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“La salvación pertenece a Jehová”

“La salvación pertenece a Jehová”

“La salvación pertenece a Jehová”

EN TIEMPOS de crisis nacional y de tensiones internacionales, la gente acude a sus respectivos gobiernos en busca de seguridad. Dichos gobiernos, por su parte, aceleran la puesta en marcha de programas destinados a conseguir el apoyo del pueblo. Cuanto más patriotismo fomentan estos programas, más frecuentes y entusiastas son las ceremonias patrióticas.

Cuando se produce una situación de emergencia nacional, el fervor patriótico a menudo proporciona a las personas un sentimiento de unidad y fortaleza, y en ocasiones promueve entre ellas un espíritu de cooperación y el deseo de ayudar a la comunidad. Sin embargo, “como cualquier otro sentimiento, el patriotismo es imprevisible —afirma The New York Times Magazine—. Si se deja a rienda suelta, puede tornarse desagradable”. Es posible que algunas manifestaciones de patriotismo desemboquen en la violación de los derechos civiles y la libertad religiosa de ciertos ciudadanos del país. En tales circunstancias se presiona especialmente a los cristianos verdaderos para que transijan en cuanto a sus creencias. ¿Cómo se comportan estos cuando el espíritu patriótico impregna el mundo que los rodea? ¿Qué principios bíblicos les ayudan a actuar con perspicacia y a mantenerse leales a Dios?

“No debes inclinarte ante ellas”

En algunos lugares, una forma común de mostrar patriotismo consiste en saludar la bandera nacional, la cual suele tener impresos cuerpos celestes, por ejemplo estrellas, así como objetos terrestres. Dios expresó su punto de vista acerca de inclinarse ante este tipo de representaciones cuando ordenó a su pueblo: “No debes hacerte una imagen tallada ni una forma parecida a cosa alguna que esté en los cielos arriba o que esté en la tierra debajo o que esté en las aguas debajo de la tierra. No debes inclinarte ante ellas ni ser inducido a servirlas, porque yo Jehová tu Dios soy un Dios que exige devoción exclusiva” (Éxodo 20:4, 5).

¿Realmente va en contra de la devoción exclusiva que merece Jehová Dios saludar una bandera que representa al Estado o arrodillarse ante ella? Es verdad que cuando residían en el desierto, los antiguos israelitas tenían “señales”, o estandartes, en torno a los cuales se reunían las divisiones de tres tribus (Números 2:1, 2). Sin embargo, la Cyclopedia de McClintock y Strong dice respecto a los términos hebreos que designan tales estandartes: “Ninguno de estos términos transmite la idea que nos da a nosotros la palabra estandarte, a saber, la de una bandera”. Además, el pueblo de Israel no los consideraba sagrados ni celebraba ceremonias relacionadas con ellos. Eran meras señales que indicaban al pueblo dónde reunirse.

Las figuras de querubines que adornaban el tabernáculo y el templo de Salomón eran, ante todo, representaciones artísticas de esas criaturas celestiales (Éxodo 25:18; 26:1, 31, 33; 1 Reyes 6:23, 28, 29; Hebreos 9:23, 24). Es obvio que no se pretendía que se las venerara, ya que el pueblo en general no podía verlas y los ángeles no deben ser objeto de adoración (Colosenses 2:18; Revelación [Apocalipsis] 19:10; 22:8, 9).

Pensemos también en la serpiente de cobre que el profeta Moisés fabricó mientras los israelitas estaban en el desierto. Esa figura, o imagen, constituía un símbolo y tenía significado profético (Números 21:4-9; Juan 3:14, 15). No se veneraba ni se utilizaba en la adoración. Sin embargo, siglos después de Moisés, los israelitas comenzaron indebidamente a adorarla, incluso quemaron incienso delante de ella, razón por la que Ezequías, rey de Judá, la trituró (2 Reyes 18:1-4).

