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Romper las cadenas del abuso del alcohol

Romper las cadenas del abuso del alcohol

Romper las cadenas del abuso del alcohol

“Mi padre era alcohólico, y yo seguí sus pasos. A los 12 años ya era un bebedor, y para cuando me casé, no pasaba ni un solo día sin emborracharme. Me volví tan violento que la policía tuvo que acudir muchas veces a socorrer a mi familia. Además, la bebida iba minando mi salud. Me provocó una hemorragia gástrica que casi me cuesta la vida, y más tarde cirrosis y anemia. Intentando romper con el vicio, acudí a varios grupos de autoayuda, pero de nada sirvió. Me sentía atrapado en una red de la que no conseguía liberarme.” Víctor, * de Argentina.

ESTE no es más que uno de tantos relatos de quienes han caído en el lazo del alcohol. Al igual que Víctor, se sienten atrapados y no encuentran la salida. ¿Será posible superar el alcoholismo o evitar desde un principio caer en él? De ser así, ¿cómo?

Reconocer el problema

En primer lugar es esencial que tanto el bebedor como quienes lo rodean admitan que hay un problema, un problema complejo del que la dependencia es tan solo la punta del iceberg. El alcoholismo surge con el transcurso del tiempo a partir de un consumo que quizás fuera moderado en sus orígenes. Por extraño que parezca, la mayoría de los accidentes, agresiones y conflictos sociales ocasionados por el alcohol no tienen como protagonistas a bebedores empedernidos. Es interesante el siguiente comentario de la OMS: “La mejor manera de reducir la problemática del alcohol en una sociedad consiste en lograr la disminución del consumo, no tanto entre los bebedores compulsivos como entre los moderados” (cursivas nuestras). Por lo tanto, preguntémonos: “¿Bebo más de lo que recomiendan las autoridades sanitarias? ¿Tomo alcohol en circunstancias que requieren total concentración y rapidez de reflejos? ¿Tengo dificultades en casa o en el trabajo a consecuencia de la bebida?”. Si el nivel de consumo de la persona es peligroso, la mejor manera de evitar problemas graves es reconocerlo y reducir la cantidad. Una vez adquirida la dependencia, le será mucho más difícil cambiar.

Una reacción muy común entre quienes abusan del alcohol es negar la realidad. Afirman: “Yo bebo como todo el mundo” o “Puedo dejarlo cuando quiera”. Así era el caso de Konstantin, de Rusia. “Aunque el alcohol casi me mata —explica—, nunca pensé que tuviera una adicción, y por tanto, nunca di los pasos para cambiar.” Marek, de Polonia, recuerda su experiencia: “Traté muchas veces de abandonar la bebida. Aun así, les restaba importancia a los sufrimientos que me producía y no acababa de creer que fuera alcohólico”.

¿Qué contribuirá a que el bebedor reconozca que ha caído en una red y que debe tomar medidas para liberarse? En primer lugar, hay que conseguir que admita que el origen de sus dificultades es el abuso del alcohol y que la abstinencia mejorará su calidad de vida. Como indica una revista médica, tiene que sustituir el razonamiento “bebo porque me ha dejado mi mujer (o porque me he quedado sin trabajo)” por “me ha dejado mi mujer (o me he quedado sin trabajo) porque bebo” (La Revue du Praticien—Médecine Générale).

Entre las recomendaciones para ayudar al alcohólico a transformar su forma de pensar están las siguientes: escucharlo con atención; plantearle preguntas que lo animen a expresar sus sentimientos y emociones libremente; demostrar empatía para que se sienta comprendido; felicitarlo por cualquier progreso que haga, por mínimo que sea; no erigirse en juez ni adoptar actitudes que coarten su franqueza y lo disuadan de pedir ayuda, y sugerirle que redacte dos listas con las respuestas a las preguntas: “¿Qué ocurrirá si sigo con la bebida?” y “¿Qué ocurrirá si la dejo?”.

Buscar asistencia profesional

Las personas que caen en el abuso del alcohol no son ni inútiles ni irreformables. Aunque algunas logran dejar la bebida por sí solas, muchas precisan asistencia profesional. * Hay quienes responden bien al tratamiento ambulatorio, pero tal vez sea necesaria la hospitalización si el síndrome de abstinencia es grave. Cuando remiten los síntomas iniciales del síndrome —de dos a cinco días después—, pueden recetarse fármacos para reducir las ansias de ingerir alcohol, y de este modo facilitar la abstinencia.

Conviene aclarar que los programas de desintoxicación no tienen el éxito garantizado. La medicación es tan solo un apoyo temporal y no la solución definitiva. Dejemos que Alain, de Francia, nos cuente qué le ocurría al finalizar los tratamientos: “Tan pronto como salía del hospital, volvía a tomar alcohol porque me juntaba con los mismos amigos. En el fondo, no tenía una buena motivación para dejar de beber”.

