Ir al contenido

Ir al índice

Lleve a su mesa manjares del bosque

Lleve a su mesa manjares del bosque

Lleve a su mesa manjares del bosque

DE NUESTRO CORRESPONSAL EN FINLANDIA

PARA muchas familias de los países nórdicos, internarse en el bosque y recoger frutos silvestres resulta una agradable aventura. En Finlandia, los amantes de la naturaleza gozan del derecho a pasear libremente por cualquier bosque o terreno, incluso fincas privadas, siempre y cuando no causen daños o se acerquen mucho a las casas. No es un derecho regulado por ley, sino una ancestral tradición escandinava que permite cortar flores, hongos y frutos silvestres en prácticamente cualquier sitio que crezcan.

Finlandia alberga unas cincuenta distintas especies de bayas silvestres, la mayoría comestibles. * De ellas, las tres más comunes son el arándano, la mora de Ronces y el mirtilo rojo (véanse los recuadros).

Los frutos silvestres añaden variedad y le dan un toque de color y sabor a la mesa; además, son muy sanos. “Las bayas nórdicas que crecen en las largas horas de luz [del verano] rebosan de color, aroma, vitaminas y minerales”, señala el libro Luonnonmarjaopas (Guía de bayas silvestres). También contienen fibra, que contribuye a estabilizar los niveles de azúcar en la sangre y a reducir los niveles de colesterol, y flavonoides, compuestos fenólicos considerados beneficiosos para la salud.

¿Vale la pena una excursión al bosque para recoger frutos silvestres? Jukka, un gran aficionado, comenta: “Representa un verdadero ahorro, pues en la tienda las bayas son muy caras. Además, al recogerlas uno mismo, se tiene la seguridad de que son frescas”. Su esposa, Niina, señala otra ventaja: “Nos brinda la oportunidad de disfrutar de una grata comida familiar en el bosque”.

Ella añade: “Pero si uno lleva niños, es importante vigilarlos bien para que no coman frutos que no conozcan o se alejen demasiado”. Las precauciones tienen sentido, pues algunas bayas son venenosas.

Como a la mayoría de los escandinavos, lo que más les gusta a Jukka y Niina es poder disfrutar de la naturaleza. “Me encanta el bosque —dice ella—. Reina una agradable quietud y se respira aire fresco y limpio. Se me despeja la mente, y los niños se sienten felices.” Ambos han encontrado en la serenidad del bosque un ambiente placentero donde meditar y conversar con la familia.

Lo mejor de los frutos silvestres en cuanto a sabor y valor nutritivo se obtiene cuando están recién cortados. El problema es que no se mantienen frescos por mucho tiempo. De modo que si uno quiere saborearlos durante el invierno, tendrá que conservarlos de alguna manera. La gente de antes los guardaba en el sótano; hoy día, lo común es ponerlos en el congelador o, como hacen muchas personas, convertirlos en mermeladas y jugos.

“En lo más riguroso del invierno es un placer sacar aquellos tarros de verano en conserva que reviven el último estío y despiertan el anhelo por el siguiente”, como bien dice un escritor sueco en la obra Svenska Bärboken (El libro sueco de las bayas). Las bayas tienen una multitud de usos. En el desayuno, por ejemplo, combinan bien con yogur, granola o avena cocida; además, sirven para preparar deliciosos postres y pastelitos, y un puré o mermelada de frutos silvestres, que servirá de colorido acompañante de diversos platos.

Muchas personas prefieren comprar las bayas en la tienda. Pero imagínese usted mismo en el bosque en un día despejado, respirando el aire limpio y disfrutando de la paz y la serenidad que allí reinan mientras busca dulces bayas de vivos colores. ¿Verdad que no estaría nada mal para llevar a su mesa manjares del bosque? Todo esto nos recuerda las palabras del salmista: “¡Cuántas son tus obras, oh Jehová! Con sabiduría las has hecho todas. La tierra está llena de tus producciones” (Salmo 104:24).

