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La naturaleza fue primero

La naturaleza fue primero

La naturaleza fue primero

“El oído que oye y el ojo que ve... Jehová mismo ha hecho aun a ambos.” (Proverbios 20:12)

NUESTROS ojos son como diminutas cámaras de televisión. Convierten las imágenes en señales eléctricas y las transmiten por el nervio óptico hasta la parte posterior del cerebro, donde tiene lugar el verdadero proceso de la visión.

El ojo es una maravilla en miniatura. Con 2,4 centímetros (una pulgada) de diámetro y 7,5 gramos (un cuarto de onza) de peso, representa una ingeniosa obra de ingeniería. Un ejemplo de ello es que posee sistemas diferenciados para detectar la luz tenue y la luz brillante. Por eso, unos treinta minutos después de que entramos en una habitación oscura, su sensibilidad a la luz puede aumentar diez mil veces.

En condiciones normales de iluminación, ¿qué hace que veamos imágenes tan nítidas? El ojo tiene más de cien veces la cantidad de células fotosensibles (“píxeles”) que tienen la mayoría de las videocámaras. Además, un gran número de dichas células están agrupadas en un pequeño punto en el centro de la retina llamado fóvea. Esta es la zona del ojo con mayor agudeza visual. Como movemos la mirada varias veces por segundo, se produce la impresión de que todo el campo visual es nítido. Sorprendentemente, la fóvea es más o menos del tamaño del punto que cierra esta oración.

Las señales eléctricas generadas por las células fotosensibles viajan de una célula nerviosa a otra por el nervio óptico. Pero las células nerviosas hacen más que solo transportar señales: las someten a un procesamiento previo para intensificar la información esencial y eliminar los detalles superfluos.

La corteza visual del cerebro se parece a un fino receptor de video. Incrementa la nitidez de las imágenes definiendo los contornos y compara las señales recogidas por células sensibles a los colores primarios, lo que nos permite distinguir millones de tonalidades. El cerebro también compara las sutiles diferencias entre lo que ven ambos ojos, lo que posibilita el cálculo de distancias.

Pensemos en la manera como los ojos estudian los rostros de una multitud lejana y envían impulsos eléctricos al cerebro, que los transforma en imágenes claras. Consideremos, asimismo, cómo compara el cerebro todos esos rostros con los que ya tenemos guardados en la memoria a fin de que reconozcamos a nuestro amigo en el acto. ¡Qué proceso tan impresionante!, ¿verdad?

[Ilustración de la página 7]

La manera como el ojo procesa la información testimonia su ingenioso diseño