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Nuestro planeta tiene “fiebre”: ¿Será posible detenerla?

Nuestro planeta tiene “fiebre”: ¿Será posible detenerla?

Nuestro planeta tiene “fiebre”: ¿Será posible detenerla?

EL ASCENSO de las temperaturas es un síntoma evidente. Sirva como ejemplo Newtok, localidad costera de Alaska, en plena región subártica. Este pueblo está construido sobre una capa de permafrost (subsuelo helado), que, por desgracia, se está descongelando. “Ya no quiero vivir en el permafrost. Es un auténtico barrizal”, señaló un residente llamado Frank. Los estudios indican que, en menos de diez años, el pueblo podría desaparecer del mapa.

“El calentamiento del sistema climático es inequívoco.” Esta es la conclusión a la que ha llegado el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). Y el sintomático ascenso de las temperaturas viene acompañado en todo el mundo de fenómenos extremos tales como sequías, lluvias torrenciales, olas de calor y huracanes. ¿Qué le sucederá a la Tierra? ¿Habrá algún remedio para sus “achaques”?

El diagnóstico

Como un paciente en observación, el planeta se encuentra bajo la atenta mirada de los especialistas en climatología. Los satélites vigilan la reducción de los glaciares, las estaciones meteorológicas registran la precipitación pluvial, las boyas detectan las temperaturas de los fondos marinos y las aeronaves miden los niveles de gases en la atmósfera. El aluvión de datos recopilados por estos medios pasa a supercomputadoras, las cuales elaboran simulaciones del clima previsto para dentro de unas décadas o incluso varios siglos.

¿Cuál es el diagnóstico? Hay quienes opinan que la atmósfera está sobrecargada de gases de efecto invernadero. Tan solo en el año 2006, las emisiones de dióxido de carbono “alcanzaron la enorme cifra de 32.000 millones de toneladas”, indicó la revista Time. Estos gases actúan como los paneles de vidrio de un invernadero, pues capturan el calor de la Tierra y no dejan que escape al espacio, lo que contribuye a que se caliente más el planeta. ¿Cuáles son las previsiones para el futuro? Según el IPCC, si se mantiene constante el nivel de emisiones actual, tendrán lugar “muchos cambios en el sistema climático global”, lo que probablemente ocasione condiciones aún peores que las que estamos experimentando. ¿Cómo puede resolverse el problema? Según muchos especialistas, es preciso limitar las emisiones de dióxido de carbono. No obstante, los modelos informáticos dan a entender que, aunque se estabilizaran de algún modo dichas emisiones, “el calentamiento [...] y el aumento [subsiguiente] del nivel del mar continuarían por siglos”.

¿Quién tiene las respuestas?

La climatología es, sin la menor duda, una ciencia compleja. Tomemos como ejemplo la situación que plantea la revista digital Earth Observatory con referencia a las nubes: “Al ir calentándose la Tierra, ¿habrá menos nubes densas, que bloqueen la luz del sol, y más nubes de gran altura, que absorban el calor y eleven la temperatura? Hoy por hoy, ningún científico tiene la respuesta”.

Por otro lado, la Biblia nos asegura que el “Productor de cielo y tierra”, lo que incluye “las masas de nubes”, es Jehová (Génesis 14:19; Proverbios 8:28). En las Escrituras, Dios se presenta poéticamente como Aquel que puso la “sabiduría en las capas de las nubes”. No hay duda de que él comprende a la perfección muchas cosas que escapan a la inteligencia humana (Job 38:36).

Hace dos mil setecientos años, Jehová mandó incluir en la Biblia la siguiente descripción de un proceso atmosférico: “La lluvia fuerte desciende [...] desde los cielos, y no vuelve a ese lugar, a menos que realmente sature la tierra” (Isaías 55:10). ¡Qué explicación tan sencilla del ciclo hidrológico, más conocido como ciclo del agua! El vapor de las nubes se condensa y cae como lluvia, “satur[ando] la tierra”. Pero, a consecuencia del calor del sol, el agua se evapora y “vuelve a ese lugar”, la atmósfera, donde se reanuda el ciclo. Como vemos, la Palabra de Dios reveló asombrosos detalles sobre el sistema climático siglos antes que los demás escritos. Este hecho nos infunde aún más confianza en Jehová y en su incomparable capacidad. Por eso, al plantearnos en qué terminará la crisis climática actual, ¿verdad que es lógico acudir al “Creador del viento” y “padre [de] la lluvia”, quien sabe mejor que nadie cómo funciona el planeta? (Amós 4:13; Job 38:28.)

Creó la Tierra con un propósito

Aunque circulen teorías muy dispares sobre la Tierra y su futuro, hay un hecho incuestionable: se trata de un planeta singular, pues, a diferencia de los demás, alberga una extraordinaria variedad de vida. ¿A qué se debe tanta diversidad? Según los científicos, a un número de factores. Concretamente, a que cuenta con agua líquida en abundancia, se encuentra a la distancia idónea del Sol y contiene la combinación precisa de gases atmosféricos, entre ellos oxígeno en cantidades enormes.

Muchas personas se sorprenden al enterarse de que la Biblia menciona estas tres características en el relato de la creación. Por ejemplo, Génesis 1:10 explica que Dios juntó en una sola masa las aguas, a las que “llamó Mares”, una clara alusión a la abundancia de agua líquida. Y en Génesis 1:3 leemos que “procedió a decir: ‘Llegue a haber luz’”. En efecto, nuestro planeta está lo suficientemente cerca del Sol para que la mayoría del agua se mantenga líquida, pero lo bastante lejos para que no se evapore toda y se pierda en el espacio.

