suelen crearse y funcionar en beneficio de los intereses de los poderosos [...,] [quienes] tienden a hacer funcionar las instituciones en beneficio propio”.

Otro ejemplo es el feminismo, que ha redefinido la vida de la mujer occidental al conseguir que vea reconocido su derecho al voto y tenga mayores oportunidades de trabajo y educación superior. Pero hasta los partidarios de este movimiento admiten que, pese a sus logros, ha agravado algunos males. La escritora Susan van Scoyoc preguntó: “¿De verdad hemos mejorado la vida de las ciudadanas, o al reconocerles la igualdad en el empleo sin facilitarles compensaciones en el hogar, las hemos condenado a un auténtico calvario?”.

Reformas ineficaces

Sobre algunos ideólogos pesa la acusación de que pretenden cambiar por cambiar. Frederick Hess, especialista en reformas educativas, dijo lo siguiente sobre su ineficacia en determinados casos: “Los pésimos resultados obtenidos con algunas grandes reformas se deben a la propia esencia de estas: en vez de resolver las deficiencias, crean distracciones que en realidad las agravan. [...] Dado que cada nueva administración sustituye un proyecto por otro, el proceso se repite constantemente cada ciertos años”.

Las reformas también pudieran terminar encauzándose para fines distintos a los previstos, fines que pudieran ser nefastos. Así ocurrió con la teoría eugenésica —el perfeccionamiento de la humanidad seleccionando los padres para que procreen hijos más fuertes— propuesta por el movimiento alemán de la Lebensreform: elementos radicales manipularon dicha teoría a fin de respaldar la lucha ideológica nazi destinada a crear una raza superior.

Los resultados de las reformas llegan a decepcionar hasta a sus más fervientes defensores, como lo ilustran estas dolidas palabras de Kofi Annan, secretario general de la ONU: “Lo más desesperante es que todos sabemos qué está mal y qué ajustes deben realizarse, pero con frecuencia nos resulta imposible aplicarlos. A veces algún departamento coordinado por el secretario general recibe órdenes de dar ciertos pasos, pero carecemos de fondos. En otros casos se producen desenvolvimientos magníficos y queremos despertar la conciencia del mundo, pero debido a los desengaños del pasado, nadie quiere moverse”.

Los impulsores de cambios no pueden contar siempre con la popularidad, pues al difundir su causa incomodarán a algunos sectores. De acuerdo con el rotativo Die Zeit, Jürgen Reulecke, profesor de Historia Moderna, afirmó lo siguiente acerca de los reformadores (tema de su especialidad): “Son siempre tan molestos como una espina clavada en la carne”. Además, aunque la mayoría de ellos no recurran a actos ilegales ni violentos, algunos se impacientan si el avance es lento. En tales circunstancias, un movimiento progresista pudiera convertirse en semillero de militantes que atenten contra la legalidad vigente.

¿Han conseguido las extensas reformas de los últimos decenios que la ciudadanía esté a gusto con sus circunstancias? Por lo visto, no. En Alemania, por poner un caso, los sondeos de opinión revelan que en los pasados treinta y cinco años se ha mantenido prácticamente igual el nivel de satisfacción. ¿Y los cambios en materia religiosa? ¿Han logrado atraer conversos y que los fieles estén más contentos con su Iglesia? No, dado que Occidente está cada día más secularizado y más desinteresado por las religiones tradicionales.

¿Fue Jesús un reformista?

¿Será verdad que Jesús fue un reformista, como algunos afirman? Esta cuestión resulta trascendental para quien desea ser un leal siervo de Dios, pues para eso debe seguir con cuidado las huellas de Cristo (1 Pedro 2:21).

Es indudable que él tenía las facultades necesarias para efectuar transformaciones positivas. Dado que era perfecto, podría haber abierto un camino lleno de profundos cambios e innovaciones. Sin embargo, no dirigió campañas contra la corrupción en la política o en los negocios ni manifestaciones contra la injusticia, a pesar de que él mismo llegaría a ser víctima de un terrible atropello. Aunque a veces ni siquiera tuvo “dónde recostar la cabeza”, no formó un grupo de presión para crear conciencia sobre la situación de las personas sin hogar. Y cuando alguien se preocupó por la economía, dijo: “Siempre tienen a los pobres con ustedes”. Además, se mantuvo neutral ante los conflictos de este mundo (Mateo 8:20; 20:28; 26:11; Lucas 12:13, 14; Juan 6:14, 15; 18:36).

