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La Calzada de los Gigantes

La Calzada de los Gigantes

La Calzada de los Gigantes

DE NUESTRO CORRESPONSAL EN IRLANDA

CUENTAN en Irlanda que un gigante del país llamado Finn MacCool retó a duelo a otro gigante, el escocés Benandonner. Pero como no había embarcaciones de su tamaño para cruzar el mar que los separaba, MacCool decidió construir un camino con enormes columnas de piedra.

Benandonner aceptó el desafío y viajó por este medio hasta Irlanda. Cuando la esposa de MacCool vio lo grande y fuerte que era, tuvo la brillante idea de disfrazar a su marido de bebé. Cuando Benandonner llegó a la casa y se percató de las dimensiones de la “criaturita”, no quiso ni imaginarse cómo sería el padre y huyó despavorido a Escocia, destruyendo a su paso la calzada para que MacCool no pudiera seguirlo. Las rocas que quedaron en suelo irlandés forman la Calzada de los Gigantes.

Este es el gracioso cuento que llevan escuchando durante más de trescientos años los millones de visitantes que han acudido a este pintoresco lugar. Pero ¿cómo se formó realmente esta maravilla? ¿Y por qué atrae a tanta gente? Decidimos contestar estas preguntas con una visita.

Un camino para gigantes

La Calzada de los Gigantes se encuentra en la costa norte de la isla de Irlanda, a 100 kilómetros [60 millas] al noroeste de Belfast. Dejamos atrás el centro de información y caminamos un pequeño trecho hasta la orilla del mar, donde nos espera un auténtico espectáculo: miles de columnas de piedra de hasta seis metros [20 pies] de altura. Pero no es su cantidad lo que nos impresiona (40.000, según algunos cálculos), sino su simetría. Primeramente observamos que casi todas son prismas hexagonales que miden de 38 a 51 centímetros [15 a 20 pulgadas] de ancho y tienen la parte superior más o menos plana. Son tan regulares que vistas desde arriba semejan las celdas de un panal. Luego nos enteramos de que una cuarta parte de los bloques tienen cinco caras laterales, aunque también los hay de cuatro, siete, ocho e incluso nueve.

La Calzada de los Gigantes consta de tres secciones. La mayor, la Calzada Grande, comienza al pie de los acantilados, y al principio, más que un camino, parece un conjunto desordenado de peldaños de hasta seis metros [20 pies] de altura. Pero al ir adentrándose en el mar, los bloques se nivelan y adoptan el aspecto de un camino adoquinado de 20 a 30 metros [60 a 100 pies] de ancho. Con la bajamar podemos avanzar un buen número de metros antes de que desaparezca la Calzada poco a poco bajo el mar, en dirección a Escocia.

Las otras dos secciones, la Calzada Media y la Pequeña, son en realidad montículos de columnas paralelos a la sección principal. La disposición escalonada de las columnas permite a los más atrevidos ir pasando de una a otra, aunque con cuidado, pues como pudimos comprobar, los bloques próximos al agua son muy resbaladizos.

Otras formaciones colosales

Continuamos por un tramo de la costa cuyos acantilados contienen miles de columnas en una extensión de 6,5 kilómetros. Con el paso del tiempo, la gente ha ido dando nombres a algunas de las formaciones. Dos de ellas evocan instrumentos musicales. La primera se llama El Órgano, pues sus prismas recuerdan los tubos de este instrumento, pero a escala mucho mayor, y la segunda, El Arpa del Gigante, denominada así por la curvatura de las grandes columnas que bajan hasta la orilla.

La especificación “del Gigante” figura en los nombres de otras formaciones, como El Telar, El Ataúd, Los Cañones, Los Ojos y La Bota. Esta última es una piedra de dos metros [7 pies] de alto, situada en la playa, cerca de la Calzada. Por su tamaño, hay quienes afirman que perteneció a un legendario hombretón de por lo menos 16 metros [53 pies] de altura.

Otra formación, Los Remates de Chimenea, ha quedado vinculada a la famosa Armada Invencible de España. Se trata de unas columnas que han sido separadas del acantilado por la erosión y que sobresalen en un promontorio frente a la costa. No es difícil entender por qué los navegantes las confundían con las chimeneas de un gran castillo. Al parecer, el buque Girona, en su huida tras la derrota de su escuadra en 1588, les disparó una andanada pensando que eran parte de una fortaleza enemiga.

El otro extremo

La calzada unía supuestamente la isla de Irlanda con Escocia. Entonces, ¿dónde está el otro extremo? Pues bien, se han encontrado columnas basálticas idénticas a 130 kilómetros [81 millas] al noreste de allí, concretamente, en una pequeña isla deshabitada de la costa occidental de Escocia llamada Staffa, que significa “isla de las columnas”. Su rasgo más distintivo es una gran cueva marina que penetra 80 metros en el interior de la roca y está enteramente guarnecida de columnas de basalto. Se la conoce como la gruta de Fingal, otro nombre para Benandonner, el gigante escocés que huyó de Finn MacCool. Inspirado por el sonido que produce en el interior de la cueva el batir de las olas, el compositor alemán Felix Mendelssohn escribió en 1832 la obertura La gruta de Fingal.

Su auténtico origen

Si estos prodigios de simetría no son obra de gigantes enemistados, ¿cómo surgieron? Para entenderlo debemos saber de qué manera se forman ciertas rocas volcánicas.

El norte de la isla de Irlanda tiene una base de caliza compacta. Hace milenios, la actividad volcánica de las profundidades de la corteza terrestre empujó a través de fisuras de la caliza el magma (roca fundida a más de 1000 °C [1800 °F]), que, una vez en el exterior, se enfrió y solidificó. Pero ¿por qué no adoptó una forma irregular?

El magma se compone de muchos elementos que dan origen a diversos tipos de roca, entre ellos el basalto de la Calzada de los Gigantes. En este caso, el magma se enfrió lentamente y se contrajo. A consecuencia de su composición química se abrieron grietas hexagonales en la superficie que, conforme descendía la temperatura, iban profundizándose y produciendo las columnas que hoy conocemos.

“¿De qué presumen los arquitectos?”

Aunque estas columnas hexagonales existen en otros lugares aparte de Irlanda y Escocia, no suelen estar tan bien conservadas ni tan accesibles al público.

A finales del siglo XVIII, bastaron las columnas de Staffa para que el botánico sir Joseph Banks exclamara impresionado: “Comparado con esto, ¡qué pueden representar las catedrales u otros templos construidos por el hombre! [...] ¿De qué presumen los arquitectos?”.

Lo mismo pensamos nosotros tras visitar este hermoso tesoro de Irlanda, la Calzada de los Gigantes. Los paseos por este monumento natural nos hicieron meditar en el poder y las dotes artísticas del Gran Creador y Arquitecto Divino, Jehová.

[Ilustración de la página 15]

Fenómeno natural

La mayoría de las columnas son hexagonales

[Reconocimiento]

Gentileza de NITB

[Ilustración de las páginas 16 y 17]

Se encuentran columnas de basalto a lo largo de más de seis kilómetros [4 millas] de costa

[Ilustración de la página 17]

La Bota del Gigante, de dos metros [7 pies] de altura

[Ilustración de la página 17]

Bloques de 12 metros [40 pies] que parecen los tubos de un órgano gigante

[Reconocimiento de la página 16]

Parte superior izquierda: gentileza de NITB; parte inferior: © Peter Adams/Index Stock Imagery