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Danzas hípicas en el mar

Danzas hípicas en el mar

Danzas hípicas en el mar

DE NUESTRO CORRESPONSAL EN AUSTRALIA

LOS dos cambian de color en cuanto se ven. Él parece hincharse de orgullo, mientras ella lo mira complacida. Se acercan uno al otro, se tocan suavemente y luego se envuelven en un cálido abrazo. Cuando los primeros rayos de luz del amanecer se posan sobre ellos, dan inicio a una de las coreografías más elegantes de la naturaleza: la danza del caballito de mar.

“Los caballitos de mar son simplemente únicos, fascinantes, encantadores”, comenta el doctor Keith Martin-Smith, experto en vida marina. Sin embargo, al principio la gente ni sabía lo que eran; los primeros naturalistas los llamaron hipocampos (Hippocampus en latín), el mismo nombre que recibían los mitológicos caballos con medio cuerpo de pez que tiraban del carro de Poseidón, dios griego del mar.

Se cree que los buhoneros de la Edad Media los vendían haciéndolos pasar por crías de dragones que echaban fuego por la boca. La verdad es que simplemente son peces óseos, aunque en su aspecto y forma de nadar sean diferentes de la mayoría de los peces. Cuando se dejan llevar por la corriente o se mantienen inmóviles en el agua, recuerdan —a los ojos de algunos— delicadas figuritas de cristal o piezas de ajedrez con vida.

Estas criaturas habitan en casi todas las costas cálidas del mundo y presentan una increíble variedad de formas y tamaños, pues según los especialistas existen entre 33 y más de 70 especies. Una de estas es el hipocampo pigmeo, que fácilmente podría caber en una uña, mientras que el caballito de mar barrigudo alcanza los 30 centímetros de longitud.

No hay dientes, no hay estómago... ¡no hay problema!

El hipocampo es una criatura curiosa: la cabeza recuerda la del caballo, el cuerpo es una coraza ósea y la cola se asemeja a la del mono; con tal constitución, está mejor adaptado para quedarse quieto que para nadar con rapidez. Se ha observado que la mayor parte del día se conforma con permanecer enganchado con la cola en algún punto fijo y dedicarse a comer. Si hay que desplazarse, se impulsa suavemente con su diminuta aleta dorsal mientras dirige el rumbo con las aletas laterales. Como puede regular la cantidad de aire en la vejiga natatoria, es capaz de ascender o descender de forma comparable a la de los submarinos.

El voraz hipocampo toma muy en serio su alimentación, por lo que succionará con su hocico óseo cualquier organismo pequeño que se le acerque, lo que incluye camarones y otros crustáceos. Como no tiene ni dientes ni estómago que le ayuden en la digestión, debe atrapar hasta 50 camarones diarios a fin de obtener los nutrientes necesarios para sobrevivir. Para este hábil cazador, eso no representa ningún problema, pues cuenta con un magnífico sistema de visión: un ojo busca presas al frente mientras el otro, que es independiente, explora lo que hay por detrás. Además, su percepción de los colores es mejor que la del ser humano y más detallada que la de la mayoría de los peces.

Ahora bien, el caballito de mar también debe evitar convertirse en el almuerzo de predadores como el cangrejo o la tortuga. Muchas especies de hipocampos logran burlarlos confundiéndose de forma casi perfecta en su hábitat de algas, corales o mangles, para lo cual cuentan con las manchas de su piel, las protuberancias o filamentos del cuerpo parecidos a algas y su capacidad de efectuar espectaculares cambios de color de piel que coincidan con su entorno. “El camuflaje es tan eficaz que uno tiene que concentrarse muy bien para poder distinguirlos”, señala el investigador Rudie Kuiter.

Danza y cortejo

A diferencia de la mayoría de los peces, los hipocampos forman pareja para toda la vida; es raro que se alejen mucho uno del otro, y cada amanecer reafirman su unión mediante un baile singular. “Es un deleite contemplar la danza del caballito de mar, tan bella y llena de gracia”, comenta Tracy Warland, dedicada a la cría de estas criaturas. Concluido el ritual, cada cual vuelve a anclarse en su sitio para alimentarse durante el resto del día. La danza previa al apareamiento es más complicada: al acercarse la hembra, el macho infla su bolsa, adopta un color más claro y desfila ante ella hacia adelante y hacia atrás. Luego, ambos nadan lentamente en círculos y entrelazan sus colas. Girando y girando al unísono, la pareja retoza por el lecho marino como verdaderos caballos haciendo cabriolas. Brincando y cayendo, girando y cambiando de color, pueden seguir jugueteando hasta media hora.

