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La “sutil influencia” de la televisión

La “sutil influencia” de la televisión

La “sutil influencia” de la televisión

LA TELEVISIÓN puede ser un poderoso instrumento didáctico. Gracias a ella conocemos países y gentes que tal vez nunca lleguemos a visitar. “Viajamos” a las selvas tropicales y a los casquetes polares, a las cimas de las montañas y a las profundidades del océano. Penetramos en mundos fascinantes y espectaculares como el de los átomos y el de las estrellas. Vemos noticias en directo de lo que sucede al otro lado del mundo. Nos informamos sobre política, historia, actualidades y temas culturales. La televisión presenta la vida de la gente tanto en momentos trágicos como felices. Entretiene, instruye y hasta inspira.

Pero mucha de la programación no es ni sana ni educativa. Probablemente las críticas más vehementes procedan de quienes condenan sus abundantes y gráficas escenas de violencia y sexo. Un estudio llevado a cabo en Estados Unidos, por citar un ejemplo, descubrió que casi 2 de cada 3 programas televisivos contienen escenas violentas, y su frecuencia promedio es de seis por hora. Para cuando el niño llegue a la edad adulta, habrá visto miles de actos violentos y asesinatos. El contenido sexual de los programas también es mucho. En dos terceras partes de todos los programas televisivos se habla de sexo y en el 35% se presentan conductas sexuales, generalmente espontáneas, exentas de riesgos y entre personas no casadas. *

Los programas de contenido sexual y violento tienen mucha demanda en todo el mundo. Las películas americanas de acción, que con el tiempo se transmiten por televisión, se venden muy bien en otros países. No requieren necesariamente una interpretación talentosa ni un buen guión, y se entienden con facilidad. Mantienen la atención de los telespectadores a base de peleas, matanzas, efectos especiales y sexo. Pero el público se cansa enseguida de ver lo mismo —lo que hoy es sensacional mañana ya no lo es—, y para captar su atención, las películas deben ir cambiando. Los productores se van cada vez más a verdaderos extremos para impactar y excitar a la gente: presentan más escenas violentas y con un contenido más gráfico, más sexual y más sádico.

El debate sobre los efectos de la televisión

¿Qué efecto tienen en la gente las continuas escenas de violencia y sexo? Los detractores se quejan de que la violencia televisiva genera agresividad en las personas y hace que sean menos compasivas con las víctimas de actos violentos en la vida real. También afirman que las escenas de sexo fomentan la promiscuidad y socavan la moralidad.

¿Son ciertas esas acusaciones? Este asunto ha sido objeto de acalorados debates por décadas; hay centenares de estudios y millares de libros y artículos sobre el tema. El problema de fondo estriba en lo difícil que resulta demostrar que una cosa provoca la otra: por ejemplo, que la exposición a la violencia televisiva durante la infancia provoca agresividad física años después. No es fácil demostrar esta relación de causa y efecto. Para ilustrarlo: imagínese que poco después de tomar cierto medicamento por primera vez le sale un sarpullido. En un caso así, es fácil llegar a la conclusión de que fue el medicamento lo que le provocó la reacción alérgica. Pero a veces las alergias se presentan de modo gradual. En esos casos, vincular la reacción alérgica a un medicamento concreto es mucho más difícil, pues las alergias obedecen a muchas causas.

De igual modo, es difícil demostrar que la violencia televisiva genera delincuencia y otras formas de conducta antisocial. Muchos estudios indican que sí existe tal relación, e incluso algunos delincuentes han culpado de su actitud y su conducta violenta a la televisión. Pero también es cierto que hay muchas cosas que influyen en la vida de una persona y que igualmente pueden contribuir a la agresividad: los videojuegos violentos, los valores sociales de amigos y familiares y las condiciones de vida.

No es de extrañar, pues, que haya opiniones encontradas. Un psicólogo canadiense escribió: “No existe prueba científica de que ver actos violentos genere violencia en la gente o la haga insensible a ella”. En cambio, la Comisión sobre Medios de Comunicación y Sociedad de la Asociación Psicológica Americana afirmó: “No cabe la menor duda de que cuanta más violencia se ve en televisión, más se toleran las actitudes agresivas y más agresividad se manifiesta”.

El impacto de la televisión

Recuerde que la cuestión que se debate es si existen pruebas, pruebas de que ver actos violentos produce agresividad. Sin embargo, son pocas las personas que negarían que la televisión influye en la forma de pensar y la conducta. Piense un momento. Una simple fotografía puede hacernos enojar, reír o llorar. La música también es capaz de despertar en nosotros fuertes emociones. Las palabras, sea que las oigamos o las leamos, nos hacen pensar, sentir y actuar. ¡Cuánto mayor es el impacto cuando se combinan hábilmente palabras, música e imágenes en movimiento! Por eso tiene tanto poder de seducción la televisión. Y además está al alcance de todo el mundo. Un escritor dice: “Desde que el hombre aprendió a poner sus ideas por escrito, [...] ninguna otra técnica para transmitir ideas ha tenido tanto impacto en la civilización”.

Las empresas gastan anualmente miles de millones de dólares en publicidad porque saben que lo que la gente ve y oye influye en ella. No invierten ese dinero porque piensen que la publicidad tal vez surta efecto: saben que surte efecto. La publicidad vende sus productos. En el año 2004, la compañía Coca-Cola dedicó 2.200 millones de dólares a promocionar sus productos en todo el mundo a través de la prensa, la radio y la televisión. ¿Fue rentable esa inversión? La Coca-Cola tuvo unos beneficios de casi 22.000 millones de dólares ese año. Los anunciantes reconocen que un solo anuncio no influye en la conducta de la gente. Pero han comprobado que el efecto acumulativo de años de adoctrinamiento sí consigue lo que se pretende.

