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Leales y constantes: ayer y hoy

Leales y constantes: ayer y hoy

Leales y constantes: ayer y hoy

En el sur de Polonia, cerca de su frontera con Eslovaquia y la República Checa, se halla el pueblecito de Wisła. Aunque posiblemente nunca lo hayamos oído nombrar, su historia fascinará a los cristianos verdaderos. En ella sobresalen la integridad y el celo por la adoración de Jehová. ¿De qué manera?

WISŁA está ubicado en una hermosa región montañosa desde la que se puede apreciar un panorama espectacular. Arroyos de rápidas corrientes confluyen en el río Vístula, el cual serpentea por las montañas y los valles poblados de árboles. La gente amigable y el clima singular convierten a Wisła en un popular centro de actividades medicinales y un buen sitio donde pasar las vacaciones estivales e invernales.

Parece que el primer asentamiento con este nombre se estableció en la última década del siglo XVI. Se erigió un aserradero, y en los claros de los montes pronto hubo pobladores que criaban ovejas y ganado vacuno y cultivaban la tierra. Pero estas humildes personas se vieron en medio de un torbellino de cambios religiosos. La región resultó muy afectada por las reformas que inició Martín Lutero. El investigador Andrzej Otczyk dice que el luteranismo se convirtió en “la religión oficial en 1545”. Posteriormente, sin embargo, la guerra de los Treinta Años y la Contrarreforma cambiaron por completo la situación. “En 1654, a los protestantes se les privó de todas sus iglesias, de la libertad para celebrar sus cultos y de sus biblias y otros libros religiosos”, dice Otczyk. Con todo, la mayoría de la población local siguió siendo luterana.

Las primeras semillas de la verdad bíblica

Felizmente, habría de realizarse una reforma religiosa más importante. En 1928, dos celosos Estudiantes de la Biblia (nombre que recibían entonces los testigos de Jehová) sembraron las primeras semillas de la verdad bíblica en aquella zona. Al año siguiente, Jan Gomola llegó a Wisła con un gramófono en el que reproducía grabaciones de discursos bíblicos. Luego llevó el mensaje a un valle cercano donde encontró a un oyente atento, Andrzej Raszka, un hombre fornido y de baja estatura que vivía en las montañas y tenía un corazón receptivo. Raszka inmediatamente sacó su Biblia para confirmar lo que se decía en los discursos grabados. Luego exclamó: “¡Mi hermano, por fin he hallado la verdad! ¡He estado en busca de respuestas desde que me encontraba en las trincheras en la primera guerra mundial!”.

Rebosando de entusiasmo, Raszka le presentó a Gomola sus amigos, Jerzy y Andrzej Pilch, quienes enseguida aceptaron el mensaje del Reino. Andrzej Tyrna, quien había aprendido la verdad bíblica en Francia, ayudó a estos hombres a profundizar su conocimiento del mensaje divino, y en poco tiempo se bautizaron. A mediados de la década de 1930, los hermanos de los pueblos cercanos visitaban al grupito de Estudiantes de la Biblia de Wisła para apoyarlos. Los resultados fueron asombrosos.

Hubo una extraordinaria afluencia de personas recién interesadas en la verdad. Las familias luteranas de la localidad acostumbraban leer la Biblia en sus hogares. De modo que cuando escucharon argumentos bíblicos convincentes respecto a las doctrinas del infierno y de la Trinidad, muchos distinguieron la verdad de la mentira. Familias enteras optaron por abandonar las enseñanzas religiosas falsas. Como consecuencia, la congregación de Wisła creció, y en 1939 contaba con 140 miembros. Aunque parezca sorprendente, la mayoría de los adultos de la congregación no estaban bautizados. “Esto no significaba que los publicadores no bautizados no fueran capaces de ponerse firmemente a favor de Jehová”, dice Helena, una de aquellas primeras Testigos. Agrega: “Demostraron su integridad cuando tuvieron que afrontar pruebas poco después”.

