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“Nos vemos junto al pozo”

“Nos vemos junto al pozo”

“Nos vemos junto al pozo”

DE NUESTRO CORRESPONSAL EN MOLDAVIA

LA NOVIA observa nerviosa cómo sacan agua del pozo y la derraman en el camino, pero termina riéndose satisfecha cuando el recién casado la carga en brazos a través del suelo húmedo, en medio de las aclamaciones de los amigos y familiares que han acudido a presenciar la antiquísima costumbre nupcial. Esta peculiar tradición ilustra muy bien que en Moldavia los pozos son mucho más que hoyos para extraer agua.

Situado en el sudeste de Europa, este país de 34.000 kilómetros cuadrados [13.000 millas cuadradas] limita al norte, este y sur con Ucrania, y al oeste con Rumania.

Aunque cuente con unos tres mil cien ríos, Moldavia sufre frecuentes sequías, por lo que el agua superficial no basta para satisfacer las necesidades de sus 4.300.000 habitantes. Por esta razón, se utilizan los pozos para cubrir más del veinte por ciento del consumo total. De hecho, se calcula que, tan solo en la sección moldava de la cuenca del Prut, pudiera haber entre 100.000 y 200.000.

Situados junto a las carreteras y caminos, a menudo con cubiertas muy adornadas, estos pozos sacian la sed del fatigado viajero. Además, en muchos pueblos del campo son puntos donde se reúnen los amigos y se tratan los asuntos del día.

La tradición: respetar el agua

En Moldavia, mostramos respeto por los pozos de varias formas. Por ejemplo, para no contaminarlos, construimos las letrinas a una distancia prudencial; además, tenemos prohibido echarles de vuelta el agua sobrante; más bien, hay que verterla en el suelo o en recipientes cercanos. Igualmente, está muy mal visto escupir —y mucho peor, discutir— en sus cercanías.

Los pozos fomentan el espíritu de comunidad entre los moldavos. En efecto, su excavación es un acontecimiento que asumen como suyo todos los vecinos y al que dan tanta importancia como a la edificación de una vivienda. De ahí que un refrán diga: A menos que construyas una casa, críes un hijo, caves un pozo y plantes un árbol, desperdiciarás la vida. Y cuando se termina el pozo, los que colaboraron son invitados a un gran banquete.

Preocupaciones ambientales

La mayoría de los pozos moldavos se surten de un manto acuífero situado a una distancia de 5 a 12 metros [15 a 40 pies] de la superficie, si bien hay otro a unos 150 ó 250 metros [500 u 800 pies]. A pesar de las tradicionales medidas de protección, buena parte de las aguas subterráneas del país se han contaminado a consecuencia de los excesos cometidos por la industria y la agricultura. En 1996, la Organización de las Naciones Unidas indicó en un informe que los nitratos y las bacterias patógenas habían afectado a “cerca del sesenta por ciento de los pozos de Moldavia” (Republic of Moldova Human Development Report). Sin embargo, en los últimos años ha mejorado la pureza de estas aguas, pues ha disminuido la producción industrial, así como la cantidad de productos químicos y combustibles que se filtran hasta los acuíferos.

El viajero que decida visitar Moldavia no tendrá que arrojar agua en el camino para iniciar una conversación amigable. Mientras sacia su sed con agua fresca, probablemente podrá ponerse al corriente de la actualidad local. Lo único que hace falta es que un hospitalario moldavo le diga: “Nos vemos junto al pozo”.

[Ilustraciones y recuadro de las páginas 26 y 27]

ARTESANÍA TRADICIONAL

Oleg es un metalista de la zona que, desde que terminó sus estudios, hace cubiertas para pozos muy ornamentadas. Él explica: “Creo que lo llevo en la sangre. A comienzos del siglo pasado, mi abuelo fue aprendiz de un artesano de la gran comunidad judía situada a las afueras de su pueblo, Lipkany. Después de las matanzas antisemitas de la II Guerra Mundial, los pocos especialistas que quedaron no eran judíos. Fue entonces cuando mi padre aprendió el oficio, y luego me lo enseñó a mí”.

Para realizar las complejas formas de las cubiertas de los pozos, Oleg emplea herramientas sencillas y unas pocas plantillas, y se deja llevar tanto por la tradición como por la inventiva. Sus vecinos valoran mucho su habilidad. “Los clientes —explica— suelen regatear el precio de casi todos los demás trabajos, pero cuando les hago una cubierta, por lo general pagan gustosos lo que les pido.”

[Mapas de las páginas 26 y 27]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

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