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La fuerza del viento al servicio del hombre

La fuerza del viento al servicio del hombre

La fuerza del viento al servicio del hombre

De nuestro corresponsal en España

¿EN QUÉ piensa al ver el molino de viento en la página de al lado? ¿En un paisaje holandés? ¿En don Quijote, aquel legendario caballero español que creía que los molinos eran peligrosos gigantes? Quizás la foto le haga pensar en algún molino reconstruido que se haya convertido en un emblema local.

Aunque estas construcciones forman parte del paisaje en muchas partes del mundo, se ven como poco más que curiosas antigüedades. No obstante, durante siglos se mantuvieron a la vanguardia de la tecnología. Y ahora, tras décadas de olvido, han vuelto a la escena para beneficio de todos. Lo invitamos a seguir la historia de su adaptación a medida que los vientos de cambio han ido transformando las necesidades del hombre.

Moler sin terminar molido

Todo comenzó con una necesidad básica: el pan. A fin de obtener la harina para su elaboración, los pueblos de la antigüedad —como por ejemplo los israelitas— molían el grano en “molinos de mano” (Números 11:7, 8). Hacer girar manualmente una pesada piedra sobre otra era una ardua tarea. Con el tiempo se emplearon piedras aún más pesadas, ‘que un asno [u otra bestia de tiro] hacía girar’ (Mateo 18:6). Pero hasta esos molinos tenían sus inconvenientes.

El hombre había aprendido ya a aprovechar la energía del agua con la rueda hidráulica, y la del viento con el velero. Así que en alguna llanura árida de Asia o del Oriente Medio, posiblemente por el siglo VII E.C., se unieron los dos conceptos para lograr que el viento hiciera girar una piedra de molino. Las velas del nuevo invento impulsaban un eje vertical conectado, a su vez, a una piedra de molino. * Aquel primer mecanismo molía trigo y cebada, pero además extraía agua del suelo. ¡Qué cierto es que la necesidad es maestra en utilizar el ingenio!

Nuevo diseño para atrapar el viento

Aquellos primeros molinos de eje vertical no eran muy eficaces, pero luego se descubrió que si las velas, o aspas, se montaban en un eje horizontal sobre una torre, la potencia aumentaba. La fuerza del eje horizontal se transmitía mediante engranajes a un poste vertical, que hacía girar la muela en la parte inferior, de modo que se aprovechaba mejor la energía del viento (eólica). De hecho, se producía suficiente potencia para accionar maquinaria pesada, como sierras circulares.

El problema era que, sin importar la tarea implicada, la fuente de energía debía ser continua, y el viento tiene el mal hábito de cambiar de dirección con mucha frecuencia. ¿Cómo mantener alineadas las velas en la dirección del viento? La primera solución fue el molino rotatorio, o molino de poste, en el que el edificio completo, incluidas las velas, giraban sobre un poste para orientarse en la dirección del viento.

Lógicamente, el propio diseño de aquellos molinos limitaba su tamaño, por lo que otros constructores decidieron instalar un casquete giratorio sobre una torre fija. Como el eje principal sobresalía del casquete, tanto este como las aspas podían ajustarse hacia donde soplaran los vientos. Pero ¿y cómo movía el molinero el casquete con todo lo que incluía, como el eje, las aspas y el sistema de frenos? Vuelva a mirar la foto de la página 23, que corresponde a un molino de Cartagena (España), y observe el poste que baja del techo hasta el suelo por detrás de la estructura. Aunque parezca un puntal, en realidad es un brazo de palanca: una persona o un animal lo empuja o tira de él para hacer girar el casquete y las aspas de modo que queden de cara al viento.

Otros molinos tienen atrás de las aspas una especie de pequeña hélice, la veleta de cola, que las coloca automáticamente en la posición apropiada. ¿Cómo funciona? Imagínese que el viento sopla de frente contra las aspas y las impulsa a toda velocidad. Entonces cambia de dirección, y la velocidad de las aspas disminuye. Como la veleta de cola está en ángulo recto respecto a las aspas, la fuerza del viento la hace girar, con lo que se accionan unos engranajes que alinean el casquete y las aspas con la nueva dirección del inconstante viento.