[Nota]

^ párr. 4 En términos botánicos, con la expresión baya se abarca una gran variedad de frutos carnosos con muchas semillas, entre los cuales figuran la banana y el tomate. Pero en este artículo utilizamos el término en su sentido popular de fruta pequeña, redonda y carnosa.

[Ilustraciones y recuadro de las páginas 24 y 25]

ARÁNDANO (Vaccinium myrtillus)

Este conocido fruto de sabor dulce recibe también el nombre de mirtilo. Con él suelen prepararse purés, pudines, mermeladas y jugos. También se emplea en repostería, como en el pastel de arándanos. Los frutos frescos saben deliciosos con leche. Pero ni se le ocurra tratar de comerlos en secreto: el arándano pinta la boca y los labios de azul. No en balde algunos le llaman “la baya delatora”.

[Ilustraciones y recuadro de la página 25]

MORA DE RONCES (Rubus chamaemorus)

Esta baya abunda en sitios apartados, como los pantanos. En Finlandia es más común en la región del norte, y hay quienes la conocen como camemoro. El fruto es jugoso y nutritivo, rebosante de vitaminas A y C. De hecho, contiene de tres a cuatro veces más vitamina C que la naranja. Es un fruto tan estimado que algunos lo llaman el oro de los pantanos. Su dulzura le añade un toque delicado a los postres. Con él también se elabora un fino licor.

[Reconocimiento]

Reijo Juurinen/Kuvaliiteri

[Ilustraciones y recuadro de la página 25]

MIRTILO ROJO (Vaccinium vitis-idaea)

Este fruto de color rojo intenso, sumamente popular en Finlandia y Suecia, es muy similar al arándano rojo. Tanto el puré como la jalea de mirtilo rojo sirven de agradable acompañante en las comidas. También se hacen con él compotas, pudines, jugos y pastelitos. Gracias a los ácidos naturales que actúan como conservantes, el fruto no se echa a perder con facilidad. Su elevada acidez le confiere un sabor penetrante, al que uno tarda un poco en acostumbrarse.

[Recuadro de la página 25]

No todo es color de rosa

Se puede decir que recoger frutos silvestres resulta agradable y beneficioso. * Pero casi nunca faltan los inconvenientes. Pasi y Tuire, un matrimonio de Laponia, recogen bayas tanto para el consumo personal como para la venta. En ocasiones se ven rodeados de nubes de molestos insectos, como mosquitos o tábanos. “Es exasperante. Hasta se te meten en la boca y en los ojos”, dice Tuire, estremeciéndose. Felizmente, hay formas de protegerse hasta cierto grado con ropa adecuada y repelentes de insectos.

Otro inconveniente quizás lo presente el mismo terreno, especialmente si se trata de una zona pantanosa. Lo que puede parecer tierra sólida bien podría ser un hoyo de fango. Además, recolectar bayas es una tarea muy pesada, según dicen Pasi y Tuire. Estar agachándose y poniéndose de cuclillas durante muchas horas tal vez les pase factura a la espalda y las piernas.

Otro detalle es que no siempre es fácil encontrar bayas. “Hay que estar dispuesto a buscar y buscar antes de encontrar un buen sitio”, comenta Pasi. “Muchas veces nos cansamos más buscándolas que recogiéndolas”, añade Tuire. ¡Ah!, y todavía hay que limpiarlas.

En vista de tales inconvenientes, algunas personas prefieren dejarles las bayas a los habitantes peludos del bosque. Con todo, muchos recolectores entusiastas, como Pasi y Tuire, siguen haciendo su excursión anual al bosque y los pantanos. Para ellos, las alegrías que produce recoger frutos silvestres bien valen la pena cualquier sacrificio.

[Nota]

^ párr. 27 No todas las bayas sirven para el consumo humano; algunas son venenosas. Antes de salir a buscar frutos silvestres, aprenda a distinguir cuáles son comestibles.