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¿Por qué hay tanta gente atemorizada?

¿Por qué hay tanta gente atemorizada?

¿Por qué hay tanta gente atemorizada?

UN CLIMA de temor se ha apoderado de la humanidad. Esta sensación afecta a casi todo el mundo, aunque con frecuencia pase desapercibida. ¿Qué ha generado este ambiente? ¿Por qué algunos tienen miedo de salir de su casa? ¿Por qué muchos se sienten inseguros en el empleo? ¿Por qué teme tanta gente por sus hijos? ¿A qué peligros se enfrentan las personas en su propio hogar?

Claro está, son muchas las razones por las que sentir temor, pero analicemos cuatro peligros constantes que acechan a la gente: la violencia urbana, el acoso sexual, las violaciones y la violencia doméstica. En vista de que casi la mitad de la población humana vive en zonas urbanas, resulta muy oportuno comenzar hablando de la violencia en las ciudades.

Peligros en las ciudades

Aunque probablemente el objetivo de las primeras ciudades fuera brindar protección, hoy mucha gente las considera peligrosas. Lo que antes era un refugio ahora se ha convertido en una amenaza. El abarrotado centro de las metrópolis es un territorio ideal para los atracadores, y en algunos barrios pobres incluso es peligroso entrar, porque hay pocos policías y escasa iluminación.

Estos temores tienen su razón de ser, pues según la Organización Mundial de la Salud, todos los años pierden la vida 1.600.000 personas debido a la violencia. Y en África, 60,9 de cada 100.000 habitantes sufren una muerte violenta.

Numerosas personas, organizaciones y lugares que solían inspirar confianza son vistos ahora como una amenaza. Por ejemplo, muchos parques, escuelas y tiendas son zonas de gran criminalidad. Algunos líderes religiosos, trabajadores sociales y maestros —figuras de las que se espera protección— han traicionado la confianza depositada en ellos. Con tantos casos de abuso de menores cometidos por algunos de estos, los padres lo piensan dos veces antes de dejar a sus hijos con alguien. En algunos sitios están a la orden del día la corrupción y el abuso de poder por parte de la policía, de la que se esperaría que cumpliera con su deber de proteger a los ciudadanos. Y en lo que a las fuerzas de “seguridad” se refiere, hay naciones en las que todavía muchas familias sufren por sus seres queridos desaparecidos tras ser arrestados por el Ejército durante los conflictos civiles. Así, en lugar de disipar el clima de terror, la policía y los militares de diversos países de todo el mundo lo han avivado.

El libro Citizens of Fear—Urban Violence in Latin America (Ciudadanos del miedo. Violencia urbana en Latinoamérica) dice: “Los habitantes de las capitales de América Latina viven sumidos en el temor, en medio de algunas de las condiciones más peligrosas que existen. En esta vasta región, todos los años fallecen de forma violenta 140.000 personas, y 1 de cada 3 ciudadanos ha sido víctima de la violencia directa o indirectamente”. Al igual que en otras capitales del mundo, con frecuencia se producen protestas de carácter político. Cuando estas concentraciones derivan en disturbios, muchos individuos se aprovechan y saquean los comercios haciendo que cunda el caos. Así, quienes se encuentran en la ciudad pueden verse fácilmente atrapados por una multitud encolerizada.

Por otro lado, en muchas naciones hay una enorme diferencia entre las condiciones de vida de ricos y pobres, lo que ha generado gran resentimiento. Se ha sabido de personas que, frustradas por sentir que sus necesidades básicas no están satisfechas, han asaltado en masa los barrios de la clase alta. Y aunque es cierto que estos incidentes no se producen en todas partes, la situación en algunos lugares es tan tensa que la violencia puede estallar en cualquier momento.

La existencia de ladrones y revolucionarios basta para fomentar el clima de terror en el que vivimos, pero hay otras causas.

La pesadilla del acoso sexual

Millones de mujeres tienen que soportar a diario silbidos, gestos obscenos y miradas lascivas. La revista Asia Week dice: “Los estudios revelan que 1 de cada 4 japonesas ha sufrido alguna forma de acoso sexual en público (el 90% en el tren). [...] Solo el 2% de las víctimas emprende algún tipo de acción cuando esto ocurre, pues la mayoría teme la reacción de su agresor”.

Los casos de acoso sexual se han disparado en la India. “Siempre que una mujer sale de su casa, lo hace asustada —explica una periodista india— [...]. Es objeto constante de humillaciones y comentarios groseros.” De una ciudad cuyos residentes se enorgullecen de la relativa seguridad de sus calles viene este informe: “El problema no está en las calles, sino en las oficinas. [...] El 35% de las mujeres entrevistadas afirmaron haber sido acosadas sexualmente en su lugar de empleo. [...] El 52% de ellas dijeron que por miedo al acoso sexual preferían trabajos en los que les pagaran menos [...], pero donde [solo] tuvieran que tratar con mujeres”.

El miedo a la violación

La pérdida de su dignidad, sin embargo, no es lo único a lo que se enfrentan las mujeres, pues el acoso sexual puede terminar en una violación. Muchas tienen más miedo a ser violadas que a perder la vida, lo cual es comprensible. No es raro que una mujer haya pasado por lo siguiente: se encuentra de repente sola en un lugar donde pudiera ser violada y ve a un hombre al que no conoce o del que no se fía; su corazón se acelera y empieza desesperadamente a analizar la situación: “¿Me hará algo? ¿Cómo puedo escapar? ¿Me pongo a gritar?”. Pasar por varias experiencias de esa clase desgasta poco a poco a la mujer. Por eso, muchas prefieren no vivir en la ciudad, a veces ni siquiera ir de visita.