¿Son los pabellones nacionales meras señales que cumplen una función práctica? ¿Qué simbolizan? “La bandera es el símbolo principal de la fe nacionalista y el objeto central de su adoración”, afirmó el escritor J. Paul Williams. The Encyclopedia Americana dice: “La bandera, al igual que la cruz, es sagrada”. Puesto que la bandera es el símbolo del Estado, inclinarse ante ella o saludarla constituyen actos religiosos con los que se reverencia al Estado y se le atribuye la salvación. Teniendo en cuenta lo que dice la Biblia sobre la idolatría, ambas acciones son inaceptables.

Las Escrituras enseñan claramente que “la salvación pertenece a Jehová” (Salmo 3:8). De modo que esta no debe atribuirse ni a las instituciones humanas ni a sus símbolos. Por otro lado, el apóstol Pablo exhortó a sus hermanos cristianos: “Amados míos, huyan de la idolatría” (1 Corintios 10:14). En armonía con esta exhortación, los primeros cristianos no participaban en actos relacionados con la adoración al Estado. En el libro Those About to Die (Los que van a morir), Daniel P. Mannix observa: “Los cristianos se negaron a [...] hacer sacrificios al genio del emperador [romano], lo que hoy equivaldría a negarse a saludar la bandera”. Lo mismo sucede con los verdaderos cristianos de la actualidad. A fin de dar devoción exclusiva a Jehová, rehúsan saludar la bandera de cualquier país. Al hacerlo, ponen a Dios en primer lugar a la vez que respetan a los gobiernos y sus mandatarios. De hecho, reconocen la responsabilidad que tienen de sujetarse a “las autoridades superiores” gubernativas (Romanos 13:1-7). Ahora bien, ¿cuál es el punto de vista bíblico sobre las canciones patrióticas, como por ejemplo, los himnos nacionales?

¿Qué son los himnos nacionales?

The Encyclopedia Americana señala: “Los himnos nacionales son manifestaciones de patriotismo. En sus letras, a menudo se solicita la guía y protección divinas para el pueblo o sus gobernantes”. Estos himnos son, en la práctica, cánticos e incluso oraciones a favor del país. En ellos suele pedirse que la nación prospere económicamente y dure largo tiempo. ¿Deben los cristianos verdaderos entonar esos cánticos fervorosos?

El profeta Jeremías vivía entre personas que afirmaban servir a Dios. No obstante, Jehová le ordenó: “No ores a favor de este pueblo, ni levantes a favor de ellos un clamor rogativo ni una oración, ni me implores, porque no te estaré escuchando” (Jeremías 7:16; 11:14; 14:11). ¿Por qué recibió este mandato? Porque en la sociedad de su tiempo abundaban el robo, el asesinato, el adulterio, los falsos juramentos y la idolatría (Jeremías 7:9).

Jesucristo sentó el precedente cuando dijo: “No hago petición respecto al mundo, sino respecto a los que me has dado” (Juan 17:9). Además, las Escrituras indican que “el mundo entero yace en el poder del inicuo” y que “va pasando” (1 Juan 2:17; 5:19). Por lo tanto, ¿cómo podrían los verdaderos cristianos orar por la prosperidad y larga duración de semejante sistema sin violar su conciencia?

Es obvio que no todos los himnos nacionales contienen peticiones a Dios. “Los temas de los himnos nacionales varían —dice la Encyclopædia Britannica—; van desde oraciones a favor del monarca hasta alusiones a batallas o alzamientos de importancia nacional [...] y expresiones patrióticas.” Pero ¿cómo pueden cantar con orgullo sobre guerras y revoluciones de una u otra nación quienes desean agradar a Dios? Respecto a los adoradores verdaderos, Isaías predijo: “Tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas” (Isaías 2:4). Y el apóstol Pablo escribió: “Aunque andamos en la carne, no guerreamos según lo que somos en la carne. Porque las armas de nuestro guerrear no son carnales” (2 Corintios 10:3, 4).