Llenar el vacío

Una causa del fracaso es que cuando el bebedor deja el alcohol, siente un vacío parecido a la ausencia de un buen amigo. “Solo pensaba en beber —indica Vasiliy, de Rusia—. Si no lo hacía, el día no tenía sentido.” Para el alcohólico, nada hay más importante que satisfacer sus ansias. “Mi único fin en la vida era tomarme unos tragos y conseguir dinero para hacerlo”, señala Jerzy, de Polonia. Es patente, por lo tanto, que para recuperarse y mantener la abstinencia hay que encontrarle un nuevo propósito a la vida.

Un manual de la OMS que contiene consejos para cambiar los hábitos de consumo de alcohol afirma que para no recaer es fundamental implicarse en labores que aporten sentido a la vida, entre ellas las de carácter religioso.

En efecto, las actividades espirituales pueden fortalecer a quien intenta librarse de la bebida. Tomemos como ejemplo a Alain, quien tras su tercera estancia en la cárcel por motivos relacionados con el alcohol, comenzó a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. “Aquello dio sentido a mi vida y me fortaleció para aguantar. No lo hacía solo para dejar la bebida, sino para agradar a Jehová.”

Cómo afrontar una recaída

Los consejeros especializados destacan la importancia de dar aliento y respaldo a los alcohólicos en recuperación. Muchos de ellos han perdido a sus familiares y amigos por su deplorable situación, y esa soledad pudiera conducirles a la depresión y el suicidio. El manual antes citado ofrece este consejo a quienes intentan apoyar a un alcohólico: “Procure no criticarlo, por más que lo exaspere o frustre su conducta. Recuerde que cambiar de hábitos no es fácil. Algunas semanas serán buenas y otras malas. Hace falta que usted se arme de creatividad y que lo anime y apoye cuando adopte una modalidad de consumo de bajo riesgo o se abstenga por completo”.

“A mí lo que me ayudó —explica Hilario, quien fue bebedor casi treinta años— fue el amor y el interés de los hermanos de la congregación de los testigos de Jehová de mi localidad. Tuve muchas recaídas, pero ellos siempre estuvieron a mi lado para darme ánimos y consejos bíblicos pertinentes.”

Si usted, lector, está tratando de liberarse del alcohol, no olvide que las recaídas son habituales y deben considerarse parte de la recuperación. ¡No se rinda! Trate de ver qué error lo llevó a reincidir y procure no repetirlo. Determine qué aviva sus deseos de beber. ¿Es el aburrimiento, la depresión, la soledad, las discusiones, el estrés, o los lugares y actividades donde se bebe? Pues entonces, evite esos peligros. Jerzy, quien tardó dos años en ser completamente abstemio, explica: “Aprendí a entender y distinguir las emociones que podían llevarme a beber. Ahora me alejo de todo lo que despierta en mí el deseo de alcohol: desde los lugares donde se consume y los productos que lo contienen —como alimentos e incluso artículos de tocador y medicamentos— hasta la publicidad que lo anuncia”. Muchos afectados han visto que algo fundamental para dominar las ganas de beber es pedirle a Dios “el poder que es más allá de lo normal” (2 Corintios 4:7; Filipenses 4:6, 7).

¡Libre!

Aunque no resulte fácil y tome tiempo, es posible romper las cadenas del alcoholismo. Todas las personas mencionadas en este artículo lo han logrado y, gracias a ello, han mejorado su salud y su vida familiar y profesional. Veamos algunos de sus comentarios. Alain: “Ya no soy esclavo de la bebida”. Konstantin: “Conocer a Jehová ha salvado a mi familia. Hoy mi vida tiene sentido. Mi felicidad ya no depende del alcohol”. Víctor: “Me siento libre. He recuperado mi dignidad y mi identidad”.

Sea que el afectado corra peligro de sufrir accidentes por el consumo indebido, o esté pasando dificultades por el abuso o la dependencia del alcohol, está a tiempo de hacer los cambios necesarios. No debe dudar en hacerlos si la bebida amenaza su bienestar. Será para su propio bien y el de quienes lo aman.

[Notas]

^ párr. 2 Se han cambiado algunos nombres.

^ párr. 10 Existen muchos hospitales, centros terapéuticos y programas de rehabilitación que brindan sus servicios. Los testigos de Jehová no respaldan ninguno en particular. Pero sí recomiendan actuar con cautela para no participar en actos contrarios a los principios bíblicos. En última instancia, cada uno tendrá que decidir por sí mismo qué tratamiento se requiere.

[Ilustración de la página 10]

El primer paso es reconocer el problema

[Ilustración de la página 11]

Muchos necesitan asistencia profesional para dejar la bebida

[Ilustración de la página 12]

La oración es muy útil

[Ilustración de la página 12]

El afectado puede cobrar fuerzas para abstenerse