“El miedo, la angustia y la ansiedad son compañeros inseparables de la vida urbana para muchas mujeres —señala el libro The Female Fear (El miedo de la mujer)—. El miedo a ser violadas las hace estar siempre en guardia, vigilantes y alertas. Es lo que hace que se pongan sumamente tensas cuando alguien camina muy cerca detrás de ellas, sobre todo si es de noche. Es [...] una sensación de la que jamás logran librarse por completo.”

Los actos violentos afectan a muchas mujeres, pero el temor a ser víctima de ellos afecta a casi todas. La publicación de las Naciones Unidas El Estado de la Población Mundial 2000 dice: “En todo el mundo, al menos una de cada tres mujeres ha sido apaleada, obligada a entablar relaciones sexuales bajo coacción o maltratada de alguna otra manera, muy frecuentemente por alguien que ella conoce”. Pero ¿hasta dónde llega el clima de temor? ¿Es común que la gente se sienta insegura hasta en su propia casa?

El horror de la violencia doméstica

La práctica oculta de someter a las esposas a base de golpes es una injusticia flagrante que se comete por todo el mundo y que en muchos lugares no se consideraba un delito hasta hace poco. Un informe de la India afirma que “en el país, al menos el 45% de las mujeres reciben bofetadas, patadas y golpes de sus esposos”. Este tipo de agresiones supone una amenaza mundial para la salud. El FBI indica que en Estados Unidos, entre las mujeres de 15 a 44 años se producen más lesiones por la violencia doméstica que por los accidentes automovilísticos, los asaltos y las violaciones juntos. Así pues, la violencia doméstica es mucho más grave que una discusión ocasional que termina en un intercambio de bofetadas. Son muchas las mujeres que temen por su integridad física en su propio hogar. Un estudio a nivel nacional realizado en Canadá mostró que un tercio de las víctimas de este tipo de violencia han sentido en algún momento que su vida corría peligro. Dos investigadores de Estados Unidos llegaron a esta conclusión: “El hogar es el lugar más peligroso para las mujeres, un lugar donde con frecuencia se las trata con crueldad y se las tortura”.

¿Por qué hay tantas mujeres atrapadas en relaciones tan peligrosas? Hay quienes dicen: “¿Por qué no buscan ayuda? ¿Por qué no abandonan a sus maridos?”. La razón, en la mayoría de los casos, es el miedo. El temor es una característica distintiva de la violencia doméstica. Por lo general, los agresores someten a sus esposas golpeándolas y las mantienen calladas amenazándolas de muerte. Y aunque la mujer maltratada reúna el valor para pedir ayuda, no siempre la recibe. Existe la tendencia —incluso entre quienes detestan otras formas de violencia— de trivializar, pasar por alto o incluso justificar tales abusos. Además, el esposo puede parecer una persona encantadora fuera de casa. Los amigos a menudo no pueden creer que le pegue a su esposa. Como nadie les cree y no tienen adónde ir, muchas víctimas piensan que no les queda otro remedio que vivir aterrorizadas.

Las esposas maltratadas que sí dejan su hogar acaban muchas veces atrapadas en otro tipo de acoso más intenso. En un estudio reciente entre más de mil mujeres del estado de Luisiana (EE.UU.), el 15% informó que habían sido objeto de persecución. Imagínese cómo se sentiría una mujer en esa situación: alguien que la ha amenazado la sigue allá adonde va. La llama por teléfono, la acecha, la observa y la espera. Puede que incluso mate a su mascota. Es una auténtica campaña de terror.

Tal vez usted no esté pasando por una situación como esa, pero ¿hasta qué punto afecta su vida diaria el miedo?

¿Repercute el miedo en su vida?

Al vivir inmersos en un clima de temor, es posible que no nos demos cuenta de cuántas de nuestras decisiones diarias están influidas por el miedo. ¿Se ha detenido a analizarlo?

Por ejemplo, ¿tratan usted o su familia de no llegar a casa solos de noche? ¿Le da miedo utilizar el transporte público? Y al buscar trabajo, ¿se lo piensa dos veces antes de aceptar un empleo si el trayecto le toma mucho tiempo? ¿Influye en su decisión la clase de compañeros que tendrá o la gente con la que tratará? ¿Repercute el miedo en su vida social o en el entretenimiento que elige? ¿Ha descartado quizás la idea de acudir a un concierto o a un acontecimiento deportivo por temor a encontrarse con multitudes descontroladas e individuos bajo los efectos del alcohol? ¿Ha cambiado a causa del temor su conducta en el centro donde estudia? Muchos padres temen que sus hijos se conviertan en delincuentes. Por eso, eligen con cuidado la escuela en la que los matriculan; además, los pasan a buscar, aunque podrían ir a casa a pie o en transporte público.

No hay duda alguna: el mundo entero está envuelto en un ambiente de temor. Pero este miedo ha formado parte de la vida de la humanidad desde sus mismos orígenes. ¿Podemos esperar un cambio? ¿Es un sueño pensar en el fin del temor? ¿O existe una razón sólida para creer que en el futuro nadie tendrá miedo?