Por otra parte, los himnos nacionales suelen expresar cierto orgullo nacionalista o sentimiento de superioridad, actitudes que no tienen base bíblica. Así lo indican las palabras del apóstol Pablo, quien, en su discurso en el Areópago, dijo: “[Jehová Dios] hizo de un solo hombre toda nación de hombres, para que moren sobre la entera superficie de la tierra” (Hechos 17:26). Asimismo, el apóstol Pedro declaró: “Dios no es parcial, sino que, en toda nación, el que le teme y obra justicia le es acepto” (Hechos 10:34, 35).

Debido a su entendimiento bíblico, muchas personas han optado voluntariamente por no saludar la bandera ni cantar canciones patrióticas. Ahora bien, ¿cómo actúan cuando afrontan, precisamente por esta razón, situaciones comprometidas?

Se abstienen con respeto

A fin de fortalecer la unidad del imperio, un rey de la antigua Babilonia llamado Nabucodonosor erigió una enorme imagen de oro en la llanura de Dura. Entonces organizó una ceremonia de inauguración a la que invitó a sus sátrapas, prefectos, gobernadores, consejeros y otros altos funcionarios. Al sonar la música, todos los presentes tenían que inclinarse ante la imagen y adorarla. Entre los invitados estaban tres jóvenes hebreos: Sadrac, Mesac y Abednego. ¿Cómo demostraron que no participaban en la ceremonia religiosa? Cuando comenzó a sonar la música y todos se postraron ante la imagen, los tres permanecieron de pie (Daniel 3:1-12).

En la actualidad, normalmente se saluda la bandera con el brazo extendido o con la mano en la frente o el corazón. A veces se adopta una postura determinada. En algunos países se espera que los escolares se arrodillen ante la bandera y la besen. En tales casos, los cristianos verdaderos pueden demostrar que son observadores respetuosos quedándose de pie en silencio mientras los demás participan en este acto.

¿Qué hacer si la ceremonia se lleva a cabo de forma que ponerse de pie dé a entender que se está participando en ella? Por ejemplo, supongamos que se escoge a un alumno en representación de toda la escuela para que salude la bandera, que pende de un mástil afuera, mientras los demás estudiantes están de pie, en posición de firmes dentro del aula. En este caso, el mero hecho de levantarse significa que se concuerda en que el alumno que está afuera salude la bandera en nombre de uno, por lo que se estaría participando en la ceremonia. De verse en esta situación, quienes desean ser solo observadores respetuosos permanecerán sentados en silencio. ¿Y si todos los alumnos estuvieran ya de pie antes de que comenzara la ceremonia? Entonces seguir en esa posición no indicaría participación alguna.

Imaginemos que en vez de saludar la bandera, se pide a un cristiano que solamente la sostenga, ya sea en un desfile, en la clase o en cualquier otro lugar, para que los demás puedan efectuar el saludo. Si accediera a hacerlo, se colocaría en el centro mismo de la ceremonia, en vez de ‘huir de la idolatría’, como mandan las Escrituras. Otro tanto ocurre con los desfiles patrióticos. Como la participación en dichos desfiles significa que se apoya lo que se desea honrar con ellos, los cristianos verdaderos, conforme a los dictados de su conciencia, rehúsan tomar parte en tales actos públicos.

Cuando suena el himno nacional, por lo general solo hace falta levantarse para indicar que se está de acuerdo con lo que dice la canción. En tales casos, los cristianos permanecen sentados. Sin embargo, si ya están de pie cuando el himno empieza a sonar, no tienen por qué sentarse a propósito, pues no se han levantado por motivo del himno. Por otro lado, si se espera que los presentes se pongan de pie y canten, entonces levantarse en señal de respeto, pero sin cantar, no significaría que se concuerda con lo que dice la canción.

