El fin del mundo. Crecen los temores
APARTE de las amenazas fantásticas señaladas en el artículo anterior, existen ciertos motivos de inquietud que merecen seria atención. Hay personas a las que les preocupa el problema de la superpoblación y la escasez de agua y comida que esto conlleva. Hay otras a las que les inquieta la posibilidad de un colapso financiero mundial. ¿Y qué decir de los desastres naturales, las epidemias o una guerra nuclear? ¿Pudieran provocar una catástrofe planetaria?
Veamos brevemente algunos de los peligros que se suelen citar como probables causas de un apocalipsis. Aunque no todos amenacen con borrar a los seres humanos de la faz de la Tierra, todos parecen tener el potencial para acabar con la civilización tal como la conocemos.
Supervolcanes
En 1991, la erupción del monte Pinatubo en Filipinas dejó un saldo de más de setecientos muertos y cien mil personas sin hogar. Una inmensa nube de ceniza se elevó a 30 kilómetros (19 millas) de altura para luego descender, sepultando cultivos y derrumbando los techos de los edificios. Erupciones como estas originan alteraciones en el clima que duran años.
Una supererupción —como las que ya tuvieron lugar en el pasado remoto— sería centenares de veces más grande y devastadora que cualquiera de las erupciones que el hombre ha podido registrar en su historia. Además de su poder destructivo inmediato, el cambio climático que produciría a escala mundial afectaría a la agricultura y el suministro de alimentos, y los pueblos morirían de inanición.
“Los volcanes arrasan la flora y la fauna en varios kilómetros a la redonda; los supervolcanes pueden causar la extinción de toda una especie al inducir cambios en el clima de todo el planeta.” (National Geographic)
Asteroides
Cierta mañana del año 1908, un hombre que estaba sentado a la entrada de un solitario establecimiento comercial en Vanavara (Siberia) salió disparado de su silla por una explosión; el calor era tan intenso que sintió como si tuviera la camisa en llamas. La detonación tuvo su epicentro a 60 kilómetros (40 millas) de distancia, y fue provocada por un asteroide de 35 metros (120 pies) de diámetro y 100.000 toneladas (220 millones de libras) de peso. Al entrar en la atmósfera, el asteroide estalló a consecuencia de la presión y el calor, liberando una energía equivalente a 1.000 bombas de Hiroshima y devastando 2.000 kilómetros cuadrados (800 millas cuadradas) de bosque siberiano. Por supuesto, una colisión con un asteroide mayor sería muchísimo más dañina, pues produciría grandes tormentas de fuego, seguidas por un brusco descenso de las temperaturas mundiales y extinciones en masa.
“A lo largo de su historia, la Tierra ha sido bombardeada por cometas y asteroides provenientes del espacio. Los impactos ocurrían con más frecuencia en el pasado, pero volverán a ocurrir. La cuestión es cuándo.” (Chris Palma, profesor adjunto de Astronomía y Astrofísica de la Universidad Estatal de Pensilvania)
Cambio climático
Los científicos creen que el aumento de la temperatura media del planeta, los extremos en el clima, el deshielo de los casquetes polares y los glaciares, la muerte de los arrecifes de coral y la extinción de especies clave apuntan todos a un cambio climático global. Aunque el tema es aún materia de debate, muchos atribuyen la causa a la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas natural por parte de los automóviles y la industria, lo cual arroja a la atmósfera enormes cantidades de dióxido de carbono.
Según los entendidos, estas emisiones producen un efecto invernadero: al impedir que el calor de la Tierra escape al espacio, elevan la temperatura. Como los árboles absorben el dióxido de carbono, la deforestación masiva también contribuye al desajuste climático.
“Muchos científicos creen que, si continúan los actuales índices de calentamiento global y no se reduce la producción de dióxido de carbono, la temperatura media de la Tierra seguirá en alza. Esto llevará a cambios climáticos más acentuados e impredecibles y a niveles oceánicos más altos que amenazarán las zonas costeras bajas, donde vive gran parte de la población humana.” (A Mind for Tomorrow: Facts, Values, and the Future)
Pandemias
En el siglo XIV, la peste negra acabó con un tercio de la población de Europa en tan solo dos años. Y entre 1918 y 1920, la gripe española mató por lo menos a 50 millones de personas. El avance de dichas epidemias se frenó gracias a los lentos medios de transporte de la época. En cambio, hoy día, con el crecimiento de las ciudades y la facilidad de los viajes internacionales, una enfermedad de esa naturaleza se extendería rápidamente a todos los continentes.
Tal epidemia se debería a causas naturales. Pero crece el temor de que el propio hombre cree enfermedades para usarlas como armas biológicas. Los expertos aseguran que un pequeño grupo de personas que tengan conocimientos en disciplinas clave podrían comprar instrumentos a través de Internet y fabricar armas biológicas letales.
“Las enfermedades provocadas por agentes patógenos naturales siguen siendo una grave amenaza biológica; pero un enemigo inteligente armado de estos patógenos —o de otros resistentes a múltiples drogas u obtenidos por procedimientos sintéticos— podría provocar una hecatombe.” (The Bipartisan WMD Terrorism Research Center)
Extinción de especies esenciales
Durante los pasados cinco años, los apicultores de Estados Unidos han visto mermar la población de abejas en un 30% anual debido al “trastorno del colapso de las colonias”, fenómeno mundial que consiste en la abrupta y misteriosa desaparición de colonias enteras. Estos insectos hacen más que simplemente fabricar miel: polinizan cultivos clave, como la uva, la manzana, la soja y el algodón. En efecto, dependemos de las abejas.
Igualmente, dependemos del fitoplancton, sin el cual no tendríamos peces. Y sin lombrices que airearan el suelo, obtendríamos menos cosechas. La extinción de estas especies cruciales haría escasear la comida, y el hambre engendraría violencia y disturbios. La contaminación, la superpoblación, la explotación incontrolada de los recursos naturales, la destrucción de los hábitats y el cambio climático contribuyen a que las especies animales se extingan a un ritmo quizás mil veces superior al natural.
“Cada año, entre 18.000 y 55.000 especies se convierten en extintas. ¿La causa? La actividad humana.” (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo)
Guerra nuclear
Una explosión nuclear puede arrasar una ciudad en un instante, lo cual quedó tristemente demostrado dos veces en agosto de 1945. Es horrendamente poderosa: mata y destruye mediante la onda expansiva, el viento, el calor, el fuego y la radiación. La radiación, además, contamina el alimento y el agua. Una guerra nuclear lanzaría a la atmósfera toneladas de polvo que bloquearían la luz solar y causarían un drástico descenso de la temperatura del planeta. Los cultivos alimentarios y otras plantas desaparecerían. Sin comida, hombres y animales morirían. Se dice que unas nueve naciones poseen la capacidad de lanzar un ataque nuclear, en tanto que otras están en vías de fabricar su propio arsenal. ¡Y qué no darían las organizaciones terroristas por apoderarse de dichas armas!
“Las armas nucleares siguen siendo la amenaza más grave e inmediata para la civilización humana [...]. Aún quedan 25.000 armas nucleares en todo el mundo [...]. Con el tiempo, alguna caerá en manos terroristas.” (Unión de Científicos Preocupados)