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Imprudencias que culminaron en una guerra mundial

Imprudencias que culminaron en una guerra mundial

Imprudencias que culminaron en una guerra mundial

¿Podría estallar accidentalmente la tercera guerra mundial? ¿Podrían los jefes de estado y sus asesores militares calcular mal los riesgos y ocasionar la muerte de millones de personas?

NO LO sabemos. Lo que sí sabemos es que esto mismo ya sucedió antes. Hace un siglo, los dirigentes europeos involucraron a sus naciones en la Gran Guerra (la primera guerra mundial), sin pensar en los horrores que les sobrevendrían. “Entramos en guerra precipitadamente”, confesó David Lloyd George, que fue primer ministro británico de 1916 a 1922. Analicemos algunos sucesos clave que desembocaron en aquella masacre.

“Ningún estadista deseaba una guerra a gran escala —escribió el historiador Alan Taylor—, pero sí querían lanzar amenazas y salir airosos.” El zar de Rusia opinaba que debía hacerse todo lo posible en aras de la paz, pues no quería ser responsable de una carnicería monstruosa. No obstante, la situación se descontroló tras dos fatídicos disparos realizados a eso de las once de la mañana del 28 de junio de 1914.

Dos disparos que cambiaron el mundo

Para 1914, las largas rivalidades entre las potencias europeas habían tensado el ambiente y habían dado lugar a dos alianzas contrapuestas: la Triple Alianza (Austria-Hungría, Italia y Alemania) y la Triple Entente (Gran Bretaña, Francia y Rusia). Además, estos países tenían acuerdos políticos y económicos con otras naciones, como las situadas en los Balcanes.

Por aquellas fechas, las grandes potencias controlaban los Balcanes, un polvorín político donde cundían las sociedades secretas que procuraban la independencia. El 28 de junio de 1914, un pequeño grupo de jóvenes tramaron el asesinato del archiduque Francisco Fernando durante su visita a Sarajevo, capital de Bosnia. * La reducida presencia policial les facilitaría la labor. No obstante, los terroristas apenas tenían preparación: uno de ellos lanzó una bomba pero erró el blanco, y los demás no entraron en acción cuando debieron. Gavrilo Princip, el único conspirador que logró el objetivo, lo hizo de pura casualidad. ¿Por qué decimos eso?

Tras el atentado, Princip vio que el archiduque había quedado ileso e intentó en vano acercarse a su vehículo. Desalentado, cruzó la calle y entró en un café. Mientras tanto, furioso por el atentado sufrido, el archiduque decidió cambiar el trayecto. Sin embargo, el conductor, que desconocía los nuevos planes, tomó la dirección equivocada y tuvo que girar. En aquel preciso instante, Princip salió del café y se topó con el archiduque y su esposa sentados en su vehículo descapotable, a tan solo un par de metros. Se acercó a ellos y les disparó a quemarropa. * Princip, un nacionalista serbio inexperto, seguramente no tenía ni idea de la tempestad que había desencadenado. Con todo, no fue el único culpable de los desastres que acontecieron.

El momento propicio

Antes de 1914, Europa albergaba una noción romántica de la guerra; se consideraba beneficiosa, noble y gloriosa, pese al cristianismo imperante. Algunos dirigentes políticos estaban convencidos de que la guerra contribuiría a la unidad nacional y de que daría al pueblo nuevos bríos. Es más, algunos generales aseguraron a sus jefes de estado que la guerra sería breve y tendría un claro ganador. “Derrotaremos a Francia en dos semanas”, fanfarroneó un general alemán. Nadie previó que millones de hombres quedarían atrapados en una larga guerra de trincheras.

Hay que añadir que en los años prebélicos, “una gran ola de nacionalismo exacerbado inundó Europa —dice la obra Cooperation Under Anarchy (Cooperación en la anarquía)—. Las escuelas, las universidades, la prensa y los políticos se vieron inmersos en esta orgía forjadora de mitos y autoglorificación”.

Los líderes religiosos hicieron muy poco por contrarrestar tal ambiente. El historiador Paul Johnson señala: “De un lado estaban la Alemania protestante, la católica Austria, la Bulgaria ortodoxa y la Turquía musulmana. Del otro, la Gran Bretaña protestante, Francia e Italia católicas, y Rusia ortodoxa”. Y agrega: “La mayoría [de los clérigos] siguió el camino fácil y equiparó el cristianismo con el patriotismo. Los soldados cristianos de todas las confesiones recibieron la exhortación a matarse mutuamente en nombre de Su Salvador”. Se movilizaron monjas y sacerdotes, miles de los cuales murieron en acción.

Las alianzas europeas, concebidas para protegerse en caso de una guerra de grandes proporciones, tal vez contribuyeron a lo contrario. ¿En qué sentido? “La seguridad de las potencias europeas estaba muy interrelacionada —explica Cooperation Under Anarchy—. Cada potencia opinaba que su propia seguridad dependía estrechamente de la de sus aliados, y por tanto se sentía obligada a apoyarlos, aun cuando estos mismos provocaran la agresión.”

