Ir al contenido

Ir al índice

Mi encuentro con un ave “extinta”

Mi encuentro con un ave “extinta”

Mi encuentro con un ave “extinta”

SIEMPRE me han encantado las aves, tanto por su belleza como por su variedad. De ahí que cuando preparaba mi viaje a las Bermudas, me llamara la atención una referencia que encontré a una extraña ave llamada petrel cahow, o petrel de las Bermudas. Según una guía de aves, “los pocos ejemplares que quedan de esta especie [...] se encuentran en el pequeño archipiélago de Castle Harbour, el más retirado de las Bermudas, y viven bajo la estricta vigilancia y protección de un guarda”.

Aquello despertó mi interés. Resuelto a ver con mis propios ojos la exótica ave, me puse en contacto con el doctor David Wingate, ex funcionario del Departamento de Conservación de las Bermudas, quien para entonces era también guarda del archipiélago de Castle Harbour, aunque actualmente ya está jubilado. El doctor Wingate fue muy amable y me permitió acompañarle en una de sus visitas a la protegida zona de nidificación del petrel cahow.

Un “museo viviente”

La Reserva Natural de Castle Harbour se encuentra cerca de las islas principales del archipiélago de las Bermudas, en el océano Atlántico, a unos 900 kilómetros al este de Carolina del Norte (EE.UU.). Consta de nueve islitas, la mayor de las cuales, de unas seis hectáreas, se llama Nonsuch Island y está situada en el extremo oriental de las Bermudas. Bajo la dirección del doctor Wingate, fue convertida en un “museo viviente” para la conservación de las especies vegetales y animales autóctonas de las Bermudas.

Con un día hermoso y despejado, partimos de Nonsuch Island en la pequeña lancha del doctor Wingate en dirección a un islote. Un águila pescadora vuela casi rozando la superficie del calmado mar, y en las plumas blancas de la parte inferior de sus alas se refleja el brillante color azul turquesa de las aguas. Los hermosos rabijuncos de cola blanca vuelan alborotadamente en sus exhibiciones de cortejo, agitando arriba y abajo las larguísimas plumas de la cola. Semejante espectáculo me habría entusiasmado en otras circunstancias, pero hoy solo puedo pensar en el petrel cahow.

El “extinto” petrel cahow reaparece

El doctor Wingate explica: “Hay constancia de que los primeros pobladores vieron aves marinas que regresaban a tierra solo por la noche y únicamente cuando estaban nidificando, conducta típica del petrel cahow. En tiempos pasados había decenas de miles de petreles, pero las cosas cambiaron. Hacia el año 1560, los españoles llevaron cerdos a las Bermudas, decisión que resultó desastrosa para los petreles, pues los cerdos se comían los huevos y, probablemente, también los polluelos y hasta los ejemplares adultos. Además, estas aves ocupaban un importante lugar en la dieta de los pobladores. Cuando en 1614 se introdujeron accidentalmente ratas en el archipiélago, murieron muchos más petreles cahow. Las ratas nadaban hacia los islotes donde nidificaban los petreles y se comían los huevos y los polluelos. De ahí que para 1630 se creyera que esta ave había quedado totalmente extinta pese a haber tenido en el pasado una población de muchos miles de ejemplares”.

Levantando la voz para que no quedara ahogada por el ruido del motor, pregunto: “¿Cómo se redescubrió el petrel cahow?”.

El doctor Wingate responde: “En 1906, un naturalista llamado Louis Mowbray encontró en una isla del archipiélago de Castle Harbour un ave marina viva, aunque extraña, que después se reconoció como un petrel cahow. Más adelante, en 1935, se encontró una cría muerta que había chocado con un faro mientras volaba. Y en 1945, un ejemplar adulto fue arrastrado por las olas hasta la playa de Cooper’s Island (Bermudas). Había suficientes razones para enviar una expedición en busca de más especímenes de esta especie ‘extinta’. El grupo iba al mando del doctor Robert Cushman Murphy —del Museo Estadounidense de Historia Natural— y de Louis S. Mowbray, conservador del Bermuda Government Aquarium e hijo de Louis Mowbray, quien había encontrado el petrel cahow en 1906”.

El doctor Wingate sonríe al recordar lo siguiente: “Qué privilegiado me sentí cuando me pidieron que me uniera a esa expedición, en especial en vista de que no era más que un colegial de 15 años con un gran interés en las aves. Aquel domingo 28 de enero de 1951 fue un día que influyó sobremanera en el resto de mi vida. Jamás olvidaré la euforia reflejada en el rostro del doctor Murphy cuando él y Mowbray consiguieron atrapar con un lazo a un ejemplar vivo que encontraron en una profunda grieta. Sin demora, los islotes de Castle Harbour fueron declarados oficialmente santuario del petrel cahow. En 1961 se incorporó a dicho santuario la islita Nonsuch, y al año siguiente, mi esposa y yo nos trasladamos allí para que yo pudiera trabajar de guarda”.

—¿Cuántos petreles encontraron durante aquella primera expedición? —le pregunto mientras nos acercamos a la reserva natural.

—El primer año solo encontramos ocho parejas con nido —responde—. Era tan difícil hallar los nidos que nos llevó diez años localizar la población completa, que para entonces constaba de dieciocho parejas. Tras otros treinta y cinco años de conservación se contabilizaron cincuenta y dos parejas.