Si unos anuncios de treinta segundos son capaces de moldear nuestra actitud y conducta, podemos estar seguros de que pasar horas frente al televisor también nos afectará. El autor de Television—An International History (Historia internacional de la televisión) dice: “Hasta detrás del programa más común o trivial subyace la sutil influencia de la televisión”. El libro A Pictorial History of Television (Historia gráfica de la televisión) afirma: “La televisión está cambiando nuestra forma de pensar”. Lo que debemos preguntarnos es si la está cambiando de la manera que deseamos.

Para quienes sirven a Dios, esta es una cuestión muy relevante. Gran parte de la programación atenta contra los elevados principios de la Biblia y sus altas normas morales. Presenta los tipos de vida y las prácticas que se condenan en las Escrituras como algo aceptable, normal y hasta moderno. Además, los valores cristianos y las personas que parecen practicarlos suelen pasarse por alto o ser objeto de burla. Un escritor se lamentó así en su libro: “No es suficiente con hacer que la conducta desviada parezca normal. La conducta normal tiene que presentarse como desviada”. La televisión ejerce su “sutil influencia” insinuando muy a menudo que “lo bueno es malo y lo malo es bueno” (Isaías 5:20).

Tenemos que vigilar lo que vemos, pues va a influir en nuestra forma de pensar. La Biblia dice: “El que está andando con personas sabias se hará sabio, pero al que está teniendo tratos con los estúpidos le irá mal” (Proverbios 13:20). El biblista Adam Clarke señala: “Andar con una persona implica amor y apego; y es imposible no imitar a quienes amamos. De ahí el dicho: Dime con quién andas y te diré quién eres. Saber cuáles son las compañías de alguien permite deducir fácilmente su carácter moral”. Como hemos visto, la gente en general pasa mucho tiempo en compañía de personajes de televisión, personajes que distan mucho de ser sabios, y a quienes el cristiano sincero jamás se le ocurriría invitar a su casa.

Si el médico le recetara un fármaco potente, ¿lo tomaría sin sopesar los beneficios y los riesgos? Tomar el medicamento equivocado —o una cantidad excesiva aunque sea del medicamento adecuado— puede perjudicar su salud. Lo mismo podría decirse de la televisión. Por tanto, es sensato pensar seriamente en la clase de programas que vemos.

El apóstol Pablo, por inspiración divina, animó a los cristianos a centrarse en las cosas que son verdaderas, de seria consideración, justas, castas, amables, de buena reputación, virtuosas y dignas de alabanza (Filipenses 4:6-8). ¿Seguirá usted ese consejo? Si lo hace, no se arrepentirá.

[Nota]

^ párr. 3 Los datos de Estados Unidos son similares a los de otros países, pues sus programas y películas se ven en todo el mundo.

[Comentario de la página 5]

“La televisión es un invento que le permite entretenerse en su sala de estar con personas a las que no dejaría entrar en su casa.”—David Frost, locutor británico

[Recuadro de la página 5]

¿Y LOS PASAJES DE VIOLENCIA Y SEXO DE LA BIBLIA?

¿Qué diferencia hay entre las escenas de violencia y sexo que aparecen en la televisión y los pasajes de esa índole incluidos en la Biblia? Mucha. Cuando la Biblia hace referencia al sexo y la violencia, lo hace para instruir, no para entretener (Romanos 15:4). La Palabra de Dios relata hechos históricos. Además, nos ayuda a entender cómo ve Dios ciertos asuntos y a aprender de los errores ajenos.

En cambio, en la mayoría de los países cuyas cadenas de televisión emiten espacios publicitarios, el sexo y la violencia de los anuncios no tienen el objetivo de instruir, sino de vender. Los anunciantes quieren atraer al mayor número de personas posible, y como saben que el sexo y la violencia mantienen a los telespectadores pegados al televisor, esperan que miren los anuncios y acaben comprando sus productos. Por otra parte, los presentadores saben que las noticias sensacionalistas son un cebo. En otras palabras: las noticias espeluznantes acerca de crímenes, catástrofes y guerras tienen prioridad sobre las que tratan de asuntos menos apasionantes.

La Biblia es muy diferente. Cierto, contiene relatos de actos violentos, pero siempre anima a la gente a vivir en paz: a no ser vengativos y a zanjar los problemas pacíficamente. Además, siempre promueve la moralidad sexual. Y esos no son precisamente los valores que se fomentan en muchos de los programas de televisión (Isaías 2:2-4; 1 Corintios 13:4-8; Efesios 4:32).

[Ilustración y recuadro de la página 7]

LA TELEVISIÓN Y LOS NIÑOS

“Basándose en la evidencia acumulada tras varias décadas de estudios, el mundo de la ciencia y de la salud pública ha llegado a la mayoritaria conclusión de que las escenas de violencia son perjudiciales para los niños.”—Henry J. Kaiser Family Foundation.

“[Coincidimos con] la Academia Americana de Pediatría en que ‘los niños de dos años o menos no deberían ver nunca la televisión’. Puesto que su cerebro está en pleno desarrollo a esta edad, necesitan participar activamente en juegos y relacionarse con personas reales a fin de potenciar sus habilidades sociales, físicas y del desarrollo.”—National Institute on Media and the Family.

[Ilustración de las páginas 6 y 7]

¿Está cambiando la televisión mi forma de pensar de la manera que deseo?