Claro que la danza es el preludio de la paternidad. “Al irse acercando el apareamiento, los caballitos de mar danzan con mayor frecuencia y durante más tiempo, incluso varias veces al día —señala Kuiter—. Cuando el momento culminante se aproxima, la pareja asciende gradualmente a la superficie sujetándose de las colas frente a frente. Entonces, la hembra traspasa con cuidado sus huevos al saco incubador del macho, semejante al del canguro.” A continuación, el futuro padre busca un sitio tranquilo y acomoda bien los huevos en el interior del saco y los fertiliza, iniciando así el embarazo más peculiar del reino animal.

“El sueño de toda mujer”

“Me parece maravilloso que sean los machos los que quedan embarazados y dan a luz”, dijo una mujer. “Son el sueño de toda mujer”, bromea otra. De hecho, ¡un hipocampo macho aguantó en un solo año siete preñeces consecutivas, cada una de veintiún días!

Dentro del saco incubador, una extensa red de vasos sanguíneos aporta oxígeno y nutrientes a los embriones. Con el tiempo aumenta la salinidad en su interior, preparando a las crías para la vida en su futuro hogar: el agua marina. Llegado el momento, el padre entra en “trabajo de parto”, el cual puede durar de varias horas a un par de días. Por fin, la bolsa se abre y los recién nacidos van saliendo disparados al mundo. La cantidad de crías varía con la especie, pero a veces son hasta 1.500.

Mascotas, curiosidades y remedios

A pesar de la elevada tasa de natalidad, las presiones sobre el caballito de mar aumentan en el mundo entero. Algunas autoridades calculan en 30.000.000 la cifra anual de ejemplares capturados y comercializados en todo el planeta. Gran parte de ellos se utiliza en la medicina tradicional asiática para tratar un sinnúmero de problemas de salud, como el asma, las fracturas y la impotencia.

Todos los años, cerca de un millón de ejemplares terminan formando parte de curiosidades como llaveros, pisapapeles y prendedores. La pesca con redes de arrastre, la dinamitación de arrecifes de coral y la contaminación amenazan las delicadas zonas costeras que constituyen su hábitat. Pero también se pescan caballitos de mar para acuarios, aunque son pocos los que sobreviven debido a que requieren alimentación especial y son propensos a las enfermedades.

A fin de contener la explotación, se han propuesto medidas legales que exigirían a muchas naciones demostrar que su exportación de caballitos de mar es ecológicamente sostenible. Además, un número pequeño de criadores está consiguiendo, mediante tecnologías y métodos mejorados, abastecer el mercado de acuarios con ejemplares criados en cautividad.

El futuro del hipocampo está ligado al de los mares. “Es patente que la actividad humana amenaza los océanos del mundo. Les estamos sacando demasiado de todo lo que tienen”, se lamenta Kuiter. ¿Desaparecerán estos elegantes danzarines del mar por culpa de la discordante sinfonía del “progreso” humano? “Hay que ser optimistas —dice el doctor Martin-Smith—. Estoy convencido de que existe buena voluntad entre la gente, y nuestra tarea es lograr que más personas se preocupen por los seres vivos del planeta. Cuando eso ocurra, todo cambiará. Si salvamos al caballito de mar, quizás también salvemos los mares.” Quizás. Felizmente, sin embargo, existe una fuente más confiable de esperanza (Revelación [Apocalipsis] 14:7).

[Ilustración de la página 15]

Hipocampo pigmeo (tamaño real)

[Reconocimiento]

© Reinhard Dirscherl/Visuals Unlimited

[Ilustraciones de las páginas 16 y 17]

El caballito de mar es capaz de realizar cambios espectaculares en el color de su piel para confundirse con su entorno

Caballito de mar de cabeza pequeña

Caballitos de mar barrigudos

Hipocampo rayado

[Ilustración de la página 16]

Hippocampus procerus

[Ilustración de la página 17]

Caballitos de mar de cabeza pequeña

[Ilustración de la página 17]

Macho de caballito de mar de cabeza pequeña durante el parto

[Ilustración de la página 17]

Crías de caballitos de mar de cabeza pequeña

[Reconocimientos de la página 16]

Hipocampo rayado: © Ken Lucas/Visuals Unlimited; las demás fotos: Rudie H Kuiter

[Reconocimiento de la página 17]

Todas las fotos: Rudie H Kuiter