“Tengan una buena conciencia”

Después de describir la inutilidad de los objetos de veneración de fabricación humana, el salmista dijo: “Quienes los hacen llegarán a ser lo mismo que ellos, todos los que confían en ellos” (Salmo 115:4-8). Por tanto, es obvio que cualquier empleo directamente relacionado con la producción de objetos de culto, entre ellos las banderas nacionales, sería inaceptable para los siervos de Jehová (1 Juan 5:21). Ahora bien, en el trabajo pudieran surgir otras situaciones en las que los cristianos demostrarían con respeto que no adoran la bandera ni lo que representa, sino solo a Jehová.

Por ejemplo, es posible que un patrono le pida a un empleado que ice o arríe la bandera que ondea en un edificio. El que un cristiano obedezca o no dependerá de cómo vea las circunstancias. Si la acción de izar o arriar la bandera formara parte de una ceremonia, con gente en posición de firme o saludando la bandera, su realización equivaldría a participar en dicha ceremonia.

Por otro lado, si la acción no estuviera acompañada de ninguna ceremonia, constituiría una tarea más, como la de preparar un edificio para su utilización, abrir o cerrar con llave las puertas o abrir y cerrar las ventanas. En tales circunstancias, la bandera es simplemente un emblema del Estado, así que el cristiano debe decidir según los dictados de su conciencia educada por la Biblia si accederá a izarla o arriarla como parte de sus tareas cotidianas (Gálatas 6:5). Puede que alguien, movido por su conciencia, le pida a su supervisor que escoja a otra persona para realizar ese trabajo. Otro cristiano tal vez acceda a hacerlo, siempre y cuando el acto no esté ligado a ninguna ceremonia. Independientemente de cuál sea la decisión que tomen, los adoradores verdaderos deben “ten[er] una buena conciencia” ante Dios (1 Pedro 3:16).

Desde el punto de vista bíblico, no hay inconveniente en trabajar o entrar en edificios públicos, como oficinas municipales y escuelas, donde se exhibe la bandera nacional. Esta también puede aparecer en los sellos de correos, las matrículas de los automóviles u otros artículos producidos por el gobierno. La simple utilización de tales artículos no significa que se esté adorando a la bandera. Lo importante en estos casos no es la presencia de la bandera o de una reproducción de ella, sino la actitud que uno tiene hacia ella.

Mucha gente coloca banderas en las ventanas, las puertas, los automóviles, los escritorios y otros lugares. También hay quienes se compran prendas de vestir con una bandera impresa. En algunos países es ilegal llevar esta clase de ropa. Pero aun cuando hacerlo no estuviera en contra de la ley, ¿qué posición respecto al mundo revelarían quienes la llevasen? Jesucristo dijo acerca de sus seguidores: “Ellos no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo” (Juan 17:16). Tampoco debe pasarse por alto el efecto que este modo de proceder pudiera tener en otros hermanos cristianos. ¿Podría herir la conciencia de algunos de ellos o debilitar su resolución de permanecer firmes en la fe? Pablo aconsejó a los cristianos: “Aseg[úrense] de las cosas más importantes, para que estén exentos de defectos y no hagan tropezar a otros” (Filipenses 1:10).

‘Amables para con todos’

En estos “tiempos críticos” es probable que al empeorar la situación mundial se intensifique el fervor patriótico (2 Timoteo 3:1). Los que aman a Jehová no deben olvidar que la salvación le pertenece solo a Dios y que él merece devoción exclusiva. Cuando los apóstoles de Jesús recibieron una orden contraria a la voluntad de Jehová, respondieron: “Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres” (Hechos 5:29).

“El esclavo del Señor no tiene necesidad de pelear —escribió el apóstol Pablo—, sino de ser amable para con todos.” (2 Timoteo 2:24.) En armonía con estas palabras, los cristianos se esfuerzan por ser pacíficos, respetuosos y amables, pero, a la vez, se dejan guiar por su conciencia educada por la Biblia al tomar decisiones relativas a saludar la bandera y entonar el himno nacional.

[Ilustración de la página 23]

Con firmeza, pero también con respeto, los tres hebreos optaron por agradar a Dios

[Ilustración de la página 24]

¿Cómo deben actuar los cristianos durante las ceremonias patrióticas?