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Sáquele partido a su curiosidad

Sáquele partido a su curiosidad

Sáquele partido a su curiosidad

“El hombre es un ser que pregunta. Desde que nacemos comenzamos a preguntar [...]. Incluso podría decirse que la historia de la humanidad es la historia de las preguntas y respuestas que los hombres nos hemos hecho.” (Octavio Paz, poeta mexicano)

¿QUÉ motiva a un chef a crear una nueva receta? ¿Qué impulsa a un explorador a viajar hasta lugares remotos? ¿Por qué hacen tantas preguntas los niños? Todo esto se debe, casi siempre, a la curiosidad.

¿Qué hay de usted? ¿Despiertan su curiosidad las ideas novedosas. ¿Le interesa encontrar la respuesta a cuestiones profundas? Por ejemplo: ¿De dónde viene la vida? ¿Por qué estamos aquí? ¿Existe Dios? Desde la infancia, la curiosidad nos ha impulsado a muchos a hacernos preguntas como estas, con la finalidad de descubrir el porqué de las cosas. Cuando una idea nos atrae, procuramos averiguar todo lo posible sobre ella. Así pues, la curiosidad puede producir excelentes resultados. Sin embargo, también puede ocasionar grandes problemas, e incluso desastres.

Se necesita prudencia y equilibrio

Muchas personas han oído el dicho: La curiosidad mató al gato. Y es que la curiosidad excesiva puede ser peligrosa. Por ejemplo, un niño pudiera tocar una estufa encendida, con graves consecuencias. Claro, no puede negarse que ser inquisitivos puede impulsarnos a aumentar nuestro conocimiento y a llegar al fondo de las cosas. Ahora bien, ¿sería sensato investigar cualquier tema que nos llamara la atención?

La verdad es que conocer ciertas cosas puede hacernos daño. Por ejemplo, sentir curiosidad por la pornografía, el ocultismo o las doctrinas de sectas o grupos extremistas puede poner en peligro nuestro bienestar. Así que, en estos y otros asuntos, hacemos bien en imitar al salmista que le rogó a Dios: “Haz que mis ojos pasen adelante para que no vean lo que es inútil” (Salmo 119:37).

También hay cierta información que tal vez no sea mala en sí misma, pero que es frívola e inútil. Piense en lo siguiente: ¿De qué sirve conocer los detalles de la vida privada de las estrellas de cine o de otros famosos? ¿Qué sentido tiene memorizar las estadísticas de cada equipo y de cada deportista? ¿Para qué aprenderse las características de los aparatos electrónicos o de los autos más recientes? A la mayoría de las personas, ser un “experto” en estos temas no les sirve de nada.

Un ejemplo inspirador

La curiosidad, desde luego, tiene su lado positivo. Veamos el caso de Alexander von Humboldt, naturalista y explorador alemán del siglo XIX, a quien la corriente de Humboldt, que bordea la costa oeste de Sudamérica, debe su nombre.

En cierta ocasión, Humboldt dijo: “Desde mi temprana juventud [tuve] el afanoso deseo de recorrer tierras lejanas, poco visitadas por europeos”. Según él mismo relató, llegó a sentir “una secreta fascinación que a veces llegaba a ser casi irresistible”. A los 29 años emprendió una expedición por América Central y del Sur, que duró cinco años. Con toda la información que reunió, redactó una crónica de treinta volúmenes sobre sus viajes.

Cualquier cosa le llamaba la atención: la temperatura del océano, los peces que lo poblaban, las plantas que encontraba a su paso. En sus viajes escaló montañas, exploró ríos y surcó los mares. Sus investigaciones sentaron las bases de varios campos de la ciencia moderna. ¿Qué lo impulsaba a investigar? Su desbordante curiosidad y un insaciable deseo de aprender que lo acompañó toda su vida. En palabras del ensayista estadounidense Ralph Waldo Emerson, “Humboldt fue uno de esos prodigios del mundo [...] que surgen de vez en cuando como para mostrarnos las posibilidades de la mente humana, la fuerza y la envergadura de nuestras facultades”.

Un campo digno de explorar

Desde luego, muy pocos podemos explorar el mundo o hacer descubrimientos científicos. Pero sí hay un campo del conocimiento al que podemos dedicar nuestra atención, un campo que nos recompensará mucho más que cualquier otro. ¿Cuál es? Jesucristo lo mencionó cuando, en oración, le dirigió las siguientes palabras a su Padre celestial: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo” (Juan 17:3).

