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Ayudemos a la juventud a enfrentarse al mundo actual

Ayudemos a la juventud a enfrentarse al mundo actual

Ayudemos a la juventud a enfrentarse al mundo actual

LA SOCIEDAD, con sus modas y formas de vida, siempre ha estado en constante evolución. Y en la actualidad, con los adelantos tecnológicos, mucho más. Lo que ayer estaba en boga, hoy es pieza de museo, y lo que ahora goza de popularidad, mañana quedará obsoleto. Estos cambios vertiginosos ejercen una enorme influencia sobre la juventud.

La revolución social

En los últimos años, la tecnología ha desencadenado una revolución que ha tenido claras repercusiones en los jóvenes. Así, los adolescentes de numerosos países ven el teléfono celular (o móvil) y la computadora (u ordenador) como instrumentos indispensables para comunicarse. Y han encontrado todo un campo de posibilidades en las redes sociales de Internet. “En la vida real quizás no tengas muchos amigos, pero en Internet consigues cientos de golpe y porrazo”, indica una australiana de 19 años.

Es innegable que Internet y la telefonía móvil ofrecen múltiples beneficios. Sin embargo, a muchas personas, estos medios les han creado auténtica adicción. Así, a buen número de estudiantes “les parece inconcebible no usar el telefonito durante los minutos de descanso entre la clase de las diez y la de las once. A mi entender, casi les enferma no recibir estímulos; es como si dijeran: ‘No soporto el silencio’”, señala Donald Roberts, profesor universitario.

Hay jóvenes que admiten a las claras que están enviciados, como Stephanie, de 16 años: “Estoy enganchada al celular y a la mensajería instantánea; es que así no pierdo el contacto con los amigos. Apenas llego a casa, me conecto, y a veces sigo en línea [...] hasta las tres de la mañana”. Todos los meses tiene un recibo de teléfono de entre 100 y 500 dólares. “A mis padres ya les debo más de 2.000 dólares por pasarme de los minutos contratados. Lo que ocurre es que estoy tan acostumbrada al celular que ya no puedo vivir sin él”, añade.

Pero los problemas no son únicamente de dinero. Al realizar un estudio sobre la vida de familia, la antropóloga Elinor Ochs descubrió que, al regresar al hogar, el progenitor que trabaja fuera suele encontrarse con el siguiente panorama: el cónyuge y los hijos se hallan tan ensimismados con sus dispositivos electrónicos que en 2 de cada 3 ocasiones ni siquiera lo saludan, sino que continúan dale que dale con sus aparatitos. “También vimos cuánto cuesta penetrar en el universo de los hijos”, dice Ochs, quien agrega que durante el estudio algunos padres ni siquiera insisten, sino que prefieren retirarse y dejar a su prole absorta en sus cosas.

¿Son inofensivas las redes sociales?

Hay un considerable número de padres y educadores preocupados por el tiempo que invierten los jóvenes en las redes sociales de Internet, es decir, sitios que permiten crear páginas electrónicas y enriquecerlas con fotos, videos y diarios personales.

Uno de los mayores atractivos de estos sitios virtuales es que facilitan al usuario la comunicación con los amigos. Además, le dan la opción de “hacerse oír” y expresar su identidad. Se comprende que tales oportunidades seduzcan al adolescente, ya que está descubriéndose a sí mismo y anhela revelar sus sentimientos y tocar el corazón de otras personas.

Pero también hay inconvenientes, como la existencia de individuos que se fabrican una personalidad digital a su medida, proyectando una imagen de cómo desearían ser y no de cómo realmente son. “Un muchacho de mi clase se presenta como si tuviera 21 años y viviera en Las Vegas”, explica un quinceañero cuya escuela se encuentra a más de 1.000 kilómetros [1.000 millas] de esa localidad estadounidense.

Engaños como estos no son nada raros, como reconoce una australiana de 18 años: “En Internet haces lo que te da la gana. Por poner un caso, pasar por alguien que no se parece en nada a ti, porque nadie te conoce de verdad. Te sientes segura. Puedes inventarte historias para resultar más interesante. O colocar fotos donde vistes o actúas como nunca lo harías en la vida real. Hasta escribes cosas que jamás dirías en persona. Tienes la impresión de que nunca te van a atrapar, porque estás escondida y los demás ignoran quién eres”.

