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“Hija de los padres más puros”

“Hija de los padres más puros”

“Hija de los padres más puros”

DE NUESTRO CORRESPONSAL EN BRASIL

SE HA dicho que la sal es “hija de los padres más puros: el sol y la mar”. Estas palabras son muy ciertas en el caso de la sal que se obtiene cuando el calor del sol evapora el agua del mar.

El estado brasileño de Río Grande del Norte, situado en la costa noreste del país, es famoso por sus salinas. El clima caluroso, la escasez de lluvias y el viento seco hacen que esta zona sea ideal para extraer sal por evaporación solar. En este estado se produce el 95% de la sal refinada y sin refinar de Brasil. Una de las salinas está cerca de la pequeña población costera de Areia Branca.

De visita a unas salinas

Por lo general, las salinas abarcan mucho terreno, y las de Areia Branca no son la excepción. Al ir acercándose por la carretera, los visitantes se quedan asombrados por su tamaño. El sol matutino se refleja en los estanques, que parecen extenderse hasta donde alcanza la vista. Casi el noventa por ciento de la superficie que ocupan las salinas se utiliza para el proceso de la evaporación, y el resto para el proceso de la cristalización, en el que la sal se transforma en pequeños cristales.

Durante la visita es imprescindible usar lentes oscuros, pues los rayos del sol se reflejan en el gran manto blanco de sal que lo cubre todo. Para que la sal empiece a concentrarse, se hace pasar el agua del mar por una serie de lagunas artificiales de poca profundidad separadas por diques y compuertas de madera. Estas salinas cuentan con 67 de tales estanques. Aunque el sol del trópico y el viento evaporan unos 650 litros [170 galones] de agua por segundo, todo este proceso dura entre noventa y cien días.

La evaporación elimina el agua y deja el cloruro sódico —o sal común—, pero el agua del mar también contiene pequeñas cantidades de carbonato y sulfato de calcio, sulfato de magnesio y otras sales. Estas sustancias se van separando y asentando en el fondo de los estanques de evaporación en diferentes momentos, formando distintas capas.

A continuación, la salmuera pasa a veinte estanques de cristalización, también llamados eras salantes. En algunos, el agua desaparece casi por completo, dejando una gran masa compacta de sal. Mediante una enorme cosechadora especial se corta la masa de sal y se carga en camiones. Estos la transportan hasta lo que parece un silo, donde se lava y después se enjuaga con agua dulce.

Finalmente, la sal se lleva en barcazas hasta el puerto de Areia Branca, que se encuentra en una isla artificial construida a unos 12 kilómetros [8 millas] de la costa. La isla es un rectángulo de 92 por 166 metros [300 por 540 pies] que puede almacenar 100.000 toneladas de sal. Una cinta transportadora conduce la sal hasta una terminal situada en mar abierto, donde se carga en buques transoceánicos que la llevan a otros puntos de Brasil.

Una sustancia vital, con múltiples aplicaciones

Si bien nuestro organismo necesita muy poca sal, esta es indispensable para nuestra salud, así como para la de los animales. Tal vez pensemos que se usa únicamente para realzar el sabor de las comidas, pero lo cierto es que también se emplea en muchos otros campos, como por ejemplo, en las industrias textil, química y metalúrgica. Con ella se fabrica jabón, barniz, esmalte de porcelana y otros productos químicos. Se calcula que hoy en día la sal tiene más de catorce mil usos.

Las reservas salinas son prácticamente inagotables. Tan solo un kilómetro cúbico de agua de mar contiene 25.000.000 de toneladas de cloruro sódico. Sin embargo, antaño no era fácil de conseguir. En China, por ejemplo, lo único más valioso que la sal era el oro. La Biblia alude a ella en numerosas ocasiones y menciona diferentes usos que tenía.

En tiempos bíblicos, a los bebés a veces se les frotaba con sal al nacer, puesto que a esta sustancia se le atribuían propiedades medicinales y antisépticas (Ezequiel 16:4). En las Escrituras también se habla de la sal en sentido figurado. Jesús, por mencionar un caso, dijo que sus discípulos eran “la sal de la tierra”, refiriéndose a que el mensaje salvador que ellos predicaban tenía una influencia conservadora (Mateo 5:13). La sal también se veía como símbolo de estabilidad y durabilidad, de ahí que “un pacto de sal” se considerara un acuerdo que debía cumplirse sin falta (Números 18:19).

Al visitar las salinas de Areia Branca comprendimos un poco mejor lo valiosa que es la sal y, como consecuencia, por qué se le ha dado tanta importancia a lo largo de la historia. Podemos estar muy agradecidos de que esta sustancia, “hija de los padres más puros: el sol y la mar”, sea tan abundante.

[Ilustración de la página 16]

La cosechadora de sal en un estanque de cristalización

[Ilustración de la página 16]

Sal antes de ser refinada

[Ilustración de las páginas 16 y 17]

Área de lavado, enjuague y almacenamiento