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Dos escudos dinámicos

Dos escudos dinámicos

Dos escudos dinámicos

EL ESPACIO está lleno de radiación letal y meteoroides que representan un peligro para la Tierra. Con todo y eso, parece como si nuestro planeta azul pasara sano y salvo a través de un campo de tiro. ¿Por qué? Porque está protegido por dos sorprendentes escudos: un potente campo magnético y una atmósfera hecha a la medida.

El campo magnético emerge desde el interior del planeta y se extiende hasta el espacio exterior, donde forma un escudo invisible denominado magnetosfera (derecha, arriba). Dicho escudo nos protege del impacto directo de los rayos cósmicos y de la radiación solar de alta energía, que provoca fenómenos como el viento solar (una corriente de partículas cargadas de electricidad), las erupciones solares (que en minutos liberan la energía equivalente a miles de millones de bombas de hidrógeno) y las eyecciones de masa coronal (que disparan hacia el espacio miles de millones de toneladas de materia procedente de la corona solar). Las erupciones solares y las eyecciones producen auroras (derecha, abajo), que son destellos de colores visibles en la atmósfera superior cerca de los polos magnéticos de la Tierra.

La atmósfera refuerza la protección del planeta. En la estratosfera, una de las capas de la atmósfera, se concentra una variedad del oxígeno llamada ozono, que absorbe el 99% de las radiaciones ultravioleta del Sol. La capa de ozono protege de esa radiación a toda forma de vida, desde el ser humano hasta el plancton. Constituye un eficaz escudo dinámico, pues aunque la cantidad de ozono estratosférico varía, se adapta proporcionalmente a la intensidad de las radiaciones ultravioleta.

La atmósfera también nos protege de una lluvia constante de millones de meteoroides, cuyo tamaño va del de un grano de polvo al de una enorme roca. Por fortuna, la gran mayoría se desintegra en la atmósfera y se convierte en destellos luminosos conocidos como meteoros.

Los escudos terrestres, sin embargo, no bloquean el paso de la radiación necesaria para la vida, o sea, la luz y el calor. La atmósfera, por ejemplo, distribuye el calor por toda la Tierra y evita que este escape de noche, arropándola como si fuera un manto.

La atmósfera y el campo magnético de la Tierra son verdaderas maravillas de la creación que aún no se comprenden del todo. Y lo mismo puede decirse de otros elementos del planeta, como el agua en estado líquido.