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¿Por qué es un personaje tan importante?

¿Por qué es un personaje tan importante?

¿Por qué es un personaje tan importante?

EN LOS últimos dos mil años se ha dado mucha relevancia al nacimiento de Jesús. Según Lucas, médico del siglo primero, un ángel le anunció a una joven virgen llamada María: “¡Mira!, concebirás en tu matriz y darás a luz un hijo, y has de ponerle por nombre Jesús”. ¿Qué profetizó aquel mensajero angélico sobre Jesús? “Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo; [...] reinará [...] y de su reino no habrá fin.” (Lucas 1:31-33.)

Sin duda alguna, la humanidad necesita un gobernante mundial justo que administre el planeta con amor. Pues bien, mucho antes de que Jesús naciera, la Biblia predijo: “Un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y el gobierno reposará sobre sus hombros; y se llamará [...] Padre Eterno, Príncipe de Paz. El aumento de su gobierno y [el] de la paz no tendrán fin” (Isaías 9:6, 7, La Biblia de las Américas [LBLA], notas).

Un gobierno justo y paz sin fin, ¡qué perspectivas tan maravillosas! Pero observemos que, según esta profecía, dicho gobierno descansaría sobre los hombros de un príncipe —el “Príncipe de Paz”—, lo que indica que el Rey supremo, el Dios todopoderoso, confía el mando a su Hijo. Por eso, Jesús llamó en repetidas ocasiones al gobierno que él dirigiría “el reino de Dios” (Lucas 9:27, 60, 62).

Al comienzo de su ministerio, Jesús dijo: “Tengo que declarar las buenas nuevas del reino de Dios, porque para esto fui enviado” (Lucas 4:43). Además, enseñó a sus discípulos a orar para que viniera ese Reino a la Tierra (Mateo 6:9, 10). La revista Christianity and Crisis señala: “El tema dominante de las enseñanzas de Jesús fue el Reino. No hubo ningún otro asunto en el que pensara tanto ni que ocupara un lugar tan destacado en su mensaje. En los Evangelios se menciona más de cien veces”.

Preguntas importantes

Cuando piensa en Jesús, ¿qué imagen le viene a la mente? En esta época del año se le suele representar como un bebé en un pesebre. Y es cierto que en su momento fue un bebé indefenso (Lucas 2:15-20). Pero ¿es así como deberíamos recordarlo principalmente? Piense en las siguientes preguntas: ¿Por qué nació Jesús como ser humano? ¿Y quién era él realmente?

“¿Era Jesús el Hijo de Dios, el Mesías prometido de la Biblia hebrea, [...] o era tan solo un hombre, extraordinario tal vez, pero un hombre a fin de cuentas[?]”, se preguntó en el Encarta Yearbook (Anuario Encarta) de 1996. Es importante que reflexionemos en tales cuestiones. ¿Por qué? Porque nuestra felicidad y nuestra propia vida dependen de cómo veamos a Jesús y de cómo respondamos a sus enseñanzas. La Biblia asegura: “El que ejerce fe en el Hijo tiene vida eterna; el que desobedece al Hijo no verá la vida” (Juan 3:36).

No era un hombre común y corriente

Tras relatar lo que le sucedió a Jesús en el templo de Jerusalén cuando tenía 12 años, la Biblia dice que el muchacho regresó a casa con María y su esposo, José, y “continuó sujeto a ellos” (Lucas 2:51, 52). Pero cuando creció, quedó claro que no era un hombre común y corriente.

En una ocasión, al ver que Jesús calmaba un mar tempestuoso, un amigo suyo preguntó asustado: “¿Quién, realmente, es este[?]” (Marcos 4:41). Con el tiempo, se le imputaron cargos falsos y fue entregado al gobernador romano Poncio Pilato. Convencido de la inocencia de Jesús e impresionado por la dignidad con que enfrentaba el trato cruel e injusto, Pilato lo llevó ante la multitud y exclamó con admiración: “¡Miren! ¡El hombre!”. Los judíos respondieron: “Nosotros tenemos una ley, y según la ley debe morir, porque se hizo hijo de Dios” (Juan 19:4-7).

Al oír que Jesús afirmaba ser “hijo de Dios”, a Pilato le dio miedo. Poco antes había recibido un mensaje de su esposa en el que esta le decía que había soñado con Jesús y lo llamaba “ese hombre justo” (Mateo 27:19). Pilato sentía mucha curiosidad por saber quién era realmente Jesús. Por eso, aunque sabía que procedía de Galilea, le preguntó: “¿De dónde eres tú?”. Jesús no le contestó, y la conversación concluyó enseguida (Juan 19:9, 10).

