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La limpieza: vale la pena el esfuerzo

La limpieza: vale la pena el esfuerzo

La limpieza: vale la pena el esfuerzo

El ser humano lleva miles de años sufriendo el azote de plagas y epidemias. Por mucho tiempo, hubo quienes las consideraron manifestaciones de la ira de Dios contra los pecadores. Sin embargo, tras siglos de paciente observación e investigación, se descubrió que, en muchos casos, los culpables vivían bajo su mismo techo.

Los científicos descubrieron que animales como las ratas, los ratones, las cucarachas, las moscas y los mosquitos transportan microbios causantes de enfermedades. Además, llegaron a la conclusión de que la razón por la que muchas personas se contagian es la falta de higiene. En efecto, la limpieza puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte.

Por supuesto, las costumbres sobre la higiene varían de un lugar a otro, y las circunstancias locales también suelen influir. Por ejemplo, puede que en nuestra zona no se disponga de agua corriente o de un buen sistema de alcantarillado. No obstante, aunque no se nos haga fácil, siempre podemos mantener un nivel aceptable de higiene. Así lo demuestra el caso de los israelitas de la antigüedad. Mientras viajaban por el desierto —una situación nada favorable para la limpieza—, lograron conservar unas condiciones higiénicas apropiadas al seguir las normas que Dios les había proporcionado al respecto.

Ahora bien, ¿por qué es importante la limpieza? ¿Qué opina Dios sobre ella? Y ¿cómo puede cooperar toda la familia para evitar la propagación de enfermedades?

MAX, que pertenece a una familia humilde de Camerún, vuelve a casa después de la escuela. * Está hambriento y muerto de sed; así que en cuanto llega, le da un abrazo a su perro, deja la mochila sobre la mesa y se sienta a esperar la comida.

Su madre, que está en la cocina, lo oye entrar y le sirve un plato de arroz con frijoles recién hecho. Pero cuando ve la mochila sobre la mesa, se le cambia la cara. Solo tiene que mirar a su hijo y decirle: “¡Max!”, para que el niño comprenda lo que tiene que hacer. De inmediato este retira la mochila de la mesa y sale disparado a lavarse las manos. Luego vuelve y se disculpa: “Lo siento, mami. Se me olvidó”.

Este ejemplo demuestra que las madres pueden contribuir mucho a la salud y la limpieza de la familia, si bien es necesario que todos colaboren. Sin duda, se requiere paciencia, pues limpiar exige mucho esfuerzo y, como hemos visto, los niños necesitan que se les recuerden las cosas una y otra vez.

Por otro lado, como bien sabe la madre de Max, los alimentos pueden contaminarse de diferentes maneras. Para evitarlo, ella no solo se lava bien las manos antes de tocar la comida, sino que también la cubre para que las moscas no se acerquen. Al tener limpia la casa y no dejar alimentos al aire libre, reduce las indeseables “visitas” de ratas, ratones y cucarachas.

Otra importante razón por la que esta mujer es tan cuidadosa es que desea agradar a Dios. Ella misma explica: “La Biblia dice que los siervos de Dios tenemos que ser santos porque él es santo” (1 Pedro 1:16). “La limpieza está muy relacionada con la santidad —continúa—. Por eso quiero que mi casa se vea pulcra y que mi familia vaya bien arreglada. Claro, esto solo se consigue porque todos cooperan.”

Toda la familia debe colaborar

La madre de Max está en lo cierto: todos los miembros de la familia son responsables de la higiene en el hogar. Hay familias que se reúnen periódicamente para ver qué mejoras necesitan realizar dentro y fuera de la casa. Esto contribuye a la unidad familiar y sirve para recordar lo que cada uno puede hacer por el bienestar de los demás. Por ejemplo, la madre puede explicar a los hijos mayores por qué deben lavarse las manos después de usar el baño, antes de comer y cuando toquen dinero; estos, a su vez, pueden encargarse de que sus hermanos menores lo hagan.

Las tareas pueden repartirse entre todos. Se pueden asignar trabajos de limpieza semanales y luego programar una limpieza general una o dos veces al año. ¿Y qué hay de los exteriores? “Los hermosos espacios abiertos están desapareciendo —dice el ecologista Stewart Udall aludiendo a Estados Unidos—, y en su lugar nos están invadiendo día a día la fealdad, el deterioro, el ruido y la contaminación.”

¿Le parece que esta descripción también encaja con la situación de su comunidad? En algunas zonas de África central aún persiste la antigua tradición de que un pregonero pase por el pueblo haciendo sonar una campana. Los vecinos salen a escucharlo, y él les recuerda que deben barrer las calles, limpiar las canalizaciones y desagües, podar los árboles, arrancar las malas hierbas y deshacerse de la basura.

No hay duda de que el tratamiento de residuos constituye un problema que afecta a todo el mundo, y para muchos gobiernos es una auténtica pesadilla. Algunos municipios no dan abasto para recoger los desperdicios, y estos se acumulan en las calles. Debido a ello, en ocasiones se pide la colaboración ciudadana. Como buenos vecinos, los verdaderos cristianos responden con rapidez y acatan las normas del gobierno sin protestar (Romanos 13:3, 5-7). De hecho, no se limitan a cumplir con las exigencias mínimas ni necesitan que un pregonero les recuerde sus deberes. Están muy interesados en disfrutar de un buen entorno, por lo que toman la iniciativa y contribuyen a la causa. Saben que la limpieza comienza a nivel personal y familiar, y que además es un indicativo de buena educación y respeto al prójimo. Así, al seguir las normas básicas de limpieza e higiene en las cercanías de su hogar, ayudan a crear un vecindario más saludable e incluso más bonito.