¿Qué puede decirse de los niños? Veían que sus padres habían hallado la verdad. Franciszek Branc relata: “Cuando mi padre se dio cuenta de que había encontrado la verdad, empezó a inculcarla en mí y en mi hermano. Teníamos ocho y diez años respectivamente. Papá nos planteaba preguntas sencillas como quién es Dios, cómo se llama y qué sabíamos acerca de Jesucristo. Teníamos que escribir las respuestas y apoyarlas con versículos de la Biblia”. Otro Testigo dice: “Como mis padres aceptaron el mensaje del Reino y abandonaron la Iglesia Luterana en 1940, yo soporté oposición y palizas en la escuela. Doy gracias a mis padres por haberme inculcado los principios bíblicos, pues fue decisivo a la hora de sobrellevar aquellos tiempos difíciles”.

Se pone a prueba la fe

Cuando estalló la segunda guerra mundial, los nazis ocuparon la zona y se propusieron acabar con los testigos de Jehová. Al principio se animaba a los adultos —en especial a los padres— a firmar una lista indicando que eran alemanes a fin de recibir ciertos beneficios. Los Testigos rehusaron unirse a los nazis. Muchos hermanos y personas interesadas que estaban en edad militar afrontaron un dilema: incorporarse al ejército, o mantenerse neutrales y ser severamente castigados. “Negarse a efectuar el servicio militar —explica Andrzej Szalbot, a quien la Gestapo arrestó en 1943— significaba acabar en un campo de concentración, por lo general, Auschwitz. Yo aún no me había bautizado, pero era consciente de las palabras tranquilizadoras de Jesús en Mateo 10:28, 29. Sabía que si moría por mi fe en Jehová, él me podía resucitar.”

A principios de 1942, los nazis detuvieron a diecisiete hermanos de Wisła. Al cabo de tres meses, quince de ellos murieron en Auschwitz. ¿Cómo repercutió esto en los Testigos que quedaban en Wisła? En vez de hacer que abandonaran su fe, los animó a aferrarse fielmente a Jehová. Durante los siguientes seis meses, el número de publicadores de Wisła se duplicó. Al poco tiempo hubo más arrestos. En total, 83 hermanos, personas interesadas y niños resultaron víctimas del terrible ataque nazi. Cincuenta y tres de ellos fueron enviados a campos de concentración (principalmente a Auschwitz) o a campos de trabajos forzados en las minas y canteras de Polonia, Alemania y Bohemia.

Leales y constantes

En Auschwitz, los nazis trataron de tentar a los Testigos con la perspectiva de conseguir libertad inmediata. Cierto guardia de las SS le dijo a un hermano: “Si solo firma un documento renunciando a la fe de los Estudiantes de la Biblia, lo pondremos en libertad y se podrá ir a su casa”. Aunque le hicieron esa oferta muchas veces, el hermano no transigió en cuanto a su lealtad a Jehová. A raíz de esto, recibió palizas y burlas y debió realizar trabajos forzados, tanto en Auschwitz como en Mittelbau-Dora (Alemania). Justo antes de su liberación, estuvo a punto de morir durante el bombardeo del campo donde se hallaba.

Paweł Szalbot, un Testigo que murió hace poco, recordó en cierta ocasión: “Durante los interrogatorios, la Gestapo me preguntaba vez tras vez por qué no me unía al ejército alemán y por qué me negaba a decir ‘Heil Hitler’”. Tras explicarles la base bíblica de su neutralidad cristiana, fue sentenciado a trabajar en una fábrica de armamentos. “Obviamente, mi conciencia no me permitía aceptar ese trabajo, así que me enviaron a una mina”, relató el hermano. Con todo, se mantuvo fiel.

Quienes no fueron encarcelados —las mujeres y los niños— enviaban comida a los que estaban en Auschwitz. “En el verano recogíamos arándanos del bosque y los cambiábamos por trigo —dice un hermano que era joven en aquel tiempo—. Las hermanas horneaban panecillos y los empapaban en manteca de cerdo. Luego los enviábamos en cantidades pequeñas a los hermanos encarcelados.”

De los 53 Testigos adultos de Wisła que fueron enviados a los campos de concentración y de trabajos forzados, 38 murieron.