Ayuda del hombre

“Los petreles cahow hacen sus nidos en madrigueras de dos a tres metros y medio de largo en forma de codo para evitar que la luz llegue al nido —continúa el doctor Wingate—. A fin de que hubiera más lugares de nidificación, empezamos a hacer madrigueras artificiales cavando zanjas que luego cubríamos con cemento. El nido en sí, ubicado al fondo de la madriguera, tiene una tapa que podemos quitar para ver si han puesto un huevo, si este ha eclosionado o si se ha malogrado. Cuando los padres abandonan un huevo malogrado, lo recogemos y lo examinamos con el objetivo de averiguar la causa. A mediados de la década de 1960, debido a los residuos del insecticida DDT, la cáscara de los huevos se volvió más fina y frágil. Ahora tememos que productos químicos como los PCB [bifenilos policlorados] tengan el mismo efecto. Aunque estos están prohibidos en Norteamérica y Europa, no sucede lo mismo en muchos países en vías de desarrollo.”

Existen también otros retos. El doctor Wingate comenta: “Los petreles cahow y los rabijuncos —que son más agresivos— han librado continuas batallas por los lugares de nidificación. A veces un petrel decide anidar en el fondo de un hoyo poco profundo, y entonces un rabijunco opta por instalarse justo en la entrada. El maleducado intruso acaba destrozando el huevo del petrel o atacando y matando al polluelo. Dado que ambas especies siempre regresan a sus lugares de nidificación, el problema se repite año tras año. Para salvar al petrel cahow, empezamos a colocar en la entrada de las madrigueras unas sencillas tablas de madera con un orificio elíptico del tamaño preciso para que el petrel cahow pudiera pasar por él, pero no el rabijunco, que es ligeramente más grande. En este caso, la diferencia entre la vida y la muerte radica en tres milímetros”.

En la reserva

Finalmente llegamos al islote. Entre ola y ola bajamos con cuidado de la lancha y saltamos a las dentadas rocas. Tenemos que subir por unas formaciones rocosas empinadas y puntiagudas para llegar a los nidos, y a uno de ellos solo se puede acceder con una escalera de mano. Todo esto tal vez sea algo habitual para el doctor Wingate, pero para mí es una experiencia única y apasionante.

Wingate revisa los alrededores de cada madriguera. ¿Hay todavía parejas que acuden a sus nidos? ¿Hay huellas que indiquen que han entrado y salido? ¿Hay huevos malogrados? Encontramos uno, pero como los padres todavía no lo han abandonado, el doctor lo deja en su lugar. Los petreles cahow no suelen darse por vencidos y a menudo siguen incubando el huevo malogrado. Wingate también descubre algo que no esperaba: un polluelo donde ni siquiera se había dado cuenta de que había un huevo. Este hallazgo compensa con creces la desilusión del huevo no eclosionado.

Cuando Wingate retira la tapa de una madriguera y vemos en su interior una bolita de pelusa gris —una cría de petrel cahow—, se hace patente que todo el esfuerzo ha valido la pena. El polluelo se mueve un poco de vez en cuando, pues le molesta la claridad. Me asomo a otra madriguera y veo a un ejemplar adulto incubando un huevo.

El doctor ha socorrido a muchos polluelos en problemas. Por ejemplo, cuando un rabijunco atacó a uno y le rompió el pico, Wingate, en su desesperación, se lo pegó. Para su sorpresa y satisfacción, la cría sobrevivió. En otra ocasión recogió un débil polluelo que había sido abandonado prematuramente por sus padres. Lo colocó en una caja y lo alimentó con camarones, calamares, aceite de hígado de bacalao y vitaminas. Con el tiempo cobró fuerzas y pudo volar hacia el mar. Hasta el momento, las tentativas de conservar la especie están produciendo resultados poco a poco. De hecho, el petrel cahow se ha convertido en un símbolo de esperanza para conservacionistas de todo el mundo. El objetivo del doctor Wingate es que Nonsuch Island llegue a tener 1.000 parejas de petreles cahow. Pero queda por ver si su sueño se hará realidad.

Mi encuentro con esa ave “extinta” me hace reflexionar. Si el Creador percibe cuando un gorrión cae a tierra, ¿no se dará cuenta también cuando toda una especie está en peligro de extinción? (Mateo 10:29.) ¡Qué consuelo da saber que llegará el día en que la sociedad humana ya no amenazará la existencia de ninguna especie del planeta! (Isaías 11:6-9.)—Colaboración.

[Mapas de la página 16]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

BERMUDAS

Nonsuch Island

[Ilustración de la página 18]

Petrel cahow dentro de su madriguera

[Reconocimiento]

Jeremy Madeiros, Conservation Officer (Bermudas)

[Ilustración de la página 18]

Entrada de una madriguera de petrel cahow

[Ilustración de la página 18]

El doctor Wingate señala la tabla colocada en la entrada de una madriguera

[Reconocimientos de la página 16]

Jeremy Madeiros, Conservation Officer (Bermudas)

Globo terráqueo: Mountain High Maps® Copyright © 1997 Digital Wisdom, Inc.

[Reconocimientos de la página 17]

© Brian Patteson

Jeremy Madeiros, Conservation Officer (Bermudas)