Además, Génesis 1:6 señala que Dios produjo la “expansión”, o sea, la atmósfera. Y luego, los versículos 11 y 12 mencionan que hizo aparecer la hierba, las plantas y los árboles. Para que surgiera toda esta vegetación, es evidente que tendría que abundar el oxígeno, elemento que más tarde permitiría que el hombre y los animales realizaran el vital proceso de la respiración.

¿Qué conclusión podemos extraer? Si Dios ha creado la Tierra con agua en abundancia, la ha situado a la distancia idónea del Sol y la ha dotado de una mezcla perfecta de gases, tiene que haberlo hecho con una finalidad. La Biblia indica cuál es ese propósito al decir que “no la creó sencillamente para nada, [sino] que la formó aun para ser habitada” (Isaías 45:18). Y el Salmo 115:16 agrega: “En cuanto a los cielos, a Jehová pertenecen los cielos, pero la tierra la ha dado a los hijos de los hombres”. Como vemos, la Tierra fue formada para ser el hogar del ser humano.

En efecto, las Escrituras revelan que Dios creó a nuestros primeros padres y los colocó en el jardín de Edén, que era un hermoso paraíso. Su propósito era que aquella pareja “lo cultivara y lo cuidara” (Génesis 2:15). Por eso les dijo: “Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra y sojúzguenla” (Génesis 1:28). Tenían ante sí un maravilloso panorama: ampliar el Paraíso hasta que abarcara todo el planeta y vivir en él para siempre. ¡Qué magnífico!

Por desgracia, en vez de obedecer a Dios, eligieron desafiar su autoridad e independizarse, actitud que la mayoría de la gente ha imitado a lo largo de la historia (Génesis 3:1-6). ¿Con qué consecuencias? Como nunca antes, los seres humanos están “arruinando la tierra”, en vez de cumplir con su deber de cultivarla y cuidarla (Revelación [Apocalipsis] 11:18). Pero, afortunadamente, el propósito de Dios sigue siendo el mismo. La Biblia dice que él “ha fundado la tierra sobre sus lugares establecidos; no se [la] hará tambalear hasta tiempo indefinido, ni para siempre” (Salmo 104:5). Y el propio Jesús hizo esta promesa en el Sermón del Monte: “Felices son los de genio apacible, puesto que ellos heredarán la tierra” (Mateo 5:5). Ahora bien, ¿cómo se cumplirán estas palabras?

Un brillante porvenir

“El cambio climático es un problema que afecta al mundo entero”, señaló un ex presidente de Estados Unidos. Entonces, ¿no cree usted que se necesita una solución a nivel mundial? Jesucristo indicó que esa solución es el Reino de Dios. Hasta les pidió a sus discípulos que oraran así: “Venga tu reino” (Mateo 6:9, 10). De acuerdo con las profecías bíblicas, este Reino celestial es un gobierno mundial que pronto “triturará y pondrá fin a todos estos reinos”, es decir, a todos los gobiernos actuales (Daniel 2:44). Además, va a “causar la ruina de los que están arruinando la tierra” (Revelación 11:18). Por lo tanto, todos los que maltratan la Tierra y derrochan sus recursos lo pagarán siendo destruidos.

Ahora bien, ¿qué le sucederá a este planeta tan contaminado? Es digno de mención que Jesús, cuando estuvo en la Tierra, demostró su portentoso control sobre el viento, el mar y los demás elementos de la naturaleza. Por ejemplo, con unas pocas palabras acalló una gran tormenta (Marcos 4:35-41). Y dentro de poco, su posición celestial de “Señor de señores y Rey de reyes” le permitirá controlar aún mejor la Tierra y sus elementos (Revelación 17:14). De hecho, Jesús se refirió a la labor que va a realizar con una designación muy interesante: “la re-creación”, o como dice la Nueva Versión Internacional, “la renovación de todas las cosas” (Mateo 19:28). Así, él volverá a crear, o renovará, las condiciones de la Tierra para que se asemejen a las que había en el jardín de Edén. Será una auténtica restauración del Paraíso (Lucas 23:43). Ciertamente, hay un remedio para bajarle la “fiebre” a nuestro planeta: el Reino de Dios.

Pero ya en la actualidad podemos beneficiarnos de este gobierno. ¿Cómo? Jesús predijo: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones” (Mateo 24:14). Millones de personas están respondiendo a este mensaje de buenas noticias y viendo cómo se transforman sus vidas. Logran superar adicciones mortíferas, mejorar su vida familiar y cambiar el odio racial por amor. No hay duda: el Reino de Dios está logrando lo que ningún gobierno ha podido ni podrá nunca. En efecto, ha formado una verdadera hermandad internacional constituida por siete millones de personas que viven en más de doscientos treinta y cinco países y territorios. Y estos súbditos del Reino se preparan para disfrutar de un maravilloso futuro: vida eterna en una Tierra paradisíaca.

Como vemos, el futuro del planeta está garantizado. Y el futuro de usted también puede estarlo.

[Ilustración de la página 27]

La Biblia describió el ciclo del agua siglos antes que los demás libros

[Ilustración de la página 28]

Jesús “reprendió al viento y dijo al mar: ‘¡Silencio! ¡Calla!’. Y el viento se apaciguó, y sobrevino una gran calma”

[Ilustración de la página 29]

Cuando se restaure el Paraíso, la Tierra quedará curada de su “fiebre”

[Reconocimiento de la página 26]

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