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Las montañas: ¿quién las salvará?

Las montañas: ¿quién las salvará?

Las montañas: ¿quién las salvará?

DURANTE cuatro días, Bishkek, capital de la nación centroasiática de Kirguizistán, acogió en 2002 la Cumbre Mundial de las Montañas. Era el primer encuentro internacional sobre el tema, y sus promotores esperaban que señalara “el inicio de una nueva era en la que se reconozca el auténtico valor de las montañas”.

Se adoptó por unanimidad el Programa de Bishkek para las Montañas, que ofrecía pautas para todos los interesados en su conservación. El documento establece este objetivo para las serranías: “Mejorar la calidad de vida de sus habitantes, proteger sus ecosistemas y usar de modo más prudente sus recursos”.

Ciertamente, se han registrado progresos. Hay una red mundial de parques nacionales que protege zonas destacadas por su belleza o biodiversidad. En muchos puntos del globo, los grupos ecologistas han logrado frenar un poco la destrucción medioambiental. Una iniciativa de la citada cumbre fue el compromiso firme de limpiar de desechos nucleares las montañas de Kirguizistán. Estos materiales altamente tóxicos podrían contaminar el agua que usa el 20% de la población centroasiática.

Con todo, los obstáculos a la protección de estos ecosistemas son enormes. Por ejemplo, en 1995, las autoridades canadienses implantaron un código forestal encaminado a preservar los restos de su bosque lluvioso de Columbia Británica. Sin embargo, una investigación posterior reveló que las compañías madereras por lo general hicieron caso omiso del código y continuaron talando los árboles hasta en las laderas más empinadas. Además, en 1997 se suavizó la normativa, pues los empresarios del sector alegaron que era demasiado rigurosa.

Pero los intereses comerciales no son la única traba. La declaración final de la cumbre precisó que la guerra, la pobreza y el hambre contribuyen a la erosión implacable de las serranías. En efecto, tanto estas como otras zonas del globo seguirán sufriendo hasta que se eliminen los citados factores destructivos.

Dios se interesa por su creación

A pesar de este cuadro tan sombrío, tenemos motivos para el optimismo. Al Todopoderoso no le resulta indiferente lo que le pase a su creación. La Biblia lo presenta como Aquel “a quien pertenecen los picos de las montañas” (Salmo 95:4). También se preocupa de las criaturas que las pueblan, pues dice en el Salmo 50:10, 11: “Me pertenece todo animal silvestre del bosque, las bestias sobre mil montañas. Conozco bien toda criatura alada de las montañas, y los tropeles de animales del campo abierto están conmigo”.

¿Dispone él de medios para salvar estos ecosistemas amenazados? Claro que sí. La Biblia dice que ha establecido “un reino que nunca será reducido a ruinas” (Daniel 2:44). Ha nombrado rey de este gobierno celestial a Jesucristo, quien tiene gran interés por la Tierra y sus habitantes (Proverbios 8:31). Dicha administración implantará la paz en el mundo, acabará con los abusos y sanará las heridas del planeta (Revelación [Apocalipsis] 11:18).

Si usted ansía que llegue esa solución, no deje de seguir pidiéndole a Dios: “Venga tu reino” (Mateo 6:9, 10). Tales ruegos no quedarán sin respuesta. El Reino de Dios terminará en breve con la injusticia y restituirá el equilibrio del planeta. Cuando esto ocurra, será el momento de que, por así decirlo, las montañas “clamen gozosamente” (Salmo 98:8).