Ir al contenido

Ir al índice

¿Es Dios un ser personal?

¿Es Dios un ser personal?

El punto de vista bíblico

¿Es Dios un ser personal?

MUCHA gente, impresionada por lo que observa en la naturaleza, se siente obligada a creer en una fuerza sobrenatural, una deidad. Y a usted, ¿lo impresiona la complejidad del universo? ¿Lo asombran las maravillas naturales de nuestro planeta y el elaborado diseño del cuerpo humano?

De ser así, quizás también esté convencido de la existencia de un poder divino. Algunas religiones enseñan que tal entidad está en las montañas, en los árboles, en el cielo y en otros lugares del universo físico. Otras creen que los espíritus de los ancestros —algunos benévolos y otros malvados— se unen en una amalgama de fuerzas misteriosas formando un ser supremo al que llaman Dios.

En cualquier caso, suele pensarse que dicha fuerza sobrenatural carece de personalidad. Para algunos resulta difícil creer que Dios tenga pensamientos, emociones, propósitos y deseos. ¿Es Dios un ser personal? La Biblia, uno de los libros sagrados más antiguos aún en circulación, proporciona una respuesta clara.

La naturaleza humana refleja la naturaleza divina

La Biblia enseña que el Creador hizo al hombre para que reflejara sus cualidades. Por eso, en Génesis 1:27 leemos que “creó al ser humano tal y como es Dios” (Traducción en lenguaje actual).

Obviamente, eso no quiere decir que los primeros seres humanos fueran réplicas exactas de Dios. La Biblia indica que él es un espíritu invisible, mientras que los hombres estamos hechos de elementos terrestres tangibles (Génesis 2:7; Juan 4:24). Dejando a un lado esa diferencia fundamental entre Dios y nosotros, un análisis de las cualidades humanas servirá para aclarar la verdadera naturaleza de Dios.

Los humanos somos capaces de ejercer poder de diversas formas y de llevar a cabo actos intencionados y meditados. Nuestros actos pueden estar motivados por cualidades como la bondad, el raciocinio, la sabiduría práctica y el sentido de la justicia. La gama de las emociones humanas abarca desde el amor y la ternura hasta el odio y la cólera. Las múltiples combinaciones de dichas cualidades nos diferencian ligeramente a unos de otros; de hecho, cada cual tiene una personalidad única.

¿Tendría sentido que Dios nos hubiera creado como personas complejas si él fuera una fuerza impersonal que vagara sin rumbo en una dimensión espiritual? Si estamos hechos a la imagen de Dios, entonces nuestra naturaleza debe ser parecida en muchos aspectos a la suya. Analicemos lo siguiente.

Dios tiene nombre propio. La Biblia dice en Isaías 42:8: “Yo soy Jehová. Ese es mi nombre”, lo que indica que Él quiere que su nombre se conozca. Las Escrituras también proclaman: “Llegue a ser bendito el nombre de Jehová desde ahora y hasta tiempo indefinido. Desde el nacimiento del sol hasta su puesta ha de ser alabado el nombre de Jehová” (Salmo 113:2, 3). En conformidad con esto, al usar con frecuencia Su nombre, los siervos de Dios lo tratan como una auténtica persona.

Dios es un ser único. La Biblia enseña que Dios es realmente único (1 Corintios 8:5, 6). Señala: “Eres realmente grande, oh Señor Soberano Jehová; porque no hay otro como tú, y no hay Dios fuera de ti” (2 Samuel 7:22). Además, las Escrituras afirman que “Jehová es el Dios verdadero en los cielos arriba y sobre la tierra abajo. No hay otro” (Deuteronomio 4:39).

Jehová odia la maldad. Para sentir odio es preciso ser una persona. La Biblia revela que el Creador odia cosas como “ojos altaneros, una lengua falsa, y manos que derraman sangre inocente, un corazón que fabrica proyectos perjudiciales, pies que se apresuran a correr a la maldad, un testigo falso que lanza mentiras, y cualquiera que envía contiendas entre hermanos” (Proverbios 6:16-19). Notemos que Dios detesta la conducta que hiere a otros. De esto aprendemos que se preocupa por nuestro bienestar y que odia las cosas que nos hacen daño.

Jehová es un Dios amoroso. Las Escrituras explican que Dios ama muchísimo “a la gente de este mundo” (Juan 3:16, Traducción en lenguaje actual). Comparan su personalidad a la de un padre tierno que desea lo mejor para sus hijos humanos (Isaías 64:8). Estos pueden obtener muchas bendiciones si reconocen la posición de Dios como su Padre amoroso.

Podemos ser amigos de Dios

La Biblia enseña claramente que el Creador es una persona, con nombre y personalidad propios. Tiene la capacidad de ejercer poder y de realizar actos intencionados y meditados que nacen de cualidades tan elevadas como la bondad, la sabiduría y el sentido de la justicia. No es alguien lejano o inaccesible. Por el contrario, asegura: “Yo, Jehová tu Dios, tengo agarrada tu diestra, Aquel que te dice: ‘No tengas miedo. Yo mismo ciertamente te ayudaré’” (Isaías 41:13).

Dios tiene un propósito para la humanidad tal como muestran las Escrituras: “Los justos mismos poseerán la tierra, y residirán para siempre sobre ella” (Salmo 37:29). Saber que Jehová es único y que tiene una identidad propia nos hace más fácil establecer una relación personal con él y disfrutar de las bendiciones que ofrece a quienes son sus amigos (Deuteronomio 6:4, 5; 1 Pedro 5:6, 7).

¿SE LO HA PREGUNTADO?

● ¿Tiene Dios nombre propio? (Isaías 42:8.)

● ¿Hay muchos dioses? (1 Corintios 8:5, 6.)

● ¿Pueden los seres humanos tener una relación personal con el Dios verdadero? (1 Pedro 5:6, 7.)

[Ilustración de la página 29]

¿Nos hubiera creado Dios como personas complejas si él fuera una fuerza impersonal?