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Usted puede aprender otro idioma

Usted puede aprender otro idioma

Usted puede aprender otro idioma

“No cambiaría la experiencia por nada del mundo”, dice Mike. Igualmente, Phelps señala: “Fue una de las mejores decisiones de mi vida”. ¿De qué están hablando? De aprender otra lengua.

EN EL mundo hay cada vez más personas estudiando idiomas, sea por razones personales, económicas, religiosas o de otro tipo. ¡Despertad! ha entrevistado a algunas de ellas y les ha preguntado, entre otras cosas, si les ha resultado difícil realizar este aprendizaje en la edad adulta y qué consejos pueden dar al respecto. Teniendo presentes sus respuestas, se ha elaborado este artículo, que ofrece ideas animadoras y útiles, en especial para quienes tratan de dominar un nuevo idioma o desean hacerlo. Veamos algunas cualidades que los entrevistados consideran fundamentales.

Paciencia, humildad y adaptabilidad

A diferencia de los niños pequeños, que son capaces de adquirir dos o más lenguas simultáneamente con tan solo estar expuestos a ellas, los adultos encuentran mucho más difícil aprender un segundo idioma. Deben ser pacientes porque el proceso es largo y a menudo les exigirá posponer otros proyectos debido a sus múltiples ocupaciones.

“La humildad es indispensable —afirma George—. Cuando no conoces el idioma, tienes que estar dispuesto a hablar como un niño y, en cierto sentido, a dejar que te traten como si lo fueras.” “Si quiere progresar, el estudiante ha de perder la vanidad y el sentido del ridículo”, señala la obra How to Learn a Foreign Language (Cómo aprender un idioma extranjero). No hay que tomarse los fallos muy a pecho. “El que tiene boca se equivoca, pero tienes que usar el nuevo idioma”, dice Ben.

No se preocupe si otros se ríen con sus errores: ¡ríase con ellos! De hecho, probablemente llegue el día en que las cuente como anécdotas divertidas. Y no tenga reparos en preguntar, pues si les ve la lógica a las expresiones, le será más fácil memorizarlas.

El aprendizaje de una lengua implica muchas veces la inmersión en una nueva cultura, por lo que conviene ser adaptable y abierto de miras. “A mí me ha hecho ver que hay más de una manera de percibir el mundo y de hacer las cosas —comenta Julie—. Y no siempre son unas mejores que las otras: son solo diferentes.” Jay recomienda: “Búsquese amigos que hablen el idioma, y disfrute de su compañía”. Claro está, el cristiano debe asegurarse de que sus nuevas amistades sean edificantes y no empleen lenguaje soez (1 Corintios 15:33; Efesios 5:3, 4). Jay añade: “Les caerá bien si se interesa por ellos, su comida, su música y otros aspectos de su cultura”.

Cuanto más tiempo dedique a estudiar el idioma, y sobre todo a practicarlo, mayor será su progreso. “La adquisición de aptitudes lingüísticas es gradual: como la gallina, hay que ir grano a grano —apunta George—. Pasito a pasito, se llega lejos.” Bill, que de misionero aprendió varios idiomas, dice: “Me llevaba listas de vocabulario a todas partes y las repasaba siempre que tenía un momento”. No es necesario realizar sesiones interminables. Recuerde: más vale muchos pocos que pocos muchos.

La gama de ayudas pedagógicas es muy amplia: libros, grabaciones, tarjetas, etc. Sin embargo, la opción predilecta son las clases bien organizadas. Sea cual sea el método que usted elija, tenga en cuenta que para alcanzar su objetivo no hay atajos: se precisa esfuerzo y constancia. Con todo, hay maneras de facilitar la labor y hacerla más divertida: por ejemplo, incrementar la exposición al idioma y a su cultura.