Como cualquier otra forma de comunicación, las redes sociales pueden usarse con buenas o malas intenciones. Por eso, si usted tiene hijos, pregúntese: “¿Sé lo que están haciendo en Internet? ¿Me aseguro de que emplean bien el tiempo?” (Efesios 5:15, 16). * No hay que olvidar que el mal uso de la Red expone al joven a graves peligros. Veamos algunos.

El lado oscuro del ciberespacio

Amparándose en el anonimato, muchos depredadores se lanzan a Internet en busca de tiernas presas. Sin darse cuenta, los jóvenes pudieran caer en sus garras al divulgar información personal o citarse con quienes solo han conocido en línea. Hay quienes afirman que, en comparación con la Red, “el hogar o el recreo escolar plantean para el menor más riesgos de sufrir maltrato y otros abusos. Sin embargo, la mayoría de los padres consideran especialmente peligrosa la posibilidad de que los agentes corruptores entren en casa por el monitor y acaben con la inocencia de sus hijos” (Parenting 911 [Línea de emergencia para padres]).

Y con la tecnología de las comunicaciones se perpetran otros abusos. Cabe mencionar que algunos jóvenes cometen ciberacoso, es decir, usan Internet para hacer burla, marginar, hostigar o amenazar. A veces hasta crean páginas con el exclusivo propósito de humillar a alguien. Además, pudieran calumniar a sus víctimas chateando, enviando mensajes electrónicos y así por el estilo. Según la directora de un grupo de orientación sobre el uso seguro de la Red, el 80% de los niños de entre 10 y 14 años han sufrido ciberacoso, sea directa o indirectamente.

Claro, la idea de hacerle la vida imposible a una persona no es ninguna novedad. Pero ahora los rumores, los chismes y las calumnias se difunden con una extensión y una velocidad inauditas, y suelen adoptar un carácter muchísimo más perverso. Por ejemplo, hay quien intenta abochornar a sus víctimas valiéndose del teléfono con cámara. Para ello, les hace videograbaciones o fotografías de muy mal gusto, tal vez mientras están cambiándose en los vestuarios o duchándose en la escuela, y luego coloca las imágenes en Internet y las envía a destinatarios ansiosos de verlas.

Crece la inquietud pública

En vista de tales problemas, el Departamento de Asuntos Jurídicos y Seguridad Pública de Nueva Jersey (EE.UU.) envió a los padres y tutores una carta con la siguiente exhortación: “Ayúdennos a atajar una situación que despierta cada día más intranquilidad: nuestros menores están usando mal Internet dentro y fuera de las escuelas”. La carta manifestó especial inquietud por la colocación en línea de datos y fotos de carácter personal. Los sitios digitales que divulgan tal información suelen atraer a canallas de todas las edades. “Ustedes los padres deben tener presente que hay razones fundadas para preocuparse y que pueden contribuir significativamente a la seguridad de sus hijos informándose bien e interesándose por cómo están usando ellos la Red”, agregó la carta.

Lo cierto es que algunos progenitores casi no tienen ni idea de lo que hacen sus hijos cuando están conectados. Una madre, que controla de cerca las actividades en línea de su hija de 16 años, comenta: “Más de uno se quedaría espantado y avergonzado si viera las cosas que discuten y la información que cuelgan en la Red sus propios hijos”. De acuerdo con un experto en seguridad cibernética, hay jóvenes que adjuntan fotos muy picantes.

Efectos nocivos

¿A qué se deberá la alarma social? ¿Tan solo a la aprensión de adultos paranoicos que olvidaron lo que es ser joven? Las estadísticas dan a entender que no. En algunos lugares, casi un tercio de los chicos y chicas de 15 a 17 años dice haber hecho el amor, y más de la mitad de los de 13 a 19 asegura haber tenido sexo oral.

