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Cómo afrontar la soledad

Cómo afrontar la soledad

Cómo afrontar la soledad

NO ES fácil sobrellevar la soledad, pues entran en juego emociones muy intensas. ¿Cómo se pueden superar? ¿De qué forma lo logran algunos?

Cómo encaran la soledad

Aunque a Elena * le gusta estar sola cuando va a tomar ciertas decisiones, opina que la soledad a veces encierra peligro. De pequeña no tenía buena comunicación con su familia. Dado que no sabía cómo obtener su atención, se encerraba en su cuarto. “Me encontraba muy deprimida —explica— y llegué a padecer trastornos alimentarios. Me decía: ‘¿Por qué preocuparme por los problemas de mis padres cuando ellos no se preocupan por los míos?’. Estuve buscando el matrimonio como una salida y como una forma de llenar el vacío que sentía. Pero luego reaccioné y pensé: ‘¿Para qué voy a arruinarle la vida a otra persona? ¡Primero tengo que poner mis ideas en orden!’. Así que le oré a Jehová derramando ante él mi angustia.

”Encontré en la Biblia palabras alentadoras, como las de Isaías 41:10: ‘No tengas miedo, porque estoy contigo. No mires por todos lados, porque soy tu Dios. Yo ciertamente te fortificaré. Yo [...] verdaderamente te ayudaré. Sí, [...] te mantendré firmemente asido con mi diestra de justicia’. Este pasaje me animó mucho porque me sentía sola y sin padre. Hoy leo la Biblia regularmente y hablo con mi Padre celestial. He aprendido a vencer la soledad.”

La tristeza por la muerte de un ser querido puede convertirse en soledad. Luisa, de 16 años, relata su difícil situación: “Mi padre falleció en circunstancias trágicas cuando yo tenía cinco años. Aunque recurrí a mi abuela en busca de consuelo, nunca percibí que me amara. Me faltó el cariño en la infancia, cuando más lo necesitaba. Así que, cuando tenía entre ocho y nueve años de edad, traté de quitarme la vida en tres ocasiones, convencida de que sería lo mejor para mi familia, ya que mi madre se las arreglaba a duras penas para alimentarnos a mis tres hermanas y a mí. Más tarde entramos en contacto con los testigos de Jehová, entre los cuales conocí a un matrimonio joven que de verdad se interesó por mí. Me decían: ‘Te queremos, nos haces falta’. Aquellas palabras, ‘nos haces falta’, me infundieron gran fortaleza. A veces soy incapaz de expresar mis sentimientos a los demás, pero cuando leo los artículos de La Atalaya y ¡Despertad!, doy gracias a Jehová por mostrarme su amor mediante tales publicaciones. He cambiado mucho. Ahora logro sonreír y sé expresarle a mi madre mis alegrías y tristezas. A veces me atacan los recuerdos, pero no como cuando intentaba suicidarme o dejaba de hablar a mis seres queridos. Tengo siempre presentes las palabras del salmista David: ‘Por amor a mis hermanos y mis compañeros ciertamente hablaré ahora: “Haya paz dentro de ti”’” (Salmo 122:8).

Marta lleva divorciada veintidós años, durante los cuales ha criado a un hijo. “Cuando creo que he fallado en algo —señala—, reaparecen los sentimientos de inutilidad y soledad.” ¿Cómo les hace frente? “He visto —prosigue— que lo mejor es hablar cuanto antes con Jehová. Cuando le oro, sé que no estoy sola, pues él me comprende mejor que yo misma. También procuro interesarme de algún modo por los demás. Dispongo de un arma eficaz contra las emociones negativas: la evangelización de tiempo completo. Cuando hablo con mis vecinos acerca de las bendiciones del Reino de Dios y veo que no tienen esperanza alguna porque están convencidos de que sus problemas son irremediables, me doy cuenta de que tengo muy buenas razones para vivir y seguir en la lucha.”