En efecto, el conocimiento del Dios verdadero, cuyo nombre es Jehová, y de su Hijo, Jesucristo, puede satisfacer mejor la curiosidad de cualquier mente que toda otra clase de información. A las preguntas sobre la vida planteadas al principio de este artículo podemos añadir estas: ¿Por qué hay tanto sufrimiento en el mundo? ¿Seguirá arruinando el hombre la Tierra? ¿Llegará al extremo de destruirla? ¿Qué hará Dios para que la humanidad no tenga ese destino? Encontrar las respuestas a todas estas preguntas significa mucho más que saciar nuestra curiosidad. Tal como dijo Jesús, “significa vida eterna”. ¿Por qué podemos estar seguros de eso?

Porque la Biblia es la Palabra inspirada de Dios. Refiriéndose a ella, el apóstol Pablo escribió: “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, para que el hombre de Dios sea enteramente competente y esté completamente equipado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16, 17).

Piense en esto: el apóstol dijo que la Biblia ofrece el conocimiento que nos equipa, o capacita, para hacer lo que es correcto. Nos ayuda a ver las cosas como Dios las ve. Y sabemos que el conocimiento y la sabiduría de Dios superan por mucho a los de cualquier persona. En este sentido, Dios afirmó mediante el profeta Isaías: “Los pensamientos de ustedes no son mis pensamientos, ni son mis caminos los caminos de ustedes —es la expresión de Jehová—. Porque como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que los caminos de ustedes, y mis pensamientos que los pensamientos de ustedes” (Isaías 55:8, 9).

¿Le gustaría a usted conocer los elevados caminos y pensamientos de Dios? ¿Le impulsa su curiosidad a descubrir lo que la Biblia dice sobre ellos? ¿Ansía saber cómo acabará Dios con el sufrimiento y qué cosas maravillosas tiene reservadas para quienes le obedezcan? Fíjese en la invitación que nos hace la Biblia: “Gusten y vean que Jehová es bueno; feliz es el hombre físicamente capacitado que se refugia en él” (Salmo 34:8).

Las impactantes verdades de la Palabra de Dios pueden causar una impresión tan grande en un corazón sincero como la luz en los ojos de alguien que ve por primera vez. El apóstol Pablo se sintió movido a declarar: “¡Oh la profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán inescrutables son sus juicios e ininvestigables sus caminos!” (Romanos 11:33). Lo cierto es que la eternidad misma no bastaría para comprender toda la riqueza del conocimiento y la sabiduría de Dios. Así que tenemos la emocionante perspectiva de nunca aburrirnos, de seguir descubriendo siempre cosas nuevas.

Mantenga viva su curiosidad

Es verdad que la mayoría de nosotros nunca seremos famosos exploradores o inventores. Y puede que en los años que suele durar la vida tampoco logremos entender todas las cosas que quisiéramos. Aun así, nunca deje que su curiosidad se adormezca. Mantenga vivo el deseo de aprender, un deseo que nuestro Creador amorosamente ha implantado en nosotros.

Sáquele partido a su curiosidad, ese maravilloso regalo que Dios nos ha dado. Úsela para conocer bien la Biblia. Si lo hace, podrá disfrutar de una vida plena y feliz no solo ahora, sino por toda la eternidad. Una vida así, llena de fascinantes descubrimientos, es la que la Biblia promete al decir: “Todo lo ha hecho [Dios] bello a su tiempo. Aun el tiempo indefinido ha puesto en el corazón de ellos, para que la humanidad nunca descubra la obra que el Dios verdadero ha hecho desde el comienzo hasta el fin” (Eclesiastés 3:11).

[Ilustraciones y recuadro de la página 21]

¿Sabía usted esto?

• Siglos antes de que Colón y Magallanes indicaran cuál era la forma de la Tierra, la Biblia afirmó que nuestro planeta no era plano, sino esférico (Isaías 40:22).

• Mucho antes de que los astronautas vieran la Tierra suspendida en el espacio, la Biblia señaló que estaba colgando sobre nada (Job 26:7).

• Por lo menos dos mil quinientos años antes de que el médico inglés William Harvey descubriera el sistema circulatorio de la sangre, la Biblia se refirió al corazón como una fuente de vida (Proverbios 4:23).

• Hace unos tres mil años que la Biblia describió con palabras sencillas el ciclo del agua como parte del ecosistema que hace posible la vida en la Tierra (Eclesiastés 1:7).

¿No es asombroso que la Biblia mencionara estos hechos científicos mucho antes de que el hombre los descubriera o comprendiera? En realidad, en la Palabra de Dios hay todo un tesoro de información vital esperando a que usted lo descubra.

[Ilustración de la página 19]

Alexander von Humboldt