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¿Qué hago si mis padres se pelean?

¿Qué hago si mis padres se pelean?

Los jóvenes preguntan...

¿Qué hago si mis padres se pelean?

AUNQUE quieras, no puedes evitar que te afecten las discusiones de tus padres porque los amas y necesitas su apoyo. Por eso, cuando ves que no se llevan bien, te asaltan un sinfín de inquietudes. ¿Por qué tus padres no siempre parecen estar sintonizados en la misma onda?

Opiniones distintas

Jesús dijo que, al casarse, un hombre y una mujer llegan a ser “una sola carne” (Mateo 19:5). ¿Significa esto que tus padres verán siempre las cosas del mismo modo? Claro que no. En realidad, no hay dos personas —ni siquiera dos esposos que estén verdaderamente unidos— que siempre concuerden en todo.

Que tus padres tengan diferencias de opinión no significa que su matrimonio se esté desmoronando. Aunque a veces se crispen el uno al otro, lo más seguro es que se sigan queriendo. Y entonces, ¿por qué discuten? Tal vez porque tienen formas distintas de abordar ciertos asuntos. Esto no siempre es malo ni condena al desastre su relación.

Para ilustrarlo: ¿te ha pasado alguna vez que al ir al cine con amigos íntimos tu opinión de la película difería de la de ellos? Es posible, porque incluso entre amigos allegados los puntos de vista son distintos.

Algo parecido puede ocurrir con tus padres. A los dos les interesa la economía familiar, pero cada uno tiene su modo de administrar el dinero; ambos quieren que la familia tome vacaciones, pero cada cual tiene su propio concepto de lo que es esparcimiento; los dos quieren que te vaya bien en los estudios, pero sus métodos para motivarte son distintos. El punto aquí es que la unidad no significa uniformidad. Aunque dos personas estén unidas como una sola carne, su percepción de las cosas va a ser distinta.

Pero ¿por qué dejan que sus diferencias les hagan perder los estribos? ¿Por qué algo tan inocente como la opinión del otro convierte una simple conversación en una franca discusión?

La imperfección

Muchas de las dificultades entre tus padres pueden achacarse a la imperfección. “Todos tropezamos muchas veces. Si alguno no tropieza en palabra, este es varón perfecto”, señala la Biblia (Santiago 3:2). Tus padres no son perfectos, y tú tampoco. Todos decimos ocasionalmente cosas de las que luego nos arrepentimos, y a veces lo que decimos lastima como “las estocadas de una espada” (Proverbios 12:18).

¿No has tenido tú también alguna fuerte diferencia con una persona allegada? Es muy probable que sí. “Todo el mundo tiene sus desacuerdos —reconoce la joven Mónica—. * De hecho, las personas a quienes más quiero son las que más logran irritarme, seguramente por lo mucho que espero de ellas.” Ahora bien, los cónyuges cristianos esperan mucho el uno del otro, pues la Biblia establece normas elevadas para ellos (Efesios 5:24, 25). Pero al ser imperfectos, solo es cuestión de tiempo que uno o los dos se equivoquen. Como dice la Biblia, “todos han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios” (Romanos 3:23; 5:12).

Hazte a la idea, pues, de que al menos cierta tensión surgirá entre tus padres. De hecho, el apóstol Pablo dijo que los casados experimentarían “tribulación en la carne”, o “serias dificultades que superar”, como lo expresa La Nueva Biblia Latinoamérica de 1982 (1 Corintios 7:28). Un jefe exigente, un congestionamiento de tráfico o una factura inesperada son algunos de los factores que pueden aumentar la presión dentro del hogar.

Saber que tus padres son imperfectos y que en ocasiones quizás se vean sometidos a grandes presiones puede ayudarte a poner sus discusiones en la perspectiva correcta. Eso fue lo que descubrió Mónica. Ella dice: “Parece que mis padres ahora discuten más que antes, y a veces me pregunto si es que se están cansando el uno del otro. Pero entonces me digo que veinticinco años de matrimonio y cinco hijos son una tarea gigantesca”. Igualmente, tú puedes demostrar “cariño fraternal” si reconoces que tus padres tienen que cumplir con numerosas responsabilidades (1 Pedro 3:8).

Recomendaciones

Seguramente te das cuenta de que tus padres son imperfectos y de que todos los días se enfrentan a diversas presiones. Pero sigue en pie la pregunta: “¿Qué hago si mis padres se pelean?”. Prueba las siguientes sugerencias.