“Después de dominar como mínimo las reglas y el vocabulario del nivel básico —señala George—, lo ideal es practicar en el extranjero.” Barb explica que “así se capta la esencia de la lengua”. Y, lo que es mejor, uno se ve obligado a pensar en ese idioma. Por supuesto, no todo el mundo puede viajar, pero seguramente tiene otras formas de familiarizarse con el idioma y su cultura, como publicaciones o programas de radio y televisión que sean, eso sí, morales y edificantes. También es conveniente buscar en la localidad a buenos hablantes nativos y conversar con ellos. “En definitiva —señala la obra antes citada—, la práctica hace al maestro.” *

Fases de estancamiento

Es muy probable que caiga en fases de estancamiento en los que sienta que está teniendo poco o ningún progreso. ¿Cómo puede superarlas? Primero, piense en por qué está aprendiendo el idioma. Por ejemplo, muchos testigos de Jehová lo hacen para enseñar las verdades bíblicas. Sea o no este su caso, su resolución se fortalecerá al repasar sus propios motivos.

Segundo, sea razonable. “Tal vez nunca pase por un hablante nativo —señala la obra citada—. [...] Pero no importa. Ya es bastante con hacerse entender.” No se lamente por hablar con menos soltura que en su lengua materna. Céntrese en aplicar lo que ya sabe y en expresarse con claridad.

Tercero, póngase objetivos, pues así podrá ir evaluándose. El progreso con el idioma es como el crecimiento de la hierba: apenas se nota en el momento, pero no deja de producirse, día a día. Cuando mire atrás, se dará cuenta de lo mucho que ha avanzado. No se compare con los demás, sino siga esta sabia recomendación de la Biblia: “Que cada uno pruebe lo que su propia obra es, y entonces tendrá causa para alborozarse respecto de sí mismo solo, y no en comparación con la otra persona” (Gálatas 6:4).

Cuarto, plantéeselo como una inversión a largo plazo. Piense en los niños de tres o cuatro años. ¿Cómo se expresan? ¿Con palabras rebuscadas y construcciones complejas? Claro que no. Aun así, mantienen conversaciones sencillas. Hasta ellos tardan años en dominar el idioma.

Quinto, use el nuevo idioma lo máximo posible. “Me estancaba cuando no lo utilizaba de continuo”, dice Ben. Por tanto, sea perseverante y nunca deje de hablarlo. Es cierto que uno se frustra cuando trata de comunicarse con un vocabulario de niño pequeño. “Lo que más me frustra es no poder decir lo que quiero cuando quiero”, se lamenta Mileivi. Pero ese sentimiento de impotencia puede servir de incentivo. “Me ponía de mal humor al no entender las bromas y los chistes —recuerda Mike—. Creo que fue eso lo que me empujó a esforzarme más y mejorar.”

Cómo pueden colaborar los demás

¿Cómo pueden apoyar al estudiante los que ya hablan el idioma? Bill da esta recomendación: “Háblele lento, pero con corrección, y no de forma infantil”. Y Julie aconseja: “Tenga paciencia y no se adelante terminándole las frases”. “Los bilingües solían hablarme en mi idioma —recuerda Tony—, pero así no me hacían ningún favor, pues no avanzaba tanto.” Por ello, hay quien pide a sus amistades que, al menos en ciertos momentos, solo le hablen en el nuevo idioma y que le señalen en qué mejorar. Además, los estudiantes valoran mucho los elogios sinceros. Como dijo George: “No lo habría logrado sin el cariño y el aliento de mis amigos”.

Entonces: ¿vale la pena aprender idiomas? “¡Claro que sí! —responde Bill, que domina varios—. Me ha ayudado a ser más abierto y a ver el mundo desde otros ángulos. Además, cuando doy clases de la Biblia a los hablantes nativos y los veo aceptar la verdad y crecer espiritualmente, me olvido del esfuerzo. De hecho, una persona que domina doce lenguas me dijo una vez: ‘Te envidio. Yo las aprendo por diversión, y tú, por ayudar a los demás’.”

[Nota]

[Comentario de la página 11]

El deseo de ayudar es un potente incentivo para aprender idiomas