¿Debería ser siempre tranquilo?
¿Debería ser siempre tranquilo?
LA MAYORÍA de nosotros probablemente consideraríamos un halago que los demás nos tuvieran por personas de carácter apacible, tolerante y tranquilo. Sin embargo, esta última cualidad pudiera tomar un cariz negativo cuando alguien se vuelve despreocupado o despacioso. La Biblia dice: “Lo despacioso de los estúpidos es lo que los destruirá” (Proverbios 1:32). ¿Qué significa este versículo?
Otras versiones de la Biblia traducen el término original hebreo que se vierte “despacioso” de la siguiente manera: “cómoda indolencia” (Reina-Valera, 1977), “tranquilidad” (Bover-Cantera, 1947) y “complacencia” (La Biblia de las Américas). De modo que ser despacioso se vincula con la indolencia y la dejadez, rasgos que reflejan estupidez y tontedad.
En el siglo primero, los cristianos de la congregación de Laodicea se mostraban indiferentes o tranquilos en cuanto a su deficiencia espiritual. Se jactaban complacidos de que ‘no necesitaban absolutamente nada’. Jesucristo los corrigió y les mandó renovar su celo cristiano (Revelación [Apocalipsis] 3:14-19).
La complacencia era también una característica de los contemporáneos de Noé. Estaban absortos en los asuntos triviales de la vida, “comiendo y bebiendo, los hombres casándose y las mujeres siendo dadas en matrimonio, [...] y no hicieron caso hasta que vino el diluvio y los barrió a todos”. Y como dijo Jesús: “Así será la presencia del Hijo del hombre” (Mateo 24:37-39).
Las profecías bíblicas cumplidas indican que estamos viviendo durante “la presencia del Hijo del hombre”, Jesucristo. Que jamás nos volvamos indolentes, indiferentes y satisfechos de nosotros mismos, en definitiva, demasiado tranquilos (Lucas 21:29-36).