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Lo valioso de encarar las dolencias con sentido del humor

Lo valioso de encarar las dolencias con sentido del humor

Lo valioso de encarar las dolencias con sentido del humor

DE NUESTRO CORRESPONSAL EN ESPAÑA

CONCHI es una mujer jovial de mediana edad que lleva siete años luchando contra el cáncer. Para mantener a raya los tumores, le han hecho siete operaciones desde que le diagnosticaron cáncer de mama por primera vez. ¿Cómo afronta la situación?

“Cuando recibo malas noticias —dice—, si siento la necesidad, lloro hasta que consigo desahogarme. Entonces trato de seguir adelante con mi vida y planeo hacer cosas de las que disfruto, como aprender chino, asistir a asambleas cristianas o irme de vacaciones con mi familia y amigos. Siempre tengo en mente las palabras de Jesús cuando dijo que no por inquietarnos podemos añadir un codo a la duración de nuestra vida.” (Mateo 6:27.)

Ella prosigue: “Siempre trato de mantener mi buen humor. [...] Bromeo con los médicos, a veces veo películas que me hacen reír y, sobre todo, trato de tener contacto regular con mis amigos y parientes. Tener amigos con quienes reírse es un tónico maravilloso. En una ocasión, justo antes de operarme, algunos amigos y familiares empezaron a contar un incidente gracioso que había sucedido la noche anterior. Me reí tanto que nunca había entrado en una sala de operaciones tan relajada”.

Conchi no es la única que ha descubierto el secreto del buen humor y de la actitud positiva para lidiar con problemas de salud. La medicina moderna también ha empezado a reconocer su valor en nuestra lucha contra el dolor y la enfermedad.

Beneficioso para mente y cuerpo

Ahora bien, el concepto no es nada nuevo. El rey Salomón escribió tres milenios atrás: “El corazón alegre es una excelente medicina” (Proverbios 17:22, Straubinger). Y Lope de Vega, escritor español del siglo XVII, apuntó: “Si humor gastar pudiera, con más salud sospecho que viviera”. Lo lamentable es que, por lo que se ve, en el agitado mundo de hoy la gente prefiere guardarse el buen humor a gastarlo. Es como si viviéramos en la aurora de la tecnología y en el ocaso del sentido del humor. El libro El arte de la risa dice que, en la sociedad moderna, “el Homo sapiens [el ser humano] ha sido sustituido por el Homo digitalis”, pues a veces la información digital y las computadoras parecen estar suplantando el lenguaje de la risa, los ademanes y las sonrisas.

El buen sentido del humor ayuda a los pacientes a pensar, sentir y actuar de forma más positiva. Según un artículo reciente escrito por el doctor Jaime Sanz-Ortiz, oncólogo y especialista en medicina paliativa, el buen humor contribuye a “facilitar la comunicación, potenciar la inmunidad, aliviar el dolor, [reducir] la ansiedad, relajar la tensión psíquica y muscular, inspirar la creatividad y mantener la esperanza”.

Su inestimable valor

¿Por qué funciona como remedio? Porque nos permite afrontar con optimismo cualquier situación, aun cuando nos hallemos en circunstancias desfavorables. “Incorporar el humor y la risa a nuestra labor diaria mantiene el espíritu [con] energía, nos hace aliviar la fatiga y dejar de autocompadecernos”, afirma Sanz-Ortiz.

Naturalmente, las cosas que hacen sonreír o producen risa difieren de una persona a otra y de una cultura a otra. La explicación, señala Sanz-Ortiz, es que, “al igual que la belleza está en los ojos de los que la ven, el humor se halla en la mente de quien lo percibe”. Ahora bien, sin importar nuestros antecedentes o la educación que hayamos recibido, un buen sentido del humor suele ser un medio eficaz de comunicación y una válvula de escape útil para liberar la ansiedad, la tensión o los sentimientos de inseguridad. En vista de todo lo que logra, ¿qué podemos hacer para cultivarlo?

En primer lugar, no centrarnos en nuestros problemas o en nuestra enfermedad, sino buscarle el lado positivo a cada instante de la vida. Luego, debemos hacer el esfuerzo de pensar racionalmente, rechazando ideas distorsionadas o absurdas que solo agravan nuestra difícil situación. También podemos aprender a mirar las cosas desde un ángulo distinto. No hace falta estar siempre sonriendo o riéndose; los inconvenientes se sobrellevan mejor con verles el lado gracioso. El sentido del humor “aparta momentáneamente nuestra atención de las preocupaciones y da una perspectiva nueva al problema [...], [permitiéndonos] afrontarlo con recursos renovados”, afirma Sanz-Ortiz.

Está claro que el buen sentido del humor no es un antídoto contra cualquier crisis que surja en la vida, no obstante, ayuda a hacer frente a los problemas de una manera más optimista y equilibrada. Como dice Conchi, “estar enfermo no tiene ninguna gracia, pero no hay que perder el sentido del humor”. Ella agrega: “Considero mi vida como si fuese un terreno lleno de cultivos, y la enfermedad, quiera o no, tiene una parcela en él. Pero nunca permito que gane terreno; está situada en una esquina, no en el centro de mi vida. Hasta ahora no puedo decir que haya vencido el cáncer; aun así, todavía disfruto de la vida, y eso es lo más importante”.

[Ilustración de la página 27]

Conchi recibe ánimo de Félix (su esposo) y Pili (su hermana menor)