Elba, anciana de 93 años cuya hija única es misionera en el extranjero, nos cuenta cómo maneja la soledad: “Cuando invitaron a mi hija y su esposo a la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower, se les iluminó el rostro de alegría, y yo también me sentí contenta. Pero luego, cuando se les destinó a otro país, me volví un poco egoísta. Sabía que ya no estarían tan cerca, y me entró cierta tristeza. Me veía como Jefté y su hija única, cuya situación se relata en el capítulo 11 de Jueces. Tuve que orarle a Jehová, con lágrimas en los ojos, y pedirle perdón. Mis queridos hijos se comunican conmigo. Sé que están muy ocupados, pero no importa dónde anden, siempre me mantienen al día y me cuentan las experiencias que han tenido en el ministerio cristiano. Releo sus cartas una y otra vez. Es como si conversaran conmigo todas las semanas, y se lo agradezco mucho. Además, los superintendentes de mi congregación nos atienden muy bien a los mayores y a los enfermos, y se aseguran de que dispongamos de algún medio para asistir a las reuniones y de que tengamos cubiertas otras necesidades. Para mí, mis hermanos espirituales son una bendición de Jehová”.

Usted también puede lidiar con la soledad

Sea usted joven o mayor, soltero o casado, y sin importar si ha perdido a sus padres o a algún otro ser querido, o si sufre de un tipo distinto de soledad, existen formas de controlar sus sentimientos. A Jocabed, de 18 años, la abandonó su padre —al igual que a los otros cinco miembros de su familia— para irse al extranjero. Esta es su recomendación: “Hay que hablar. Es importante que nos expresemos, pues si no, nadie nos va a entender. Además, no se debe pensar demasiado en uno mismo. Conviene buscar el apoyo de personas maduras y no de jóvenes que pueden estar peor que nosotros”. Luisa, de quien ya hablamos antes, hace esta observación: “Si le oramos de corazón, Jehová nos ayuda a salir del callejón sin salida”. Por otro lado, Jorge explica cómo lucha contra la soledad tras haberse quedado viudo: “Hay que ser persistente. A mí me ayuda mucho interesarme por los demás. Si procuramos comprender los sentimientos de nuestros oyentes, podremos mantener conversaciones significativas y descubrir su belleza interior” (1 Pedro 3:8).

Existen muchos antídotos contra la soledad. Ahora bien, ¿se erradicará por completo algún día? Si así es, ¿de qué manera? El siguiente artículo responderá a estas preguntas.

[Nota]

^ párr. 4 Se han cambiado algunos nombres.

[Comentario de la página 8]

“Si le oramos de corazón, Jehová nos ayuda a salir del callejón sin salida.”—Luisa

[Ilustraciones y recuadro de la página 7]

Tácticas para combatir la soledad

▪ Tener en cuenta que nuestra situación no es permanente y se puede cambiar, y que hay otros que están como nosotros.

▪ No exigirnos demasiado.

▪ Estar contento con uno mismo en líneas generales.

▪ Tener buenos hábitos en materia de alimentación, ejercicio y descanso.

▪ Dedicar el tiempo que se pasa en soledad a aprender y a desarrollar la creatividad.

▪ No juzgar a la gente que conozcamos por nuestras vivencias del pasado.

▪ Valorar a nuestros amigos por su singularidad. Hacer lo posible por reunir un buen círculo de amistades. Pedir ideas a los mayores o a quienes tengan más experiencia.

▪ Compartir algo con los demás, como sonrisas, palabras amables o textos bíblicos. Sentirse necesitado palía la soledad.

▪ No imaginarse que se mantiene una relación con personajes del cine, la televisión, Internet o los libros.

▪ No esperar que el cónyuge cubra todas nuestras necesidades emocionales. Los casados han de aprender a dar y recibir, a ayudarse y apoyarse.

▪ Aprender a hablar con los demás y escucharlos con atención, centrándose en ellos y sus intereses, y poniéndose en su lugar.

▪ Admitir que nos sentimos solos y hablar con un amigo maduro que cuente con nuestra confianza. Nunca sufrir en silencio.

▪ No beber mucho (o quizás nada), pues los problemas no se ahogan en el alcohol, sino que terminan saliendo a flote.

▪ Evitar el orgullo. Perdonar a quien nos lastime y arreglar las desavenencias. Estar dispuesto a confiar en los demás.

[Ilustración de la página 6]

¿Cómo se afronta la soledad?