Cuando el bebé no para de llorar
Cuando el bebé no para de llorar
DE NUESTRO CORRESPONSAL EN CANADÁ
EL MÉDICO confirmó las sospechas de la madre: su hijo padecía un típico caso de cólico del lactante. Este síndrome afecta a “1 de cada 4 niños”, explica el periódico canadiense The Globe and Mail. Entre sus síntomas figura el llanto incesante durante varias horas por tres días a la semana, como mínimo. ¿Qué puede hacer el preocupado progenitor? Los pediatras reconocen que en muchos casos los padres —y el niño— no tienen más remedio que esperar a que pase. Pero ¿cuánto tiempo?
Un estudio reciente realizado en Canadá entre madres con hijos que sufren cólicos revela que en más del ochenta y cinco por ciento de los casos los síntomas remiten cuando los niños alcanzan los tres meses de edad. La investigación, coordinada por la doctora Tammy Clifford, directora de Epidemiología del Children’s Hospital of Eastern Ontario Research Institute, también reveló que la salud mental de las madres de recién nacidos víctimas de cólicos no resulta perjudicada de forma permanente. “Seis meses después del parto, nada diferencia a estas madres de aquellas cuyos hijos no padecieron cólicos —explica la doctora Clifford—. Es como si les diera amnesia tan pronto cesan los llantos.”
Según el Globe, este último estudio publicado por la doctora Clifford y sus colegas “añade datos importantes al conocimiento científico sobre los cólicos, pues distingue tres clases bien diferenciadas de niños que los padecen: quienes experimentan episodios intermitentes durante los tres primeros meses de vida; quienes sufren de cólicos recurrentes durante meses, y un pequeño grupo que presenta este problema relativamente tarde, unos cuantos meses después del nacimiento”. Este último grupo es el que ha despertado mayor interés en un estudio complementario cuyo fin es seguir el desarrollo de niños con cólicos.
Se cree que el llanto incesante puede llevar a que el pequeño acabe sufriendo el síndrome del bebé sacudido. El Globe declara que “el llanto en sí mismo no perjudicará al niño, pero zarandear con fuerza a un recién nacido, aunque sea durante unos instantes, puede causarle daños neurológicos irreversibles, e incluso la muerte”.
Por otro lado, aun el llanto incesante de un niño puede tener consecuencias positivas. El Globe explica: “La investigación ha demostrado que los niños llorones reciben más atenciones de quienes los cuidan: más caricias, más sonrisas, más conversación y más abrazos”.