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Preguntas de los lectores

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¿En qué casos podría considerar una persona que debe bautizarse de nuevo?

En algunos casos particulares, una persona podría considerar que su bautismo no fue válido y que debe repetirlo. Puede ser, por ejemplo, que cuando se bautizó se encontrara en una situación inaceptable o estuviera cometiendo en secreto un pecado grave por el que normalmente se expulsa a un cristiano de la congregación. ¿Debería siquiera haberse dedicado a Dios en esas circunstancias? No. Para que su dedicación fuera válida, primero tendría que haber dejado de hacer lo malo. Si se bautizó a pesar de estar en esa condición indigna, sería apropiado que pensara en volver a hacerlo.

Ahora veamos una situación muy distinta: un publicador que no está cometiendo ningún pecado grave se bautiza, pero tiempo después hace algo que justifica la formación de un comité judicial. ¿Podría alegar que su bautismo no es válido porque en aquel entonces no entendía bien lo que estaba haciendo? Bueno, antes que nada, durante un comité los ancianos no deben plantear dudas sobre el bautismo del hermano con el que se reúnen ni preguntarle qué opina al respecto. Después de todo, el día en que se bautizó, escuchó un discurso bíblico que hablaba sobre la importancia de esa decisión. Y cuando llegó el momento de responder las dos preguntas que tratan sobre la dedicación y el bautismo, contestó afirmativamente. Luego se cambió de ropa y fue sumergido en agua. Así que es razonable pensar que comprendía claramente la seriedad de sus actos, por lo que los ancianos deben tratarlo como cristiano bautizado.

Si la persona tiene dudas sobre la validez de su bautismo, los ancianos pueden recomendarle que lea los números de La Atalaya del 15 de agosto de 1960, página 511, y del 15 de julio de 1964, páginas 443 a 446, que analizan a fondo este tema. En todo caso, si alguien decide volver a bautizarse por determinadas razones (quizás porque no comprendía bien las verdades bíblicas al momento de bautizarse), ese es un asunto personal.

¿Qué factores debe tener en cuenta el cristiano que vaya a compartir vivienda?

Aunque todo el mundo necesita un lugar donde vivir, muchas personas carecen hoy de hogar propio. Debido a la situación económica, la salud y otras cuestiones, hay quienes se ven obligados a compartir vivienda con parientes que no son de su familia inmediata. Y en algunos países no es raro que varios familiares vivan apiñados en una sola habitación, sin apenas privacidad.

No le corresponde a la organización de Jehová formular una larga serie de normas en materia de vivienda. Pero sí debe exhortar a todos los cristianos a examinar los diversos principios bíblicos que les permitirán analizar si la situación en la que se encuentran es aceptable para Dios. ¿Cuáles son algunos de estos principios?

Un punto muy importante es el efecto que pueda tener en ellos y en su espiritualidad la convivencia con los compañeros de vivienda. ¿De qué personas se trata? ¿Son siervos de Jehová? ¿Viven en conformidad con las normas bíblicas? Nunca hay que olvidar esta advertencia del apóstol Pablo: “No se extravíen. Las malas compañías echan a perder los hábitos útiles” (1 Cor. 15:33).

Por otro lado, las Escrituras dejan muy claro que Jehová condena la fornicación y el adulterio (Heb. 13:4). Para él es inaceptable todo sistema para compartir vivienda que facilite que un hombre y una mujer solteros vivan juntos como si estuvieran casados. Y el cristiano no debe permanecer en ningún lugar donde se tolere la inmoralidad.

Además, la Biblia dirige esta exhortación a quienes buscan el favor de Dios: “Huyan de la fornicación” (1 Cor. 6:18). Por lo tanto, sería imprudente cualquier plan para compartir vivienda que pueda dar lugar a tentaciones inmorales. Por ejemplo, si varios cristianos residieran en la misma casa, ¿podrían presentarse situaciones comprometedoras? ¿Qué sucedería si dos personas que no son marido y mujer se encontraran a solas porque hubieran salido los demás? También sería arriesgado que ocuparan el mismo domicilio dos solteros unidos por lazos románticos. La sabiduría dicta que se eviten este tipo de situaciones.

Tampoco sería apropiado que una pareja que se haya divorciado siga viviendo en la misma casa. Dado que solían tener relaciones íntimas, podrían caer fácilmente en la inmoralidad (Pro. 22:3).

Hay que recordar otro factor importante: la opinión de los vecinos. Aunque un plan para compartir vivienda le parezca aceptable a un cristiano, podría dar pie a malos comentarios en la comunidad. Eso no sería nada deseable, pues no queremos que por nuestra conducta tenga mala fama el nombre de Jehová. Más bien, deseamos seguir este consejo de Pablo: “Eviten hacerse causas de tropiezo tanto a judíos como a griegos y a la congregación de Dios, así como yo estoy agradando a toda la gente en todas las cosas, no buscando mi propia ventaja, sino la de los muchos, para que se salven” (1 Cor. 10:32, 33).

Es cierto que a veces costará trabajo encontrar una solución acorde con las justas normas de Jehová. No obstante, es necesario que todos los cristianos “sigan asegurándose de lo que es acepto al Señor”. Deben cerciorarse de que no se realice nada indecente en su casa (Efe. 5:5, 10). Con este fin, han de pedir a Dios que los guíe y hacer cuanto esté en su mano para protegerse física y moralmente y no desacreditar el nombre de Jehová.