Obviamente, Jesús era un hombre, pero había algo que lo distinguía de todos los demás seres humanos: antes había sido un espíritu en los cielos, donde se le conocía como “la Palabra”. En un momento dado, Dios había transferido su vida de forma milagrosa al vientre de María. Como lo expresó el apóstol Juan, “la Palabra vino a ser carne y residió entre nosotros” (Juan 1:1, 2, 14, 18; Revelación [Apocalipsis] 3:14).

¿Por qué era necesario que tuviera un origen divino?

El primer hombre, Adán, pecó antes de tener hijos. Desobedeció a Dios a instancias de un ángel rebelde, al que después se llamó Diablo y Satanás. El resultado fue el que Dios había advertido: Adán perdió la relación que tenía con él como hijo suyo y sufrió las consecuencias que ello acarreaba. Se volvió imperfecto, empezó a envejecer y finalmente murió (Génesis 2:15-17; 3:17-19; Revelación 12:9).

La Biblia describe así los efectos de la desobediencia de Adán en sus descendientes: “Por medio de un solo hombre [es decir, Adán] el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado” (Romanos 5:12). Lamentablemente, todos los seres humanos heredamos de nuestro antepasado, Adán, el pecado y sus nefastas consecuencias: la vejez y la muerte (Job 14:4; Romanos 3:23).

La única forma de librarse de tales consecuencias sería teniendo un padre perfecto, que no hubiera heredado el pecado y sus terribles secuelas. Veamos cómo apareció en escena ese padre nuevo, quien sería comparable a Adán en su estado perfecto.

El nuevo padre que se necesitaba

Como vimos al principio del artículo, al prometido “Príncipe de Paz” también se le llama “Padre Eterno” (LBLA). Su nacimiento humano se predijo así: “Una virgen concebirá y dará a luz un hijo” (Isaías 7:14, LBLA; Mateo 1:20-23). Jesús no tuvo un padre humano, como tampoco lo tuvo Adán. La genealogía de Jesús que registró el historiador bíblico Lucas remontándose hasta los orígenes de la humanidad muestra que Adán era “hijo de Dios” (Lucas 3:38). Pero ya hemos visto que Adán perdió la relación que tenía con Dios como hijo suyo, y no solo para él mismo, sino también para sus descendientes. De modo que todos necesitamos, por decirlo así, un nuevo padre, un padre que sea perfecto, tal como lo era Adán cuando fue creado.

Dios envió a su Hijo a la Tierra para que fuera ese nuevo Adán, reemplazando al anterior. La Biblia explica: “‘El primer hombre, Adán, llegó a ser alma viviente.’ El último Adán llegó a ser un espíritu dador de vida. El primer hombre procede de la tierra y es hecho de polvo; el segundo hombre procede del cielo” (1 Corintios 15:45, 47). “El último Adán”, Jesús, es comparable al “primer hombre, Adán”, porque al igual que él, fue perfecto y, por tanto, capaz de engendrar hijos perfectos que vivieran para siempre en la Tierra (Salmo 37:29; Revelación 21:3, 4).

Jesús, que no tuvo hijos, fue fiel a Dios hasta la muerte, pese a las pruebas a las que lo sometió Satanás. La vida humana perfecta e íntegra que Jesús sacrificó es lo que se conoce como el rescate. “Tenemos la liberación [del pecado y la muerte heredados de Adán] por rescate mediante la sangre de [Jesús]”, explica la Biblia. También dice: “Así como mediante la desobediencia [de Adán] muchos fueron constituidos pecadores, así mismo, también, mediante la obediencia de [Jesús] muchos serán constituidos justos” (Efesios 1:7; Romanos 5:18, 19; Mateo 20:28).

Si tenemos fe en Jesús, él se convertirá en nuestro “Padre Eterno” y nuestro “Salvador”. Jesús, en calidad de Gobernante del Reino de su Padre, ejercerá el poder de manera excepcional. A continuación veremos cómo será la vida bajo dicho gobierno y cuándo podemos esperar que se cumplan esas maravillosas promesas (Lucas 2:8-11).

[Ilustraciones de la página 5]

Cuando piensa en Jesús, ¿qué imagen le viene a la mente?

[Ilustración de la página 6]

¿Por qué se llama a Jesús “el último Adán”?