Su fe anima a cuantos la rodean

CUANDO Silvia nació, en diciembre de 1992, parecía que iba a ser una niña muy saludable. Sin embargo, a los dos años de edad le diagnosticaron fibrosis quística, una enfermedad incurable y degenerativa que provoca graves problemas respiratorios y digestivos. Para combatirla, Silvia toma 36 pastillas diarias, usa inhaladores y se somete a sesiones de fisioterapia. Puesto que su capacidad pulmonar solo alcanza el 25% de lo normal, tiene que permanecer conectada a un tanque de oxígeno en todo momento, incluso cuando sale de casa.

“A pesar de los problemas, es sorprendente cómo sobrelleva su enfermedad —comenta Teresa, la madre de Silvia—. Gracias al conocimiento de las Escrituras, tiene una fe firme que le ayuda a soportar el dolor y las molestias. Siempre recuerda la promesa de Jehová de traer un nuevo mundo en el que todos los enfermos serán sanados.” (Revelación [Apocalipsis] 21:4.) A veces, cuando sus padres y su hermano se sienten desalentados, la sonrisa confiada de Silvia tiene la virtud de levantarles el ánimo. “La vida en el nuevo mundo compensará todo lo que ahora sufrimos”, les asegura.

Silvia predica regularmente las buenas nuevas a otras personas, quienes notan que su rostro irradia gozo y felicidad. A los miembros de la congregación cristiana a la que asiste en las islas Canarias también les da gusto oír sus comentarios y verla participar en las reuniones. Y cuando estas terminan, a ella le encanta quedarse a conversar con sus hermanos cristianos. Su carácter alegre y sociable le ha ganado el cariño de todos.

“Silvia nos enseña una lección muy importante —dice su padre, Antonio—. A pesar de las dificultades, la vida es un regalo de Dios que debemos agradecer.” Al igual que Silvia, todos los siervos de Dios —jóvenes y mayores— anhelamos el día en que “ningún residente dirá: ‘Estoy enfermo’” (Isaías 33:24).

[Ilustraciones de la página 31]

Silvia lee un texto de la Biblia mientras su madre sostiene el tanque de oxígeno