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Cuando no se cumplen las expectativas

Cuando no se cumplen las expectativas

Cuando no se cumplen las expectativas

LA DESILUSIÓN puede surgir en cualquier matrimonio, incluso si el hombre y la mujer parecían totalmente compatibles durante el noviazgo. Pero ¿cómo es posible que resulten ser tan distintas dos personas que antes de casarse parecían estar hechas la una para la otra?

La Biblia advierte que quienes se casen “tendrán serias dificultades” (1 Corintios 7:28, La Nueva Biblia Latinoamérica, 1982). A menudo, tales dificultades son, hasta cierto grado, fruto de la imperfección humana (Romanos 3:23). También es probable que uno o ambos cónyuges no estén aplicando los principios bíblicos (Isaías 48:17, 18). Pero en otras ocasiones, lo que sucede es que la pareja inicia su vida matrimonial con expectativas irreales. En tales casos, los malentendidos pueden provocar graves problemas.

Expectativas irreales

Sea usted esposo o esposa, tal vez abrigaba ciertas expectativas cuando se casó, y eso es lo normal. Deténgase por un momento e intente recordar el tipo de vida que usted soñó. ¿Ha resultado ser su matrimonio lo que usted esperaba? Si no es así, no crea que se encuentra en un callejón sin salida. Poner en práctica los principios bíblicos le ayudará a mejorar su situación (2 Timoteo 3:16). * Mientras tanto, le será de mucho provecho analizar algunas de las expectativas que tenía con respecto al matrimonio.

Por ejemplo, hay quienes pensaron que el matrimonio significaría vivir en un estado de idilio permanente, como en los cuentos de hadas. O quizás usted creyó que pasaría casi todo el tiempo con su cónyuge, o que juntos solucionarían cualquier desacuerdo de manera calmada y madura. Muchas personas se imaginaron que casándose ya no tendrían que controlar sus impulsos sexuales. Ya que todas estas expectativas, aunque comunes, son en cierto modo poco realistas, frecuentemente conducen a la desilusión (Génesis 3:16).

Otra expectativa infundada es pensar que el simple hecho de casarse hará feliz a uno. Naturalmente, tener a alguien con quien compartir nuestra vida es un motivo de enorme alegría (Proverbios 18:22; 31:10; Eclesiastés 4:9). Ahora bien, ¿debemos esperar que el matrimonio sea un remedio milagroso para todos los desacuerdos? A quienes piensan de este modo les espera, generalmente, un amargo despertar.

Expectativas no expresadas

No todas las expectativas son irreales. Al contrario, algunas tienen que ver con deseos que son razonables. Pero con ciertas expectativas surgen problemas. Un consejero matrimonial comenta: “Veo parejas casadas que se han enfadado porque uno de ellos está esperando que el otro le satisfaga algún deseo, pero el caso es que el otro ni siquiera está al tanto de ello”. Para entender cómo puede suceder algo así, pensemos en el siguiente caso.

María se casa con David y se va a vivir con él a cientos de kilómetros de su antiguo hogar. Antes de casarse, ella sabía que, por su timidez, mudarse a otro lugar supondría enfrentarse a grandes desafíos. Aun así, confiaba en que David la ayudaría a adaptarse. Por ejemplo, esperaba que él estuviera siempre a su lado para que le resultara más fácil familiarizarse con sus amigos. Sin embargo, eso no sucede. David suele ponerse a conversar con sus numerosos amigos y deja sola a María, que está recién llegada. Ella se siente desatendida, incluso abandonada. “¿Cómo puede David ser tan insensible?”, se pregunta.

¿Es irrazonable el deseo de María? En realidad, no. Lo único que ella quiere es que su esposo la ayude a adaptarse a su nuevo ambiente. María es tímida, y conocer a tantas personas nuevas hace que se sienta agobiada. Pero lo cierto es que María nunca le ha revelado a David sus sentimientos. De modo que él no tiene la más mínima idea de lo que está sufriendo. ¿Qué pasará si la situación se prolonga? Quizás la amargura de María aumente y, con el tiempo, ella llegue a pensar que su esposo es totalmente insensible a sus preocupaciones.

Tal vez usted también se haya sentido decepcionado y frustrado debido a que su cónyuge parece indiferente a sus necesidades. ¿Qué puede hacer entonces?

¡Dígaselo!

Las expectativas insatisfechas provocan muchísima angustia (Proverbios 13:12). Aun así, usted puede hacer algo al respecto. Un proverbio bíblico afirma: “Quien piensa bien las cosas se fija en lo que dice; quien se fija en lo que dice convence mejor” (Proverbios 16:23, Traducción en lenguaje actual). Por consiguiente, si usted tiene un deseo razonable y cree que no está siendo satisfecho, hable con su cónyuge.

Procure escoger el momento, el lugar y las palabras adecuadas para exponer sus preocupaciones (Proverbios 25:11). Hable con calma y respeto. Tenga presente su objetivo: no se trata de acusar sino más bien de informar a su cónyuge de cuáles son sus expectativas y sentimientos (Proverbios 15:1).