No intervengas (Proverbios 26:17). Tú no eres su consejero matrimonial ni es tu papel arreglar sus diferencias. Además, es muy probable que si te metes, te salga el tiro por la culata. “Casi siempre que he querido hacer de árbitro, me han dicho que no me meta”, dice Carla, de 18 años. Por eso, deja que tus padres arreglen sus problemas.

Mantén las cosas en la perspectiva correcta (Colosenses 3:13). Como dijimos antes, el hecho de que tus padres discutan de vez en cuando no significa necesariamente que estén a punto de separarse. Así que no dejes que un estallido ocasional entre ellos te alarme sin razón. Inés, de 20 años, comenta sobre sus padres: “Aunque peleen, sé que todavía se quieren y que quieren a la familia. Ya lo superarán”. Lo mismo puede pasar con tus padres en caso de que tengan un desacuerdo.

Cuéntaselo a Jehová. No tienes por qué guardarte tus preocupaciones. La Biblia aconseja: “Arroja tu carga sobre Jehová mismo, y él mismo te sustentará” (Salmo 55:22). La oración puede ayudarte mucho. Como dijo Pablo a los filipenses: “Dense a conocer sus peticiones a Dios; y la paz de Dios que supera a todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales mediante Cristo Jesús” (Filipenses 4:6, 7).

Cuida tu salud. No te conviene cargar con algo que está fuera de tu control, pues hasta pudiera perjudicar tu salud. “La solicitud ansiosa en el corazón de un hombre es lo que lo agobia”, dicen las Escrituras (Proverbios 12:25). Para conseguir alivio de tus inquietudes, trata de pasar tiempo con amigos que te animen y participar en actividades sanas.

Habla con ellos. Es cierto que no debes meterte en las rencillas de tus padres, pero sí puedes hacerles saber cómo te afecta que peleen. Busca un momento apropiado para hablar con uno de ellos (Proverbios 25:11). Hazlo “con genio apacible y profundo respeto” (1 Pedro 3:15). No acuses. Sencillamente explica cómo te sientes.

¿Por qué no pruebas estas sugerencias? Es posible que la situación entre tus padres mejore. Y si no, de todos modos tendrás la satisfacción de saber que, aunque no puedes controlarlos a ellos, sí puedes controlar tu reacción cuando discuten.

Encontrarás más artículos de la sección “Los jóvenes preguntan...” en www.watchtower.org/yps

[Nota]

^ párr. 12 Los nombres han sido cambiados.

PARA PENSAR

▪ ¿Por qué a veces los padres no se llevan bien?

▪ ¿Qué le dirías a un hermano menor a quien afectaran las peleas de tus padres?

[Recuadro de la página 20]

A LOS PADRES

En el matrimonio, los desacuerdos son inevitables; pero depende de ustedes cómo se manejen. Lo cierto es que a los hijos les afecta en gran manera que discutan. Es importante que analicen este asunto, porque en realidad su matrimonio es el modelo que de seguro ellos seguirán cuando se casen (Proverbios 22:6). ¿Por qué no aprovechan los desacuerdos para enseñarles cómo se resuelven civilizadamente? He aquí algunas ideas.

Escuche. La Palabra de Dios recomienda “ser presto en cuanto a oír, lento en cuanto a hablar, lento en cuanto a ira” (Santiago 1:19). No añada leña al fuego ‘devolviendo mal por mal’ (Romanos 12:17). Aun si el otro no quiere escuchar, usted puede hacerlo.

Procure explicar en vez de criticar. Dígale a su cónyuge, de manera calmada, cómo repercute en usted su proceder (“Me duele que tú...”). Resista el impulso de acusar y criticar (“No te importo.” “Nunca me escuchas”).

Tómese un tiempo. A veces es mejor dejar el asunto para más adelante, cuando se hayan calmado los ánimos. “El principio de la contienda es como alguien que da curso libre a las aguas; por eso, antes que haya estallado la riña, retírate”, recomiendan las Escrituras (Proverbios 17:14).

Pida disculpas a su cónyuge y, de ser necesario, a sus hijos. Brenda, de 14 años, comenta: “A veces, después de haber discutido, mis padres se disculpan conmigo y con mi hermano mayor porque saben cuánto nos duele”. Una de las lecciones más valiosas que los padres pueden enseñar a sus hijos es cómo decir con humildad “lo siento”.

Para mayor información, véanse los números del 8 de enero de 2001, páginas 8 a 14, y del 22 de enero de 1994, páginas 3 a 12 de ¡Despertad!

[Ilustración de la página 19]

No acuses. Sencillamente explica cómo te sientes