Otro elemento peligroso fue el plan Schlieffen, denominado así en honor del general Alfred von Schlieffen, miembro del estado mayor alemán. El plan, que disponía un primer ataque relámpago, fue diseñado asumiendo que Alemania habría de luchar en dos frentes. El objetivo, pues, era lograr una veloz victoria contra Francia mientras Rusia movilizaba sus tropas, y luego arremeter contra Rusia. “Una vez que el plan [Schlieffen] se puso en marcha, el mecanismo de alianzas militares casi aseguraba una guerra europea generalizada”, dice la World Book Encyclopedia.

Se desencadena la tempestad

Pese a que una investigación oficial no halló pruebas para incriminar al gobierno serbio del asesinato del archiduque, Austria decidió erradicar del imperio la agitación eslava. En palabras del historiador John Roberts, los austríacos deseaban “dar una lección a Serbia”.

En un intento de relajar tensiones, Nicholas Hartwig —embajador ruso en la capital serbia— trató de llegar a un acuerdo. Pero sufrió un ataque cardíaco y murió durante la reunión con la delegación austríaca. Finalmente, el 23 de julio, Austria envió a Serbia un ultimátum con varias exigencias. Al ser rechazadas algunas de ellas, se rompieron inmediatamente las relaciones diplomáticas. Las negociaciones habían fracasado.

Aun así, todavía se hicieron esfuerzos por evitar la guerra. Por ejemplo, Gran Bretaña propuso una cumbre internacional, y el káiser alemán pidió al zar de Rusia que no movilizara sus tropas. Pero los acontecimientos se sucedían sin control alguno. “Jefes de Estado, generales y naciones enteras se veían sobrepasados por la magnitud de los eventos que ocurrían”, declara la obra The Enterprise of War (La empresa de la guerra).

El emperador austríaco, respaldado por Alemania, declaró la guerra a Serbia el 28 de julio. Rusia dio su apoyo a Serbia y anunció el envío de 1.000.000 de soldados a la frontera austríaca para detener el enfrentamiento. A fin de no dejar desprotegida la frontera con Alemania, el zar se vio obligado a ordenar la movilización general de sus tropas.

El zar trató de convencer al káiser de que no tenía planes de invadir Alemania. Sin embargo, los movimientos rusos pusieron en marcha la maquinaria alemana: el 31 de julio Alemania ejecuta el plan estratégico Schlieffen y pasa a declarar la guerra a Rusia el 1 de agosto, y dos días más tarde, a Francia. Dado que los planes alemanes contemplaban la invasión de Bélgica, Gran Bretaña advirtió que declararía la guerra a Alemania si lo hacía. Los ejércitos alemanes entraron en Bélgica el 4 de agosto. La suerte estaba echada.

El “mayor desastre diplomático de la era moderna”

“La declaración de guerra de Gran Bretaña puso el colofón al mayor desastre diplomático de la era moderna”, subrayó el historiador Norman Davies. Edmond Taylor, también historiador, escribió que tras la declaración de guerra austríaca el 28 de julio, “la confusión reinante contribuyó no poco [al conflicto]. Ocurrían demasiadas cosas, demasiado aprisa y en demasiados sitios. [...] Ni las más despiertas y ordenadas mentes eran capaces de digerir y asimilar los datos en crudo con que eran alimentadas”.

Más de trece millones de soldados y civiles pagaron el precio más alto imaginable por aquella desastrosa “confusión”. El optimismo sobre el hombre y su futuro también sufrió un golpe mortal ante la carnicería sin precedentes que ejecutaron supuestas naciones civilizadas con sus novedosas armas letales. El mundo nunca volvería a ser el mismo (véase el recuadro  “La guerra mundial: una señal de los tiempos”).

[Notas]

^ párr. 7 Actualmente Bosnia forma parte de Bosnia-Herzegovina.

^ párr. 8 Princip asesinó a la duquesa por equivocación. Su intención era matar al gobernador de Bosnia, el general Potiorek, que acompañaba a la pareja, pero algo se lo impidió.

[Ilustración y recuadro de la página 20]

 LA GUERRA MUNDIAL: UNA SEÑAL DE LOS TIEMPOS

La Biblia predijo que las guerras serían parte de la señal que marcaría los últimos días de este malvado mundo (Mateo 24:3, 7; Revelación [Apocalipsis] 6:4). El cumplimiento actual de esta señal indica que nos aproximamos velozmente al día en que el Reino de Dios tomará pleno control de la Tierra (Daniel 2:44; Mateo 6:9, 10).

Mucho más que eso, el Reino de Dios eliminará a las fuerzas invisibles que manejan los asuntos mundiales, es decir, a los espíritus perversos encabezados por el Diablo. “El mundo entero yace en el poder del inicuo”, dice 1 Juan 5:19. La siniestra influencia satánica ha tenido mucho que ver con los males de la humanidad y, sin lugar a dudas, jugó un papel clave en los acontecimientos que culminaron en la primera guerra mundial (Revelación 12:9-12). *

[Nota]

^ párr. 30 Puede hallarse más información sobre los últimos días y estos espíritus perversos en el manual de estudio ¿Qué enseña realmente la Biblia?, editado por los testigos de Jehová.

[Reconocimiento]

U.S. National Archives photo

[Ilustración de la página 19]

Asesinato del archiduque Francisco Fernando

[Reconocimiento]

© Mary Evans Picture Library