De las velas a las tablillas

Otro factor que hace difícil aprovechar la energía eólica es que su fuerza siempre varía. Las velas de los primeros molinos se parecían a las de un velero, y no era fácil adaptarlas a los cambios de velocidad de las corrientes. Si se trataba de frenar el mecanismo, el calor producido por la fricción podía provocar un incendio. Además, las fuertes ráfagas eran capaces de lanzar las velas unas contra otras o contra el propio edificio, provocando daños incalculables. Hubo casos en los que el molinero voló por los aires cuando el freno patinó mientras recogía las velas de las aspas.

Ese problema lo resolvió en 1772 un constructor escocés, quien eliminó las velas y colocó en su lugar tablillas que se abrían y se cerraban automáticamente, de forma muy parecida a unas persianas venecianas. El libro Windmills (Molinos de viento) explica: “Ante una fuerte ráfaga, la presión sobre las tablillas vence la tensión del muelle y las abre, dejando pasar el aire y reduciendo la velocidad del aspa. Al disminuir la fuerza del viento, el muelle cierra las tablillas, lo que aumenta la superficie de contacto con el viento y se mantiene la velocidad”.

Con los casquetes giratorios y las aspas autorregulables, los molinos alcanzaron su máxima expresión a finales del siglo XIX, época en la que producían en Europa unos 1.500 megavatios de energía. * Sin embargo, los nuevos vientos de la tecnología trajeron consigo la electricidad, las turbinas de vapor y el motor de combustión interna. Como el molino no pudo competir con la eficacia y la movilidad de las nuevas máquinas, parecía que el aire no volvería a llenar sus velas. Entonces surgió una inesperada necesidad.

Los sucesores modernos

La crisis del petróleo de los años setenta hizo necesario explorar fuentes de energía que no dependieran de los combustibles fósiles. Casi al mismo tiempo comenzó la inquietud creciente por las emisiones contaminantes en la atmósfera, por lo que se buscaron fuentes de energía limpia. De pronto, el molino de viento se convirtió en una opción atractiva, y empezaron a construirse las turbinas de viento.

El molino de viento moderno es más esbelto. La razón es que, a diferencia del molino tradicional, no suele accionar una maquinaria interna, sino que convierte la energía eólica en electricidad, la cual suele pasar a la red de distribución. Para 1988, estos nuevos molinos generaban en Europa 1.500 megavatios de potencia, lo mismo que sus predecesores un siglo atrás.

Los nuevos molinos de los parques eólicos, que coronan las elevaciones prominentes con sus altas torres plateadas, están cambiando el paisaje rural. Las turbinas de viento no son una belleza, pero la mayoría de la gente piensa que el impacto visual negativo es un bajo precio a pagar por las decenas de miles de megavatios de energía limpia que generan a escala mundial. Estos modernos molinos constituyen una aportación valiosa al esfuerzo del mundo entero para reducir la emisión de gases de efecto invernadero, algo que nos beneficia a todos.

Hay que recordar, no obstante, que ni el molino tradicional ni la turbina moderna funcionarían sin esa fuente inagotable de energía limpia: el viento. ¡Qué agradecidos podemos estar, pues, al “Creador del viento”! (Amós 4:13.)

[Notas]

^ párr. 7 Esos molinos de viento antiguos continuaron usándose en ciertas partes del Oriente Medio hasta el mismo siglo XX.

^ párr. 16 Un megavatio equivale a 1.000.000 de vatios. Una bombilla normal consume 60 vatios.

[Ilustración de la página 23]

Molino español de ocho aspas, llamado El Molino Zabala

[Ilustración de las páginas 24 y 25]

Turbinas de viento modernas (Cádiz, España)

[Ilustraciones de la página 25]

1. Consuegra (España).

2. Mallorca (España).

3. Aruba (Pequeñas Antillas)

[Reconocimientos]

Godo-Foto

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