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La batalla contra el tráfico

La batalla contra el tráfico

La batalla contra el tráfico

DE NUESTRO CORRESPONSAL EN ESPAÑA

TIENE una cita médica, de modo que sale de casa con tiempo de sobra para llegar temprano. Al sentarse al volante ni se imagina que va a meterse en un atasco. Pasan los minutos, y la lenta caravana va poniéndolo cada vez más tenso. Termina llegando al consultorio media hora tarde.

Millones de habitantes se enfrentan día tras día con la misma pesadilla: el denso tráfico que colapsa las calles y envenena el aire. Por desgracia, nada indica que las cosas vayan a mejorar.

Según el Instituto del Transporte de Texas, “la congestión vial ha empeorado en todas las poblaciones” de Estados Unidos, y las autoridades no logran satisfacer las crecientes demandas de los automovilistas. En el resto del mundo ocurre igual. En China, miles de conductores quedaron atrapados en un monumental tapón de 100 kilómetros [60 millas], que la policía tardó varios días en disolver. Y en la ciudad de México toma más de cuatro horas hacer en coche un trayecto de 20 kilómetros [12 millas] por el centro urbano, mientras que a pie tomaría menos tiempo.

La causa de las retenciones es obvia. La mitad de la población mundial vive en ciudades que crecen sin cesar y, con ellas, la cifra de vehículos. Como señala una revista internacional, “hay demasiada gente con demasiados automóviles, y todos quieren utilizarlos en el mismo espacio reducido”.

Problemas de difícil solución

La dependencia del automóvil obliga a asumir un tráfico urbano cada vez más intenso. En Los Ángeles, con 4.000.000 de habitantes, ya hay más coches que personas. Aunque otras ciudades no alcancen aún estos niveles, muy pocas logran adaptarse al creciente tránsito. “No han sido concebidas para el automóvil”, afirma Carlos Guzmán, presidente de la Comisión de Urbanismo del Colegio de Arquitectos de Madrid. Las poblaciones antiguas, de calles estrechas, son las más afectadas; pero hasta las modernas metrópolis, de amplias avenidas, también se colapsan, sobre todo en las peores horas de la mañana y la tarde. “Las principales ciudades están congestionadas la mayor parte del día, y cada vez es más grave la situación”, señala el doctor Jean-Paul Rodrigue en su estudio “Problemas del transporte urbano”.

Como la venta de vehículos crece a un ritmo mucho mayor que la construcción de carreteras, hasta la mejor red vial puede llegar a saturarse. “A la larga, trazar nuevas vías o ampliar las ya existentes no reduce en absoluto la intensidad del tránsito en las horas críticas.” (Stuck in Traffic—Coping With Peak-Hour Traffic Congestion [Atrapado: cómo hacerle frente a un atasco].)

La falta de estacionamientos también congestiona las calles, pues a ciertas horas, muchos conductores no hacen más que dar vueltas buscando dónde dejar su vehículo. A consecuencia de las emisiones contaminantes, sobre todo en las ciudades, todos los años mueren 400.000 personas. Se ha dicho que el aire de Milán (Italia) está tan viciado que respirarlo durante un día equivale a fumar quince cigarrillos.

Otras repercusiones de los embotellamientos son la pérdida de tiempo y la tensión nerviosa. Aunque las consecuencias emocionales sean difíciles de cuantificar, no sucede así con las económicas. Según un estudio realizado en Estados Unidos, las pérdidas conjuntas de 75 grandes ciudades del país ascienden a 70.000 millones de dólares anuales. ¿Habrá algún remedio?

Medidas paliativas

Hay metrópolis que ya han tomado medidas drásticas. Singapur, que cuenta con una de las mayores concentraciones de vehículos del mundo, controla estrictamente su adquisición. Varias ciudades históricas, entre ellas algunas italianas, tienen cerrado al tráfico su centro urbano casi todo el día.

Otras localidades imponen una tasa para acceder al centro. En Londres, esta medida ha reducido los atascos en un 30%, y parece que otras ciudades van a seguir sus pasos. Además, en las capitales de algunos países, como México, el número de matrícula de cada vehículo determina qué días podrá circular por el centro.

Las autoridades también hacen grandes inversiones para renovar el transporte público y mejorar la red de carreteras, lo que incluye la construcción de anillos periféricos o rondas de circunvalación. Emplean sistemas informáticos para regular los semáforos y avisar a la policía para que descongestione el área con rapidez en caso de accidente. Y habilitan carriles reversibles y vías para uso exclusivo del autobús. El éxito de tales medidas, claro está, depende en gran parte de la colaboración ciudadana.

¿Qué puede hacer usted?

Jesucristo dijo: “Traten a los demás como les gustaría que los traten a ustedes” (Mateo 7:12, La Palabra de Dios para Todos). Este buen consejo podría paliar algunos de los peores problemas de circulación. Por otra parte, si cada uno piensa solo en su conveniencia, hasta los mejores planes fracasarán. A continuación damos algunas sugerencias para batallar con el tráfico urbano.

Si las distancias son cortas, la mejor opción pudiera ser caminar o ir en bicicleta, pues resultará más rápido, fácil y sano, mientras que si son largas, el transporte público tal vez sea lo ideal. Muchas ciudades están mejorando los servicios de autobuses, metro y trenes de cercanías para animar a que se dejen los automóviles en casa. Además, el uso de estos servicios puede suponer un ahorro. Y aunque no se utilicen para todo el trayecto, quizás puedan emplearse para acceder al centro.

¿Tiene usted que usar su vehículo? Entonces plantéese la posibilidad de llevar a otros. Si muchos lo hicieran, no habría tantas aglomeraciones en las horas de mayor tráfico. En Estados Unidos, el 88% de los desplazamientos al lugar de trabajo se realiza en coche, que en 2 de cada 3 casos solo usa el conductor. Si un buen porcentaje de personas se animara a viajar juntas, “se reducirían drásticamente la lentitud y la congestión en las horas de mayor afluencia”, asegura el libro Stuck in Traffic. Además, en muchos lugares se han habilitado carriles rápidos para uso exclusivo de vehículos con un mínimo de dos ocupantes.

Siempre que pueda, evite las horas críticas, pues se beneficiarán usted y los demás conductores. Estaciónese bien; así no obstruirá la circulación. Por supuesto, como nada le garantiza que vaya a librarse de los atascos, mantenga siempre una buena actitud y se ahorrará muchas frustraciones (véase el recuadro).

Si vive en una ciudad grande, no tendrá más remedio que acostumbrarse al suplicio del tráfico. Sin embargo, podrá sobrellevarlo tomando medidas responsables y siendo cortés y paciente.

[Ilustración y recuadro de la página 23]

Ante el caos circulatorio mantenga la calma

Jaime, taxista madrileño, ha tenido que soportar atascos por más de treinta años. Veamos cómo se mantiene relajado en situaciones exasperantes:

▪ Me llevo algo para leer. Me ayuda a no irritarme tanto cuando el tráfico se paraliza.

▪ Si la circulación es muy lenta, escucho las noticias en la radio o grabaciones de la Biblia. Así, no pienso solo en la carretera.

▪ No suelo tocar el claxon, pues solo sirve para fastidiar. Trato con cortesía a otros conductores para no agobiarme ni agobiar a los demás.

▪ Procuro no perder los estribos cuando me topo con gente agresiva y trato de evitarla. No hay nada como la paciencia.

▪ Cuando el tráfico está imposible, le explico al cliente que trataré de buscar una ruta alternativa, pero que aun así, existe la posibilidad de que lleguemos tarde. En las grandes ciudades no es fácil ser puntual.