Surge una generación más joven

Los hijos de los testigos de Jehová también sufrieron las medidas represivas de los nazis. Algunos fueron enviados con sus madres a campamentos provisionales en Bohemia. Otros, tras ser separados de sus padres, terminaron en el infame campo para niños de Łódź.

“En el primer viaje a Łódź —recuerdan tres de aquellos niños—, los alemanes tomaron a diez de nosotros, entre las edades de cinco y nueve. Nos animábamos unos a otros orando y hablando de temas bíblicos. No fue fácil aguantar.” En 1945 todos aquellos niños regresaron a sus hogares. Estaban vivos, pero demacrados y traumatizados. Sin embargo, nada los hizo quebrantar su integridad.

¿Qué ocurrió después?

Al acercarse el final de la segunda guerra mundial, los Testigos de Wisła aún tenían una fe fuerte y estaban listos para reanudar su predicación con celo y determinación. Varios grupos de hermanos de Wisła visitaban a las personas que vivían en un radio de 40 kilómetros para predicarles y llevarles publicaciones bíblicas. “En poco tiempo había tres congregaciones activas en nuestro pueblo”, dice Jan Krzok. No obstante, la libertad religiosa no se prolongó mucho.

El gobierno comunista, que reemplazó a los nazis, proscribió la obra de los testigos de Jehová en Polonia en 1950. De modo que los hermanos tuvieron que ser ingeniosos para efectuar su ministerio. A veces visitaban a las personas en sus hogares con el pretexto de comprar ganado o trigo. Por lo general, las reuniones cristianas se celebraban de noche y se organizaban en grupos pequeños. Con todo, los agentes de seguridad se las arreglaron para detener a muchos siervos de Jehová, acusándolos de trabajar para un servicio de inteligencia extranjero, una acusación que carecía totalmente de fundamento. Algunos oficiales amenazaron a Paweł Pilch, diciéndole con sarcasmo: “Hitler no lo venció, pero nosotros sí lo haremos”. Sin embargo, él permaneció leal a Jehová, aunque estuvo encarcelado cinco años. A algunos Testigos jóvenes se les expulsó de la escuela o se les despidió de su empleo por negarse a firmar un manifiesto socialista.

Jehová no los abandonó

En el año 1989 hubo un cambio en el ambiente político, y los testigos de Jehová obtuvieron el reconocimiento legal en Polonia. Los siervos fieles de Jehová de Wisła aumentaron su actividad, tal como lo refleja el número de precursores, o ministros de tiempo completo, pues unos cien hermanos y hermanas de esta zona han emprendido el servicio de precursor. No es de extrañar, entonces, que al pueblo se le haya apodado la “fábrica de precursores”.

Respecto al apoyo que Dios brindó a sus siervos del pasado, la Biblia dice: “De no haber sido porque Jehová resultó estar por nosotros cuando hombres se levantaron contra nosotros, entonces nos habrían tragado aun vivos” (Salmo 124:2, 3). Actualmente, a pesar de la muy extendida apatía y las tendencias inmorales que se ven entre la población en general, los adoradores de Jehová de Wisła procuran mantenerse íntegros y han sido bendecidos en abundancia. Generaciones sucesivas de Testigos de esa región pueden dar testimonio de la veracidad de la declaración que hizo el apóstol Pablo: “Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Romanos 8:31).

[Ilustración de la página 26]

Emilia Krzok fue enviada con sus hijos Helena, Emilia y Jan a un campo provisional en Bohemia

[Ilustración de la página 26]

Cuando Paweł Szalbot se negó a realizar el servicio militar, lo enviaron a trabajar en una mina

[Ilustración de la página 27]

Aunque algunos hermanos fueron enviados a Auschwitz y murieron allí, la obra no dejó de progresar en Wisła

[Ilustración de la página 28]

Paweł Pilch y Jan Polok fueron llevados al campo para niños de Łódź

[Reconocimiento de la página 25]

Bayas y flores: © R.M. Kosinscy / www.kosinscy.pl