Árboles que resisten el paso del tiempo
Árboles que resisten el paso del tiempo
UN PRECIPICIO NO PARECE EL MEJOR EMPLAZAMIENTO PARA EDIFICAR UNA CASA, SOBRE TODO SI SE HALLA EN LAS PARTES MÁS ALTAS DE UNA MONTAÑA. PUES BIEN, PESE A LOS CLAROS INCONVENIENTES, CIERTOS ÁRBOLES ALPINOS SE AFERRAN CON FIRMEZA A ESAS PAREDES DE ROCA DESAFIANDO LOS CRUDOS INVIERNOS Y LAS SEQUÍAS VERANIEGAS.
POR lo general, estos resistentes árboles no se yerguen con la misma majestuosidad que sus primos de altitudes inferiores; más bien, tal vez presenten troncos nudosos y retorcidos y un crecimiento bastante raquítico. Algunos tienen aspecto de bonsáis naturales, podados y esculpidos por el severo clima y el escaso suelo en el que viven.
Quizá supongamos que por hallarse en uno de los entornos más inhóspitos del planeta, no viven mucho tiempo. Todo lo contrario; se afirma que Matusalén, un pino de piñas erizadas que se alza en las White Mountains (California, E.U.A.) a 3.000 metros de altura, alcanza los 4.700 años de edad. Según el Libro Guinness de los récords 1994, es el árbol vivo más viejo de la Tierra. Edmund Schulman, quien estudió estos árboles longevos, señaló: “La adversidad [...] parece ser una de las causas de la supervivencia del pino de piñas erizadas. Los especímenes más antiguos que pueblan las White Mountains se hallan próximos a los 3.000 metros en un espacio natural árido y rocoso”. Este investigador descubrió también que los ejemplares más viejos de los demás pinos también crecían en un ambiente hostil.
A pesar de que han de superar condiciones desfavorables, estos ejemplos de aguante cuentan con dos ventajas que aprovechan al máximo. La primera es su ubicación solitaria donde escasea la vegetación, algo que los protege de una de las mayores amenazas para los árboles adultos: los incendios forestales; y la otra, sus raíces, que los fijan a la roca con tanta fuerza, que solo un terremoto los movería.
Salmo 1:1-3; Jeremías 17:7, 8). Las circunstancias que los rodean quizá también supongan una prueba dura. Por ejemplo, es posible que la persecución, la mala salud o la pobreza extrema amenacen seriamente su fe, en especial si tales problemas no se resuelven con el tiempo. No obstante, el Creador, el mismo que diseñó árboles tan resistentes, asegura a sus adoradores que los apoyará. La Biblia promete a quienes perseveran: “Él los hará firmes, él los hará fuertes” (1 Pedro 5:9, 10).
En la Biblia, a los siervos fieles de Dios se les compara a árboles (El verbo griego que a menudo se traduce en la Biblia por “aguantar” conlleva la idea de perseverar o permanecer firme, quedarse en un lugar sin abandonarlo. Como en el caso de los árboles alpinos, la clave del aguante reside en estar bien enraizado. En lo que toca a los cristianos, debemos arraigarnos con fuerza en Jesucristo para continuar inmovibles. “Como han aceptado a Cristo Jesús el Señor —escribió Pablo—, sigan andando en unión con él, arraigados y siendo edificados en él y siendo estabilizados en la fe, así como se les enseñó, rebosando de fe en acción de gracias.” (Colosenses 2:6, 7.)
Pablo se dio cuenta de lo necesario que era poseer fuertes raíces espirituales. Él mismo sufrió a causa de “una espina en la carne” y aguantó persecución enconada a lo largo de su ministerio (2 Corintios 11:23-27; 12:7). Sin embargo, descubrió que la fuerza de Dios le permitía seguir adelante. “Para todas las cosas tengo la fuerza en virtud de aquel que me imparte poder”, declaró (Filipenses 4:13).
Como ilustra el caso de Pablo, el aguante cristiano no depende de circunstancias favorables. Al igual que los árboles alpinos superan con éxito las tormentas a lo largo de los siglos, si nos arraigamos en Cristo y dependemos del poder que imparte Dios, nos mantendremos firmes. Además, si aguantamos hasta el fin, contamos con la perspectiva de que se cumpla en nosotros otra promesa divina: “Como los días de un árbol serán los días de mi pueblo” (Isaías 65:22; Mateo 24:13).