¿Por qué es preciso hablar de ello? ¿No se esperaría que un cónyuge atento se diera cuenta de sus necesidades? Bueno, quizás su cónyuge vea la situación desde otra óptica, pero con mucho gusto procurará atender sus necesidades si le explica cuáles son. El hecho de que usted exponga sus deseos o necesidades no es síntoma de que su matrimonio sea débil ni de que su cónyuge sea insensible.

Así que no vacile en expresarle sus preocupaciones a su cónyuge. Por ejemplo, en el caso mencionado anteriormente, María podría decir a David: “Debo confesar que conocer a tantas personas nuevas me está resultando un poco difícil. Hasta que me sienta más cómoda, ¿me ayudarías a familiarizarme con todas ellas?”.

“Presto en cuanto a oír”

Ahora trate de ver el asunto desde otra perspectiva. Imagine que es su cónyuge quien le expresa que le angustia el hecho de que usted no esté cumpliendo con una expectativa razonable. Si esto le ocurriera, ¡escuche a su cónyuge! Procure no ponerse a la defensiva. Al contrario, sea “presto en cuanto a oír, lento en cuanto a hablar, lento en cuanto a ira” (Santiago 1:19; Proverbios 18:13). El apóstol Pablo instó a los cristianos: “Que cada uno siga buscando, no su propia ventaja, sino la de la otra persona” (1 Corintios 10:24).

Para lograrlo, póngase en el lugar de su pareja. La Biblia dice: “Ustedes, esposos, continúen morando con ellas [sus esposas] de igual manera, de acuerdo con conocimiento”, o como lo vierte La Nueva Biblia de los Hispanos: “Convivan de manera comprensiva con sus mujeres” (1 Pedro 3:7). Por supuesto, las esposas pondrán el mismo empeño al tratar con sus esposos.

Recuerde que, sin importar lo bien que se lleven, usted no tendrá la misma perspectiva que su cónyuge en todo (véase el recuadro “Un mismo paisaje, varias perspectivas”). Sin duda, ser capaz de ver las cosas desde otro punto de vista es muy provechoso. Tanto usted como su pareja se casaron trayendo consigo aspiraciones distintas, condicionadas por sus antecedentes familiares y culturales. El resultado es que pueden estar profundamente enamorados y, aun así, no tener las mismas expectativas.

Por ejemplo, las parejas cristianas conocen muy bien el principio bíblico de autoridad (Efesios 5:22, 23). Pero ¿de qué forma concreta se ejercerá la autoridad en la familia, y cómo se demostrará la sumisión? ¿Se dejan guiar ustedes dos por este principio bíblico y se esmeran por ponerlo en práctica?

Es posible que también tengan opiniones diferentes en cuanto a otros aspectos de la vida diaria. Por ejemplo, ¿quién se hará cargo de ciertos quehaceres domésticos? ¿Cuándo visitarán a los parientes, y cuánto tiempo pasarán con ellos? ¿Cómo han de demostrar los cónyuges cristianos que ponen los intereses del Reino en primer lugar en su vida? (Mateo 6:33.) En lo que respecta a la economía, es muy fácil endeudarse, de modo que merece la pena ser ahorrativos e ingeniosos. Pero ¿qué supondrá eso exactamente para la pareja? Hablar con franqueza y respeto sobre temas de esta índole produce muy buenos resultados.

Tales conversaciones pueden aportar paz a su matrimonio, incluso si hasta el momento no se han cumplido algunas expectativas. En efecto, la comunicación franca le facilitará obedecer la exhortación del apóstol Pablo: “Continúen soportándose unos a otros y perdonándose liberalmente unos a otros si alguno tiene causa de queja contra otro” (Colosenses 3:13).

[Nota]

^ párr. 5 Los casados pueden hallar excelentes consejos en el libro El secreto de la felicidad familiar, editado por los testigos de Jehová.

[Ilustración y recuadro de la página 10]

Un mismo paisaje, varias perspectivas

“Imagínese a un grupo de turistas que observan un paisaje típico. Aunque todos miran el mismo panorama, cada uno de ellos lo ve de distinta manera. ¿Por qué? Porque cada cual lo ve desde un ángulo diferente. No puede haber dos personas de pie en el mismo lugar. Además, no todos se detienen en la misma parte del paisaje. Cada persona considera de interés particular un aspecto diferente. Sucede lo mismo en el matrimonio. Aun siendo sumamente compatibles, no hay dos compañeros que tengan la misma opinión sobre los asuntos. [...] La comunicación implica hacer todo lo posible por armonizar las diferencias dentro del vínculo de una sola carne. Para lograrlo, es necesario darse tiempo para conversar.” (La Atalaya del 1 de agosto de 1993, página 4.)

[Recuadro de la página 11]

¿Qué puede hacer ahora?

• Vuelva a plantearse sus expectativas. ¿Son realistas? ¿Espera usted de su cónyuge más de lo que es razonable? (Filipenses 2:4; 4:5.)

• Procure ajustar las expectativas poco realistas. Por ejemplo, en lugar de pensar: “Nosotros nunca discutiremos”, resuélvase a zanjar pacíficamente las diferencias que surjan (Efesios 4:32).

• Hable de sus expectativas. Expresarlas abiertamente es un paso fundamental para aprender a demostrarse amor y respeto (Efesios 5:33).

[Ilustración de la página 9]

Sea “presto en cuanto a oír” las preocupaciones de su cónyuge