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Hallazgo en Red Bay

Hallazgo en Red Bay

Hallazgo en Red Bay

De nuestro corresponsal en Canadá

HAY quien diría de Red Bay: “Este no es el extremo más lejano de la Tierra, pero desde aquí se puede ver”. Si alguna vez visitara el lugar, situado en la zona oriental de Canadá, quizá usted también pensaría que se halla casi en los confines del planeta. Esta diminuta población se asienta en la pintoresca costa de la península del Labrador, junto al estrecho de Belle Isle. ¿Qué convierte a la tranquila Red Bay, con su resguardado puerto, en un lugar único y fascinante?

Una historia excepcional

Al llegar la estación propicia para la observación de ballenas, el pueblo se llena de visitantes. Pero no siempre ha sido ese su principal atractivo. Hace más de cuatrocientos años, en las aguas cercanas se cazaban ejemplares de las ballenas vascas y de las francas para obtener su valiosísimo aceite. Según cierta publicación, “en tiempos de escasez, la barrica [de aceite de ballena] costaba el equivalente a 10.000 dólares”. Los balleneros vascos, procedentes de la región fronteriza entre España y Francia, fueron de los primeros europeos que explotaron los recursos naturales de Canadá. En Europa, el combustible principal para las lámparas era el aceite de ballena, que también se empleaba para lubricar máquinas, como ingrediente de jabones y cosméticos, y en el proceso de manufactura del cuero, la lana y la pintura. Durante la segunda mitad del siglo XVI, Red Bay era el puerto ballenero más grande del mundo. En consecuencia, en Canadá se estableció uno de los primeros complejos industriales conocidos, dedicado a la producción de dicho aceite.

¿Cómo lo sabemos?

Las pruebas documentales halladas en los archivos vascos hicieron que varios arqueólogos e historiadores se fijaran en Red Bay. Según los registros, en 1565 se hundió allí durante una tormenta un galeón español de nombre San Juan.

En excavaciones realizadas en suelo de la isla Saddle, frente a Red Bay, se encontraron objetos relacionados con los comienzos de la industria ballenera, como una cabeza de arpón con forma de punta de flecha. De hecho, los visitantes pueden ver aún, desperdigadas por las playas, montones de tejas rojas de fabricación española. Durante años, los niños de la zona jugaron con ellas. Un residente dijo: “Usábamos las tejas rojas como tizas para dibujar y pintar sobre las rocas, sin tener ni idea de con qué estábamos jugando”.

En el verano de 1978, unos arqueólogos submarinos que trabajaban desde una barcaza a unos 30 metros [100 pies] de la isla Saddle recuperaron una plancha de roble. Era una pieza significativa, dado que la madera de este árbol era la más usada por los vascos para sus barcos y no hay robles en las áridas costas del Labrador. En otra inmersión descubrieron los restos excepcionalmente bien conservados de lo que creían era el San Juan. El navío se había mantenido así gracias a las heladas aguas de Red Bay. Descansaba en el fondo marino, cubierto por gran cantidad de cieno, a una profundidad de casi 10 metros [30 pies]. Según parece, con el tiempo, el peso de las masas de hielo partió el barco longitudinalmente, aplanándolo como si se tratara de un libro abierto. Los arqueólogos se entusiasmaron con este hallazgo, pues era el primer navío mercante del siglo XVI que se descubría casi intacto en las costas ubicadas al norte de Florida.

¿Podría tratarse del San Juan?

Los buceadores realizaron la ardua tarea de desenterrar el navío pieza por pieza y numerar cada una. Tras un examen cuidadoso lo volvieron a depositar en el lecho marino para facilitar su conservación. ¿Qué se descubrió? El barco, de cerca de 300 toneladas, se había construido buscando la navegabilidad, no el lujo ni una apariencia atractiva. Tenía ambos extremos cuadrados en su parte superior para optimizar la capacidad de almacenaje de los grandes cargamentos que se llevaban a España. Los primeros registros sobre el hundimiento del San Juan revelan que transportaba un cargamento completo de aceite de ballena, mucho del cual fue recuperado por la tripulación. En la parte inferior de lo que quedaba del navío, los buceadores descubrieron los restos de unas 450 barricas, abandonadas seguramente porque resultaba muy difícil recuperarlas. No se encontraron restos humanos a bordo. Los documentos vascos no mencionaban que se hubieran producido muertes. Estas similitudes han llevado a los investigadores a creer que debe tratarse del San Juan. Durante las excavaciones se encontró también una pequeña embarcación que solían usar los balleneros vascos: la chalupa. Según Robert Grenier, director de Arqueología Marina de Parks Canada, la chalupa es “uno de los mayores logros de la ingeniería naval”.

¿Quién diría que la tranquila Red Bay fue alguna vez una próspera capital ballenera? Los tiempos han cambiado mucho. No obstante, aún quedan retazos de su historia, que todos podemos contemplar.

[Mapas de la página 14]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Península del Labrador

Red Bay

Estrecho de Belle Isle

Isla de Terranova

[Ilustración de la página 15]

Modelo a escala 1:10 de cómo se supone que era el San Juan

[Reconocimiento]

Parks Canada Agency, fotógrafo: Denis Pagé

[Ilustración de la página 15]

Extremo derecho: buceador trabajando en el navío hundido

[Reconocimiento]

Bill Curtsinger/National Geographic Images Collection

[Ilustración de la página 15]

Extremo derecho: la ballena vasca es una especie amenazada

[Reconocimiento]

NOAA

[Ilustración de la página 15]

Chalupa ballenera vasca descubierta en Red Bay

[Reconocimiento]

Parks Canada/Shane Kelly/1998

[Ilustración de la página 15]

Red Bay

[Reconocimiento]

Foto por cortesía de Viking Trail Tourism Association

[Ilustración de la página 15]

A menudo aparecen en la playa tejas rojas de fabricación española

[Reconocimiento]

Parks Canada/Doug Cook/1997