Claro, no fue indiferente a la pobreza, la corrupción, la injusticia y otros problemas, sino que, como muestra la Biblia, se conmovió por el deplorable estado de la gente (Marcos 1:40, 41; 6:33, 34; 8:1, 2; Lucas 7:13). Pero la solución que él ofrecía era excepcional. En vez de simples reformas, se trataba de un cambio total en el gobierno de la humanidad, una transformación que, como indica el próximo artículo, se hará realidad mediante el Reino celestial instituido por el Creador del hombre, Jehová Dios, y administrado por el Rey Jesucristo.

[Comentario de la página 6]

“Una de las ironías de la historia es que, en muchos casos, el reformador no acierta a prever las consecuencias de los cambios que introduce.” John W. Gardner

[Comentario de la página 7]

“Lo más desesperante es que todos sabemos qué está mal y qué ajustes deben realizarse, pero con frecuencia nos resulta imposible aplicarlos.” Kofi Annan, secretario general de la ONU

[Ilustraciones y recuadro de las páginas 8 y 9]

“Arriesgué mi vida por la ecología”

Hans fue marinero cuarenta y ocho años, treinta y cinco de los cuales sirvió como capitán. Para el fin de su carrera estuvo al mando de un barco utilizado por una organización ecologista. Dejemos que cuente sus vivencias:

“Siempre he opinado que el hombre debe respetar el medio ambiente y tratar con dignidad a la naturaleza. Así que cuando me ofrecieron ser capitán del barco de un grupo ecologista, lo acepté sin dudarlo. Teníamos la misión de denunciar las agresiones contra el medio ambiente. Cada vez que emprendíamos una campaña en el mar, convocábamos a los medios informativos a fin de atraer la atención del público. Nos hacíamos a la mar y obstaculizábamos el vertido de residuos radiactivos y productos tóxicos. Hubo una campaña en la que tratamos de impedir la matanza de focas y sus crías.

”No era un trabajo para cobardes. Yo arriesgué mi vida por la ecología. Durante una protesta me encadené las manos a un ancla y terminé arrastrado con ella a las profundidades. En otra ocasión iba en una lancha neumática junto a un barco mayor cuando arrojaron un pesado barril metálico que nos hizo volcar, lo que me causó graves heridas.”

Hans acabó dándose cuenta de que, pese a las buenas intenciones de la organización, estaba arriesgando su vida sin lograr beneficios ecológicos perdurables (Eclesiastés 1:9). Poco después de salirse del grupo, comenzó a estudiar las Santas Escrituras y finalmente se bautizó como testigo de Jehová. En la actualidad es evangelizador de tiempo completo. “La Biblia —añade— me hizo comprender que la única esperanza realista de que se atienda bien el medio ambiente reside en el Reino mesiánico de Dios.”

[Ilustración y recuadro de la página 9]

Combatió a favor de la reforma

Sara (nombre ficticio) nació en Asia a mediados de los años sesenta. Cuando era adolescente, asumió el control de su país un gobierno revolucionario que prometía transformaciones políticas y sociales. Al principio, el nuevo régimen tuvo contentos a los ciudadanos, pero al cabo de un año hizo lo mismo que el anterior y comenzó a perseguir disidentes. En un ambiente de desilusión general, Sara se afilió a un movimiento que se oponía a la nueva administración.

“Convocábamos reuniones y manifestaciones de protesta —relata—. La policía me detuvo cuando andaba por las calles de la capital pegando carteles y repartiendo hojas de propaganda, pero finalmente me soltaron. Otros miembros del grupo no fueron tan afortunados. A dos de mis amigas las arrestaron y ejecutaron. Como corría peligro mi vida, me fui del país a instancias de mi padre.”

Ya en Europa, estudió la Biblia, se bautizó como testigo de Jehová y hoy es evangelizadora de tiempo completo. En retrospectiva, Sara añade:

“Anhelaba que hubiera justicia y se solucionaran los problemas sociales. Comprendía que el nuevo gobierno de mi país había empezado con esos mismos objetivos, pero luego se radicalizó, los olvidó y comenzó a oprimir al pueblo. También veía que el grupo de protesta al que pertenecía no tenía las soluciones para las dificultades del país (Salmo 146:3, 4). Ahora sé que el remedio de todos los sufrimientos del hombre es el Reino mesiánico de Dios.”

[Ilustración de la página 7]

El muro de Berlín cayó en 1989

[Ilustración de la página 8]

¿Han atraído a más fieles las reformas religiosas?

[Reconocimiento de la página 5]

Extremo superior derecho: U.S. Information Agency photo

[Reconocimientos de la página 7]

Kofi Annan: UN/DPI photo de Evan Schneider (Feb97); fondo: WHO/OXFAM