¿Ha propiciado la tecnología esta perturbadora situación? Sin duda. “La telefonía móvil y la Red ofrecen a los adolescentes un nivel de intimidad nunca visto, lo que les facilita enormemente los encuentros sexuales sin compromiso”, afirma la revista The New York Times Magazine. En efecto, basta con pulsar unas cuantas teclas para arreglar una cita clandestina. Y en otro estudio, 4 de cada 5 chicas admiten bajar la guardia cuando se conectan.

Pero a veces, los internautas que buscan tener encuentros pasajeros o relaciones más duraderas se topan con algo con lo que no contaban. Según Jennifer Welch, del Departamento de Policía de la ciudad de Novato (California), en su jurisdicción ha aumentado el número de víctimas de agresión sexual, quienes en muchos casos habían establecido por Internet el primer contacto con la persona que acabaría cometiendo la agresión y habían aceptado verse cara a cara con ella.

Cuidado con “la sabiduría del mundo”

Los consultorios sentimentales de periódicos y revistas suelen adoptar una postura muy permisiva ante las actividades sexuales en la adolescencia. Es cierto que algunos tal vez aprueben la abstinencia y la pureza moral, pero, en todo caso, su preocupación principal es el “sexo seguro”, y no la castidad del joven. Al parecer razonan: “Como no podemos evitar que lo hagan, al menos vamos a enseñarles a hacerlo de forma responsable”.

En un artículo de una respetada página digital para jóvenes, la cuestión de tener o no relaciones íntimas se reduce a tres factores: 1) el riesgo de embarazo, 2) la posibilidad de contraer enfermedades de transmisión sexual y 3) la importancia de que ambas partes decidan si están listas para la experiencia. “En última instancia, la decisión es tuya”, concluye el ciberconsejero. Y solo menciona de pasada el asunto de hablar antes con el padre o la madre. Ni siquiera toca el tema de si tales relaciones son morales o inmorales.

Si el lector tiene hijos, sin duda quiere para ellos algo mejor que las necedades de la cambiante “sabiduría del mundo” (1 Corintios 1:20). ¿Cómo puede ayudarlos a navegar por la adolescencia sin chocar contra los escollos que hemos visto en este artículo? La respuesta probablemente no sea tan sencilla como desconectarles la computadora o quitarles el teléfono, ya que las soluciones simplistas rara vez llegan al corazón de nadie (Proverbios 4:23). Es preciso no perder de vista que ellos tal vez recurran a esos aparatos porque quieren satisfacer ciertas necesidades que usted puede cubrir mucho mejor. ¿A qué necesidades nos referimos?

[Nota]

^ párr. 13 En vez de condenar tajantemente Internet, los padres hacen bien en examinar los sitios virtuales que frecuentan sus hijos. Así podrán ayudarles a tener “sus facultades perceptivas entrenadas para distinguir tanto lo correcto como lo incorrecto” (Hebreos 5:14). Aprender a tomar estas decisiones les será muy útil al ir haciéndose adultos.

[Comentario de la página 4]

“Apenas llego a casa, me conecto, y a veces sigo en línea [...] hasta las tres de la mañana”

[Comentario de la página 5]

“En Internet haces lo que te da la gana. Por poner un caso, pasar por alguien que no se parece en nada a ti, porque nadie te conoce de verdad”

[Comentario de la página 7]

“Más de uno se quedaría espantado y avergonzado si viera las cosas que discuten y la información que cuelgan en la Red sus propios hijos”

[Ilustración y recuadro de la página 6]

Historia de una chica y las redes sociales

“La página electrónica de mi centro de estudios me permitía relacionarme con mis compañeros y profesores. Al principio le dedicaba una hora a la semana, pero en cuestión de nada ya me estaba conectando a diario. Era tanta mi adicción, que cuando no estaba en línea, no hacía otra cosa que pensar en Internet, sin poder concentrarme en nada más. No cumplía con las tareas escolares, no prestaba atención en las reuniones cristianas, y hasta tenía desatendidos a mis amigos de verdad. Mis padres terminaron descubriendo lo que me pasaba y fijando límites al uso de Internet. La verdad es que fue un golpe y me enojé una barbaridad. Pero ahora estoy supercontenta de que lo hicieran y he vuelto a la normalidad. ¡Ni loca querría caer otra vez en la adicción!”—Bianca.