El aseo personal honra a Dios

Una apariencia limpia y digna causa una impresión positiva en los demás y dice mucho a favor de nuestras creencias. Así ocurrió, por ejemplo, cuando un grupo formado por quince jóvenes de ambos sexos fue a un restaurante después de asistir a una asamblea de los testigos de Jehová en Toulouse (Francia). Al verlos sentarse en la mesa de al lado, un matrimonio de edad avanzada se temió lo peor: un gran alboroto y muchas molestias. Sin embargo, ambos se sorprendieron al ver que aquellos jóvenes, que iban impecablemente vestidos, eran educados y conversaban de forma tranquila. Cuando el grupo ya se marchaba, esta pareja de ancianos los felicitaron por su conducta y le dijeron a uno de ellos: “Pensábamos que ya no quedaban jóvenes así”.

Del mismo modo, las sucursales de los testigos de Jehová suelen llamar la atención por la limpieza de sus oficinas, imprentas y edificios residenciales. A los voluntarios que viven y trabajan allí se les pide que lleven la ropa limpia y mantengan un buen aseo personal. Tienen claro que ni el desodorante ni los perfumes eliminan la necesidad de bañarse o ducharse. Además, estos trabajadores de tiempo completo también cuidan su apariencia cuando predican a sus vecinos por las tardes o en los fines de semana, lo cual contribuye a transmitir una imagen positiva de su mensaje.

“Háganse imitadores de Dios”

La Biblia anima a los cristianos a hacerse “imitadores de Dios” (Efesios 5:1). Él es puro en sentido absoluto, como lo muestra una visión del profeta Isaías en la que los ángeles calificaban al Creador como “santo, santo, santo” (Isaías 6:3). No es de extrañar, pues, que Dios espere que sus siervos sean santos, es decir, puros y limpios. Él mismo nos exhorta: “Tienen que ser santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:16).

Asimismo, Dios desea que los cristianos “se vistan con ropa decorosa” (1 Timoteo 2:9, La Biblia de las Américas). Es interesante destacar que en la Biblia se utiliza el “lino fino, brillante y limpio” como símbolo de “los actos justos” que realizan “los santos” de Dios (Revelación [Apocalipsis] 19:8). Por el contrario, las manchas y la suciedad se asocian con el pecado (Proverbios 15:26; Isaías 1:16; Santiago 1:27).

En la actualidad, millones de personas luchan a diario por mantener la pureza física, moral y espiritual. Pero les consuela saber que Dios pronto cumplirá su promesa de “hacer nuevas todas las cosas” (Revelación 21:5). Cuando llegue ese momento, la inmundicia y la suciedad desaparecerán de una vez por todas.

[Nota]

^ párr. 6 Se ha cambiado el nombre.

[Recuadro de la página 10]

La limpieza es un requisito divino

Durante su viaje por el desierto, a los israelitas se les proporcionaron varias normas de higiene, como por ejemplo enterrar sus excrementos fuera del campamento (Deuteronomio 23:12-14). Cumplir esta ley en un campamento de 3.000.000 de personas debía resultar un tanto pesado, pero sin duda contribuyó a prevenir enfermedades como la fiebre tifoidea y el cólera.

También era obligatorio lavar o destruir cualquier objeto que entrara en contacto con un cadáver. Y aunque tal vez no entendieran la razón, hacer esto protegía a los israelitas de diversas infecciones y enfermedades (Levítico 11:32-38).

Por su parte, antes de efectuar sus labores en el tabernáculo, los sacerdotes debían lavarse las manos e incluso los pies con el agua de la “fuente de cobre”. Puede que no fuera fácil llenar de agua aquel enorme recipiente, pero tenían que hacerlo, pues lavarse era un requisito de capital importancia (Éxodo 30:17-21).

[Recuadro de la página 11]

Consejos de un médico

El agua es fuente de vida, pero si está contaminada, puede ser fuente de enfermedades, algunas de ellas mortíferas. En una entrevista, el doctor Jephté Mbangue Lobe, jefe del Departamento de Sanidad del puerto de Duala (Camerún), ofreció las siguientes sugerencias:

“Si tiene dudas sobre el agua que piensa beber, hiérvala.” También advierte: “Puede usar productos químicos (como cloro o blanqueador) para purificar el agua, pero asegúrese de usarlos y almacenarlos como es debido, pues pueden ser peligrosos”. Estas son otras de sus recomendaciones: “Lávese siempre las manos con agua y jabón antes de comer y después de usar el baño. El jabón no es tan caro; todo el mundo puede permitírselo. Lave la ropa con regularidad; y si tiene enfermedades o problemas en la piel, hágalo con agua caliente”.

“Toda la familia debe encargarse de la limpieza dentro y fuera del hogar —continúa—. No se olvide de los baños y las letrinas, pues enseguida se llenan de moscas y cucarachas.” La siguiente advertencia está relacionada con los niños: “Cuidado con bañarse en los arroyos, pues están llenos de microbios muy peligrosos”. Por último, añade: “Cubra las camas con mosquiteros, y no se vaya a dormir sin haberse aseado y lavado bien los dientes”. Todos estos consejos están motivados por una misma idea: más vale prevenir que curar.

[Ilustración de la página 10]

Lavar la ropa previene enfermedades y problemas en la piel

[Ilustración de la página 10]

Los cristianos ponen de su parte en mantener limpios los alrededores de su hogar

[Ilustración de la página 10]

Las madres pueden contribuir mucho a la limpieza de la familia